domingo, 18 de marzo de 2018

UN EXORDIO NECESARIO Y UNA INTERPELACIÓN EN CURSO.
miguel angel herrera zgaib
profesor asociado, ciencia política
director grupo presidencialismo y participación
Proyecto @utonomistas

Una de las cosas interesantes del ejercicio anti democrático que sigue su curso, en relación con el gobierno universitario de la U. Nacional, es la laboriosidad argumentativa de algunos colegas:

Orlando Acosta, exponente de las ciencias duras, incluidas voces de Ciencia Política, Andre Noel Roth y Leopoldo Múnera, exponentes de los saberes sociales críticos que esta vez no presentó aspirante a la selección de candidatos por el CSU, para que uno entre ellos sea el rector para el crítico periodo 2018-2021.

Crítico el periodo de la nueva rectoría, porque es el tiempo del posconflicto con los subalternos insurgentes, con quienes el gobierno neobipartidista viene haciendo las paces a regañadientes. En turno está el Eln, con quien se reanudaron las conversaciones en Quito.

Esta vez la U. Nacional no puede continuar siendo la notaría de los acontecimientos, sino que tiene que reorientar su rumbo, dándole cabida a la Otra Universidad, deliberativa, activa, en una palabra, autónoma; y darle, por qué no, cabida al pensamiento de ruptura, que no se basta con la crítica.

Mientras la Fiscalía toca a dos dirigentes subalternos sociales, de diverso peso e incidencia, Alberto Castilla, de los campesinos del Catatumbo, y Germán Carlosama, con presencia entre los Pastos de Aico. Los sindica de posibles vínculos con el Eln.

Lo cierto es que hay un rosario de conflictos no resueltos con los subalternos sociales, siendo uno el que tiene que ver con la "mala suerte" de la educación pública superior, y de la Universidad Nacional, en particular, que es la joya de la corona.

Su viacrucis se puede rastrear en paralelo con el de la UNAM, con provecho en el libro "Reforma o Inercia en la Universidad Latinoamericana" (2000), del que son autoras Aura María Puyana y Mariana Serrano, una obra finalista en el Concurso internacional Andrés Bello (1998).

Recomiendo para enriquecer esta interlocución el capítulo 2 del libro, Momentos de Reforma en la Universidad Nacional de Colombia, que hace un barrido entre 1964-1968, con la orientación del médico Patiño, por una parte; y entre 1990-1993, bajo la batuta del pedagogo neoliberal y posmoderno, Antanas Mockus, quien ha vuelto a ganar momentáneo protagonismo en el crucial episodio del ciclo electoral de 2018.

Así las cosas, siempre hay una relación entre educación, pedagogía y política, aunque otro liberal, el ex rector Sánchez Torres, en su columna de hoy domingo despotrique del mecanismo para escoger rector, y proponga uno que retroceda hasta el año 1993, hasta la reforma académica que lideró Antanas.

CONCLUSIÓN SOBRE VOTO EN BLANCO
Orlando Acosta

André Noël:

Retomando tus comentarios sobre las bondades y los anunciados efectos del triunfo del voto en blanco, más poderosos que una insurrección popular o una práctica anarquista, cuando destacas que a Marx, Bakunin y similares a Lenin se les pasó por alto utilizar esa omnipotente herramienta, me permitiré hacer unos breves comentarios.


En el análisis de los “comicios” del día de ayer, no puedo pretender posar de politólogo porque podría ser irrespetuoso con los autorizados académicos con que cuenta la UN en este campo. En las predicciones (o mejor, especulaciones) electorales sobre la suerte del voto en blanco en el estamento profesoral en la consulta del día de ayer, me permití fijarle un techo o límite superior de 500 votos en blanco (Qué laxo y optimista que fui!), añadiendo que se necesitaría alrededor de 1000 votos (manteniendo el mismo potencial electoral y el voto efectivo de 2015) para que se cumpliera con la norma constitucional de ser mayoría con relación al total de votos válidos.


