domingo, 20 de diciembre de 2020

 LOS CUATRO AMIGÜES, LA ÉTICA   Y LA COLOMBIA DEL ÉXODO

Miguel Ángel Herrera Zgaib, Ph.D.

Director Grupo Presidencialismo y participación, Unal/Unijus, y

La International Gramsci Society - COLOMBIA.

 

“La idea que la ética y la política son dos espacios diferenciados solo conduce a un indeseable relativismo moral y a que las sociedades se vuelvan inviables y los estados “fallidos”. Pilar Gaitán et al, ET, 18/12/2020, 1.18.

“La Fiscalía tiene 29 casos por presuntos “falsos positivos” en los que aparecen 22 generales del Ejército. Así lo informó en un documento enviado a la Corte Penal Internacional (CPI),  en donde Colombia está en evaluación.” ET, 17/12/20, 1.6.

                                                              Comencemos con una pareja de politólogos colombianos de reconocida trayectoria, Pilar Gaitán y Eduardo Pizarro, quienes cursaron sus pregrados en Ciencia Política y Sociología en Colombia, en prestigiosas universidades privadas, Andes y Javeriana, antes de incursionar en la política local.

Hoy, ambos exhiben sus preferencias, y de paso avanzan sus ideas en favor del que llaman “centro político,” ad portas del 2022. Quieren contribuir señalándole a todos los competidores, ya dispuestos en el partidor de la carrera política, un deber mayúsculo: celebrar un pacto ético.

La acuciosidad los lleva hasta el mismísimo Aristóteles, quien se hizo célebre por su Ética a Nicómaco, su hijo,   un texto que Occidente conserva y todavía se lee en algunos cursos de Introducción a la Ciencia Política, y más probablemente, en las clases de Historia y Pensamiento Político. Ellos tienen interés manifiesto en proponer un debate ético que creen es necesario y urgente, tomando del pelo a las enseñanzas de Niccolo Machiavelli.

De la restauración moral al pacto ético

Los colegas también acuden a la fama bien cultivada de Adela Cortina, quien ha dedicado sus mejores años a instruir a los empresarios de España, primero, y de América Latina después. Ella es autora de un tratado que atrae por su brevedad, Etica mínima (1986), que emula bien con la pieza de Aristóteles, quien conviene recordarlo, hizo causa común con Macedonia. Esta polis que sometió a Atenas, conducida por los ejércitos de Filipo y Alejandro, sepultó su democracia, y las autonomías que caracterizaron a Grecia antigua. Aristóteles, ya cercana su muerte, al triunfo el partido de la democracia en Atenas, en rebelión contra la imposición, puso pies en polvorosa regresando a su terruño.

Adela en aquel escrito, sin embargo, no entra en honduras, sino que va al grano en los deberes éticos. Emula con su coterráneo filósofo Fernando Savater en construir best sellers en estos saberes sociales. No tiene en cuenta lo dicho por Immanuel Kant, filósofo de la Ilustración, del sujeto individual consciente, quien en la Metafísica de las Costumbres, nos habla, nos expone en términos modernos  la moral individual y el imperativo de la libertad como características de la Ilustración que aspira a los individuos de la especie humana que alcance la mayoría de edad intelectual.

Ambos son evangelistas universitarios de las “nuevas” ciudadanías nacidas del Pacto de la Moncloa, cuando el franquismo prolongaba su agonía a plazos. A propósito de lo cual, que se sepa, no dicen ni pío de la urgencia de que España sea república, y menos que haya más de una, cuando se lee lo que escriben a propósito de vascos y catalanes.

La pareja colombiana en comento, igual, guarda silencio con respecto  al famoso grito de Gaitán, el líder popular, que se hizo célebre en sus peroratas a las multitudes del teatro Municipal, las calles y plazas, cuando insistía en la “restauración moral de la república”. Sellaba su exhortación al Pueblo, con “A la carga!”

Quizás, porque para Eduardo, recordando una anterior contribución suya para El Tiempo, A fondo, se fue lanza en ristre contra los populismos que calificó de derecha e izquierda. Para jugarse, sin sonrojo alguno, por el “bendito” Centro, y que algo tiene que ver también con el “bendito” Fajardo, el ciclista, por supuesto, no el futbolista.

Los cuatro Amigües  y sus rivales

“Leopoldo López es un amigo de la libertad”. Palabras del exsenador subjúdice, Álvaro Uribe Vélez. Visita del “fugitivo”Leopoldo al Ubérrimo.

                                                                        Las elecciones en Venezuela de la nueva asamblea nacional bolivariana, con los resultados conocidos, y el referendo convocado por la oposición que animan el autonombrado presidente interino, Juan Guaidó, y el fugitivo líder Leopoldo López, quien se encontraba en la sede diplomática de España en Caracas, de donde salió en secreto para completar su fuga, se convirtieron, luego en la martirizada Colombia, en la oportunidad para que el país político rinda honores y respaldo al político reaccionario venezolano.

Leopoldo fue invitado, primero, a reunirse con el ganadero y criador de caballos, Álvaro Uribe, en su propiedad, en las cercanías de Montería, posando al lado de uno de los sementales con su “nuevo amigo” en mangas de camisa y sin tapabocas.

Luego hubo la aparición de Leopoldo como figura, en el seriado del presidente Duque, pagado por la ciudadanía que tributa, donde al entrevistarlo hubo oportunidad de denostar del gobierno del presidente Nicolás Maduro, que no bajan de  calificar de una dictadura, y lanzar loas a la “democracia” de la que es guardián Leopoldo después de su fuga.

Luego el turno fue para la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien al ganar la elección para la alcaldía ipso facto lanzó la candidatura de Sergio Fajardo, quien es una lumbrera matemática que se define como centro, a distancia entre la derecha y la izquierda, y excluye de cualquiera alianza al candidato de la Colombia Humana, Gustavo Petro. El cuarto de los amigües es el ministro de defensa, Holmes Trujillo, a quienes otros identifican como un potencial candidato presidencial para el año 2022.

Esta confluencia de los cuatro amigües está identificada en una potencial alianza con miras a los ejercicios que conduzcan a ganar la presidencia para la coalición de centro, que no volverá a ganar en la primera vuelta. Esto sostenido a la luz de las debilidades reconocidas de cada una de las fuerzas políticas. Hoy unidas en la “cruzada reaccionaria” contra la Venezuela bolivariana, que no se ha rendido a los dictados del gendarme regional, el gobierno estadounidense.

Es de parte de ellos, la consabida reverencia al presidencialismo imperial estadounidense. A través de los sucesivos presidentes, desde George W. Bush, “Mr. Danger”, según la jocosa denominación del Comandante Chávez en la Asamblea de la ONU, y  los sucesores, Barack Obama, el actual ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump, quien no quiere hacer a un lado su pretensión de fraude, contra el nuevo presidente, Joe Biden, cuya victoria ya fue acreditada por el Consejo Electoral.

Joe no ha hecho ni hará ningún giro que contraríe las afrentas y denuncias contra la revolución bolivariana, cuyo bloqueo criminal siguen manteniendo, congelando fondos y persiguiendo a los funcionarios y dirigentes de proyecto del socialismo del siglo XXI, con sus vicisitudes y logros. Es el mismo libreto