Dese luego, en las anteriores especulaciones no utilicé las herramientas estadísticas como modelos de regresión o de encuestas. No acudí, por ejemplo, al análisis del fenómeno del voto en que, a manera de un juego, los electores escogen entre varias categorías, candidatos o partidos; y donde los especialistas de la ciencia política utilizan modelos de teoría de probabilidad donde incluyen una variable aleatoria multimodal. Sin embargo, los datos históricos de las consultas previas orientan en alguna medida. Aunque se trata de un fenómeno político, deja huella cuantificable, es decir, votos de profesores por candidatos con programas y talantes políticos.


En resumen, no utilicé ninguna herramienta estadística para aproximar probabilidades de que un profesor vote por el candidato tal o cual, o en la forma de proporción (porcentaje) de profesores que votaría por el candidato en consideración. Pero como la participación electoral es un fenómeno humano, la certeza sobre el comportamiento de los electores es esquiva. Pero si el fenómeno electoral objeto del análisis ya ha ocurrido, esto puede orientar el entendimiento de lo que pueda pasar en el futuro.

Pero a veces hay fenómenos coyunturales que hacen más compleja la predicción, aunque algunos consideran, que dada la naturaleza del evento coyuntural una tendencia electoral puede ser también facilitada. Desde luego que el acudir a encuestas o al análisis de estrategias electorales también puede ser orientador.


En el terreno descriptivo, los promotores del voto en blanco en el estamento profesoral experimentaron una infernal “quemada”, como se dice en el argot electoral. En 2015 el voto en blanco representó el 5.4% de los votos efectivos, donde la participación de este estamento fue de 68.4%.

En la consulta de ayer 15 marzo de 2018, el votó en blanco representó el 7.6%, con un participación total de 69.95% (casi 70%). Visto en valores absolutos, en 2015 se totalizaron 153 votos en blanco y en 2018 se totalizaron 219. Se debe hacer la salvedad de que en 2015, se presentó como candidato quien en 2018 encabezaba la lista de promotores del voto en blanco.

En tal evento obtuvo 478 votos. Haciendo una especulación mecánica y bárbara, el voto en blanco en respuesta al llamado de los proponentes se podría estimar en este horrible cálculo en solamente 66 (219 – 153). En otra estrambótica especulación, solamente una pequeña fracción de los 470 votantes del evento anterior “le hizo caso” al convocante para votar en blanco.


Pero ese es el dato estadístico frio e incontrovertible. Surge entonces la pregunta: Cuáles fueron los determinantes de ese comportamiento de los electores? Las siguientes razones discutibles, desde luego, surgen de numerosos encuentros incidentales y comunicaciones con profesores y profesoras. También, debo declarar que mi área académica corresponde a las “ciencias duras, acríticas e instrumentales” como han dado en denominarla algunos. Esta circunstancia limita grandemente el entendimiento de la política.


1- Los académicos son intelectuales por definición y como lo dijo algún ideólogo, más o menos: cuando los intelectuales no quieren hacer algo no es porque no lo entiendan sino porque lo entienden. Pero como los intelectuales son humanos, y como los recientes hallazgos de la neurología básica lo sugieren, la superstición, las ideas políticas y morales parecen residir en las mismas regiones del cerebro humano, también no están exentos de ser presa de los instintos y las pasiones políticas.

En uso de la racionalidad del elector, el comportamiento caótico, contradictorio, incoherente y discordante no pasa desapercibido para muchos miembros de la comunidad profesoral: Se inventaron, en el marco de una anacrónica gobernanza de la UN, un mecanismo de consulta no vinculante, lo ensalzaron, lo presentaron como la máxima expresión de democracia, rayaron en el exhibicionismo en su promoción, lo utilizaron, lo festejaron, lo usufructuaron, agotaron todas las palabras para enaltecer su legitimidad, pero el día que no les funcionó en su favor, lo demandaron ante el Consejo de Estado y solicitaron el amparo tutelar de la Corte Constitucional.


Después de cicatrizado el tiro en el pie, con renovados bríos hicieron dos embates para utilizar el mecanismo de la consulta no vinculante, y como no fueron llevados a la rectoría en hombros de la “insurrección popular” demandando “respeto del mandato de la consulta no vinculante”, decidieron que tal mecanismo debe ser impugnado utilizando el voto en blanco.

Qué contrasentido, engendraron la consulta no vinculante, la usaron y se beneficiaron de ella, y ahora resulta que cuando no les funcionó en su beneficio, debe ser derogada a través del voto en blanco, participando en la misma consulta no vinculante con la esperanza de que el voto en blanco iba a ganar por mayoría estrepitosa, transformándola en vinculante por la vía rápida. Ni que el profesorado fuera ciego para no ver tan terrible incoherencia, para utilizar un término respetuoso.


2- La atipicidad de la motivación del voto en blanco no tiene parangón. Mucho más si no se trataba de un plebiscito. Aunque el voto en blanco aparentaba no estar dirigido contra los aspirantes (candidatas y candidatos) sino en contra de las reglas de la consulta, de la ausencia de democracia (consagrada en el Estatuto General de 1999 y mantenida en el Estatuto General de 2005) y de las políticas de financiación de la educación superior, se insistía en que debía tener efectos políticos y hasta jurídicos sobre los aspirantes, de tal manera que quedaran proscritos de cualquier aspiración a la rectoría.

En esa lógica, al catálogo de motivaciones del voto en blanco se le habría podido colgar otras consignas tales como: contra el cambio climático, la contaminación con mercurio, la inseguridad, el microtráfico, la masacre de líderes sociales, la política de Trump, etc. Los electores en una contienda electoral votan en blanco por inconformidad o desacuerdo con los candidatos, como se enuncia en el principio constitucional, no contra políticas desligadas de los candidatos en contienda.

A no ser que con el voto en blanco se pretendiera, por ejemplo, cobrar artificialmente a los aspirantes las prescripciones del Consenso de Washington. La consulta mostró que la gran mayoría de los electores votaron por los candidatos y que (especulando) posiblemente no más de 50 profesores efectivamente votaron contra las políticas desligadas de los candidatos en respuesta al llamado de los promotores del voto en blanco.

3- Intentar descalificar a todos las candidatas y candidatos, casi como indignos y carentes de dimensión intelectual y administrativa para ocupar la rectoría, haciéndolos merecedores un castigo infligido por el voto en blanco, causó en muchos repudio al voto en blanco y a sus signatarios. Como lo afirmé en anterior comentario, la mayoría de los profesores tenían al menos afecto personal por las candidatas y los candidatos, algunas veces hasta independientemente del contenido de sus programas.

Otros tantos examinaron sus programas, respuestas a las preguntas de ASPU-UN, intervenciones en los foros y juzgaron que debían apoyar con su voto a algún aspirante. No faltó el que señaló de irrespetuosa, no académica y politiquera la campaña por el voto en blanco en contra de colegas.

4- La respuesta a la pregunta de André Noël acerca de si el voto en blanco ungiría como jefes, comandantes o negociadores plenipotenciarios a los signatarios del llamado al voto en blanco en caso de ser mayoría, también ocasionó rechazo en algunos profesores quienes no aceptaban que su inconformidad con los candidatos fuera a ser capitalizada por los signatarios de la convocatoria del voto en blanco.

En otras palabras, había profesores dispuestos a votar en blanco y finalmente no lo hicieron para no otorgar poder a unos convocantes surgidos gratuita y “espontáneamente”, que se auto-constituyeron en representantes, voceros y eventuales negociadores de la inconformidad o desacuerdo de los electores con los candidatos y sus programas. Igualmente, como lo manifiesta muy apropiadamente André Noël, en caso de que el voto en blanco fuera minoría, como en efecto sucedió (aún en estudiantes, donde fue de 46% y no superior a 50% de los votos efectivos) significa que la gran mayoría de los profesores están de acuerdo con la manera como se designa el rector, con la antidemocracia en la universidad, la privatización de la educación superior? Creo que hubo miopía política.

Parece que los convocantes del voto en blanco no consultaron mínimamente a algún profesor del Departamento de Ciencia Política o del IEPRI, expertos en materia electoral. Como dice la expresión popular: “en casa de herrero cuchillo de palo”. Lo que se concluye, es que la magnitud del voto en blanco no otorgó jefatura o comandancia a los signatarios de la convocatoria, sino de forma contraria, lo que recibieron fue la fulminante baja de la pretendida comandancia, fueron llamados a calificar servicios. Pero casos se han visto, como el ave Phenix, donde en política, resurgir desde sus propias cenizas no es inusual.

La experiencia vivida por los promotores del voto en blanco, es muy ilustrativa y valiosa. Entre otras cosas, enseña que en política no se pueden dar batallas finales porque se corre el riesgo de salir gravemente calcinado, más aun en estos tiempos donde el uso del asbesto se encuentra limitado por razones de salud pública y ambiental.

Un meme o caricatura que tiene como fondo la Plaza “Che” y que ha estado circulando por varios medios, al parecer parodiando una frase del ex-procurador Ordoñez, expresa que las quemadas de los políticos son actos pedagógicos y que, en otra paródica expresión, el voto en blanco también puede ser hecho trizas, como se dice por ahí.

André Noël, volviendo a tu propuesta de resolver en una rifa la designación de rector, considerando los 5 aspirantes que pasaron la consulta no vinculante, no tengo claro, al menos jurídica o reglamentariamente, aquello que te había mencionado en el anterior comentario: si los miembros del Consejo Superior Universitario estarían dispuesto a renunciar a su discrecionalidad, para operar solamente a manera de inspectores de rifas juegos y espectáculos.

Tengo la impresión de que, en su autonomía, si así lo consigna la UN sus estatutos, ello sería posible. Pero me preocupa, que el filtro previo de méritos que propones, antes de llegar un grupo seleccionado de candidatos que transitaría al CSU, no tenga las debidas salvaguardas legales, reglamentarias y éticas. No se sabe, si en el evento de consulta de ayer la utilización de mesas con ofrecimiento de computadores, fiambres y bebidas energizantes (según denuncias en los medios de comunicación) estaba permitida explícitamente en este evento. O si cualquier cosa que no esté expresamente prohibida se puede hacer.

No se sabe si con la administración o suministro de estas bebidas energizantes, que contienen estimulantes legales, se “estaba buscando que la gente saliera a votar verraca”, como en el caso del pasado plebiscito del Sí y el No. Habría que esperar el desenlace del debido proceso al respecto.

Pero lo que quiero significar con este ejemplo que circula por varios medios masivos, es si el filtro previo ciertamente filtra con base en méritos académicos y académico-administrativos sin consideración de las estrategias electorales y su correspondencia, al menos, con referentes éticos mínimos.

Finalmente, invito al profesorado a que institucionalmente propicien la convocatoria de la comunidad académica toda para discutir, con la mayor información posible, alternativas de gobernanza de la UN que permitan profundizar la democracia teniendo como principio compartido el límite determinado por el mérito.

Orlando Acosta


El 10 de marzo de 2018, 4:41, Orlando Acosta Losada escribió:

Apreciado André-Noël:

Gracias por tu respuesta. Comparto tu afirmación acerca de que las supersticiones existen y son inocuas. Alguien podría decir que Dios es el ser más poderoso, pero no sería capaz de dejarle el cuidado de sus bienes a ese Dios, confía más en el poder de un guardia privado.

Cualquier raterillo podría resultar siendo más poderoso. Pero como lo mencioné hace un tiempo en otro debate, las supersticiones son inherentes a la naturaleza humana, y sabias, justas y respetuosas las constituciones que consagran la libertad religiosa para creer en dioses, diablos y fantasmas.

Sobre tu comentario acerca de que no faltarían las candidatas/los candidatos o electores que soliciten a algún Dios para que les dé una mano, creo eso sería lo menos preocupante.

Lo grave es que ese Dios meta la mano en la bolsa de las balotas y saque aquella balota con el nombre del candidato/candidata más parecido/parecida al ex-procurador que conocemos. El gol irreglamentario de Maradona en el mundial del 86, se lo atribuyó a la mano de Dios, y la FIFA le creyó. La fe al servicio de la corrupción.

Que existiera un solo candidato deseable fue un ejemplo hipotético, como lo especifiqué. En un certamen real, donde no existe un pensamiento único, ni un interés único en los electores, lo deseable es absolutamente relativo. Estoy de acuerdo contigo. Tu propuesta es clara en que existiría un filtro previo de méritos, previo a la lotería o sorteo.

Yo hice la simulación sobre un sorteo sin preselección de méritos. Entiendo de tu actual nota que una forma previa al sorteo sería una preselección por méritos. Quién haría esta preselección?. Es común, por ejemplo en universidades de Estados Unidos, conformar una especie de “bloque de búsqueda” para esta preselección, para rector y decanos, aunque no hay sorteo subsiguiente. Pero también propones que la preselección podría realizarse en una consulta.

Como es obvio, en las consultas podrían primar factores políticos antes que méritos académicos y académico-administrativos, así los aspirantes tengan méritos indiscutibles. Algún elector o un grupo de electores podría sindicar a algún candidato o candidatos como agentes de la privatización, del programa Ser Pilo Paga, etc., con razón o sin razón, lo cual distorsionaría sus eventuales méritos, o también un aspirante podría prometer casa, carro y beca, lo cual ensancharía sus “méritos”. Pero la democracia es así, ese podría ser parte de su precio. Se ha demostrado en repetidas ocasiones que la exclusión podría ser peor. Los profesores son sujetos de derecho.

Sobre la ley de cuotas, ya está claro que no aplica a los nominadores de las instituciones donde se ingresa por mérito a los cargos. Si los candidatos y candidatas ya ingresaron por méritos a la carrera profesoral, no habría problema si todos los candidatos son señoras o señores. Lo que indicaba en mi ejemplo del mensaje anterior, ese si real, es el caso del momento en que los nueve (9) aspirantes tuvieran los méritos mínimos y entraran directamente a un sorteo. Dado que solamente hay dos señoras (profesoras), la probabilidad de que sean favorecidas en un sorteo azaroso es menor que la de los hombres (profesores) que son siete (7).

Entiendo de tu argumentación que con el sorteo, como un evento subsiguiente a la preselección de méritos, la discrecionalidad de los miembros del CSU quedaría totalmente abolida, quedarían simplemente reducidos a la condición de inspectores de rifas, juegos y espectáculos. Precisamente, hace un momento le consultaba a Leopoldo en un correo acerca del mandato legal (Decreto 1210 de 1993) que tienen los miembros del CSU de nombrar rector, si podría ser transferido al “constituyente primario” de la UN en la forma de elección a través de voto directo.

Hay una jurisprudencia de la Corte que parece sugerirlo. Esperemos a ver que nos dice Leopoldo. En el campo normativo, me parece que es en la Secretaría de Gobierno en donde está adscrita la Dirección de rifas, juegos y espectáculos. No niego que esa rifa de la rectoría, aunque implique respetables y meritorios aspirantes, no dejaría de ser un espectáculo novedoso. Obviamente, alguien tendría que inspeccionarla para garantizar su transparencia.

Estoy de acuerdo contigo acerca de las dudas de los efectos jurídicos del voto en blanco. Sobre sus efectos políticos no me cabe duda. Los tendría y la administración tendría que afrontarlos. Pero como tú, veo exagerado que el voto en blanco pueda poner de rodillas al CSU para concertar sobre materias como la presupuestal, de la democracia, la estatutaria, etc.

Si cuando en algunas de las consultas anteriores ganaron aspirantes de carne y hueso, y no fueron nombrados por el CSU, las manifestaciones insurreccionales no se dieron, me arriesgaría a decir, puede que esté equivocado, que el voto en blanco impersonal podría tener menos impacto práctico reformatorio que aquel voto encarnado en candidatos formales, aunque su efecto político no se podría desconocer, desde luego.

Recogiendo especulaciones estadísticas (posiblemente más catastróficas que aquellas de las empresas encuestadoras del plebiscito del SI y el NO), solamente en el estamento profesoral, en el evento inmediatamente anterior (2015), votó el 68.4% de los profesores (Potencial total: 2.795; participantes efectivos: 1.912). Uno de los promotores del voto en blanco obtuvo: 478 votos, mientras que el actual rector obtuvo 599 votos, los restantes participantes obtuvieron 384, 145 y 114 votos.

Especulando que el convocante del voto en blanco tuviera aún un electorado cautivo, el voto en blanco podría tener un techo de 500 votos. Si el caudal acumulado de votantes por otros candidatos se mantuviera constante, se tendría que 1.912 – 478 = 1.434 votos. Con base en estas cuentas alegres de los que no acompañan el voto en blanco, éste no tendría la mayoría. Se necesitarían alrededor de unos 1.000 votos. Pero como ahora no hay 7 candidatos sino 9, el caudal de votantes efectivos se podría incrementar un tanto. Los candidatos, mal o bien, tienen sus amigos, simpatizantes, followers, etc.

Hace un momento he visto un mensaje indicando que la maquinaria de la administración apoya 4 candidatos, en otros momentos se dice que dos (2) (plan A y plan B), también se rumora que existe la versión UN de aquella expresión “por el que diga Uribe”: por el o la que diga el ex-rector tal o cual, y así sucesivamente. Esto parece sugerir que el caudal de votantes podría subir. En el caso de los estudiantes, respeto su autonomía como estamento y no hago ningún comentario.

Si al potencial voto en blanco le sumamos toda la abstención anterior de profesores: 883 (2.795 – 1.912), tendríamos 1.261 votos. Ni que hubiera “mermelada” para reclutar a todos los abstencionistas de la vez pasada.

De todas maneras, en el Parágrafo del Artículo 258 de la Carta, habría que revisar el significado de la expresión (“cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría” (Acto Legislativo de 2009) y de la expresión “mayoría absoluta en relación con los votos válidos” (Acto Legislativo de 2003). Aunque parece ser lo mismo de acuerdo con las definiciones formales.

André-Noël, cuando te preguntas que si el voto en blanco le concede jefatura o comandancia a la decena o veintena que lo convocan, hasta yo podría lanzar mañana mismo una convocatoria por el voto en blanco con mi firma autenticada en notaría y en apoyo al senado académico, y una vez se complete el escrutinio me declaro negociador plenipotenciario a nombre de quienes votaron en blanco, o inclusive de toda la comunidad si el voto en blanco fue mayoría.

No sé si lo que tratas de insinuar, cuando mencionas a Bakunin, es que el voto en blanco en sus manos lo hubiera hecho por lo menos 100 veces más anarquista de lo que fue. Los efectos milagrosos que se le otorgan al voto en blanco, como lo sugieres, indudablemente hacen parte de la superstición que anotabas al principio de tu nota. Su omnipotencia reforma estatutos, instaura la democracia, genera autonomía, salda déficits presupuestales, “and so on”.

Nuevamente, convoco a un debate ordenado, informado y muy participativo, en que la comunidad académica pueda sacar conclusiones, ojalá consensuadas, y respetuosas de la diversidad de opiniones, para que se les de trámite a través de los conductos institucionales, con el fin de conseguir al menos una significativa modificación del modelo de gobernanza, en donde los profesores, con su carácter de académicos. Podamos tener una incidencia real y efectiva en la toma de decisiones académicas. Una gobernanza compartida con la administración en la que se pueda ejercer plenamente una corresponsabilidad en el ejercicio de la autonomía universitaria.

Saludos,

Orlando


El 9 de marzo de 2018, 19:12, Andre Noel Roth Deubel escribió:
Gracias Orlando por tu comentario a nuestra propuesta.

A tu preocupación por el riesgo de ver desarrollarse prácticas supersticiosas con el sorteo, me permito responder que 1) éstas, si existen, no afectarían el resultado y 2) que de todos modos éstas ya existen en el modelo actual: estoy seguro de que no faltan candidato/as o electores que solicitan a algún Dios para que le de una mano.

A tus dudas acerca de la transparencia del sorteo, como le señalas cualquier procedimiento electoral es susceptible de fraude. Y así ocurre también con el sorteo. Lo que aquí está en juego no es la técnica, siempre falible, sino el principio político que está detrás: aceptar que el Otro también puede haber los méritos para ejercer un cargo.

Tu argumento indicando de que en el caso de que si solo existiera un candidato deseable (¿deseable por y para quién?), sería “como jugar a la ruleta rusa” es equivocado. Primero, se hace una selección de candidaturas en base a un acuerdo sobre los méritos formales indispensables (experiencias profesionales, títulos, etc.).

En este sentido todos lo/as candidato/as tendrían las competencias meritocráticas mínimas para ejercer el cargo (además, como sabes, el rector no es todopoderoso: las principales decisiones les corresponden a los Consejos). Los otros miembros de los consejos y vicerrectores, etc. podrían también ser escogidos por una mezcla de elección meritocrática y sorteo: eso permitiría disponer de una diversidad de perfiles en la dirección administrativa de la institución, en vez de una escogencia a dedo como ahora en muchos casos. Eso permitiría también salir del síndrome del Frente Nacional y del sistema antidemocrático, cuasi totalitario, del Spoil system anglosajón que se aplica frecuentemente en Colombia.

Y, si se combina el sorteo con la elección no serían nueve candidato/as, sino cinco (en el formato actual). Pero se podría también acordar que el sorteo se dé únicamente entre los tres primeros en la consulta, lo que aumentaría mecánicamente el valor del voto popular. En cuanto a la ley de cuotas, no le veo ningún inconveniente en la medida en que exista una preselección en base al mérito formal (tal como ahora, pero se podría revisar los méritos a demostrar) antes de llegar a las secuencias de la consulta popular y del sorteo.

En cuanto a la claridad de lo/as candidato/as en sus propuestas, estas podrían ser mejor expresadas, con menos “prudencia” que ahora, ya que el objetivo sería de quedar en los 3 o 5 más votados por el censo electoral, sin preocuparse por la motivación del voto de los miembros de un Consejo Superior Universitario.

En el sistema actual hay dos elecciones: una popular (¿qué decir para ganar los favores electorales de la comunidad y no ser eliminado?) y otra, que implica definir ¿qué prometer (en secreto o abiertamente) a los miembros del CSU? Siendo el CSU un comité con pocos miembros, los riesgos de corrupción son mayores.

En cuanto al voto en blanco, entiendo que (según la distinción propuesta por Leopoldo), primero, en la actualidad, no tiene ninguna validez jurídica y, segundo, que la decisión de darle validez política que se podría derivar de su éxito es absolutamente discrecional del CSU. Es decir, se ratifica la delegación total de poder a un órgano que es considera a su vez como ilegítimo por sus promotores.

En cambio, el sorteo le quita todo poder de decisión al CSU. Además, me parece ingenuo pensar que un triunfo del voto en blanco abriría ipso facto un debate sobre la gobernanza en la universidad. ¡Según un colega en este grupo de correos, parecería que casi enseguida el gobierno aceptaría concertar el asunto presupuestal, permitiría acordar con el CSU los cambios estatutarios, y abriría el camino a una nueva política universitaria, etc.!

Ante las bondades y efectos del triunfo de un voto en blanco, aun me sorprende que, a Marx, Bakunin y otros lenines no se les había ocurrido esta estrategia con sus efectos tan eficientes, generosos y amplios, cuasi revolucionarias o milagrosos. ¿En este caso, quienes serían los negociadores? ¿Los primeros o todos los firmantes del llamado? ¿Votar en blanco significa votar por representantes? ¿Cuáles del listado? ¿Y si el voto en blanco es minoritario, querrá decir que las mayorías aceptan el sistema actual de consulta y de gobernanza? En este sentido el sistema actual se vería legitimado.

Sin embargo, considero que el voto en blanco representará de todos modos una medición de la insatisfacción para con el modelo de designación del rector y de la gobernanza actuales de la Universidad. En este sentido, invito también a sus partidarios reflexionar sobre el sorteo como un elemento a tener en cuenta en eventuales proyectos de reforma de la gobernanza universitaria. Así mismo, el voto en blanco podría también ser introducido como una opción en el sorteo.

Su significación sería entonces de iniciar un proceso de transformación del modo de designación de las directivas universitarias o de la gobernanza de la institución. Obviamente, ni los objetivos declarados del voto en blanco, ni el sorteo se implementarán sin un proceso de movilización de las comunidades interesadas. Rara vez se ha visto autoridades estar dispuestas a autolimitar su poder por un simple voto, sin fuerte presión exterior.

La aceptación del sorteo implica un cambio de paradigma en la gobernanza, en la concepción del mérito y en el sentido del ejercicio del poder. Facilitaría también el respeto en las relaciones interpersonales.

El elegido por la fortuna, no podrá autoengañarse creyéndose un genio porque fue escogido supuestamente por sus méritos. Implica la aceptación que el Otro puede gobernar, que no se lo considera, simplemente porque no es afín a nuestra perspectiva, como inepto. Es decir, es una medida que favorece la empatía, la tolerancia y la paz.

Andre-Noel Roth
Depto de Ciencia Política



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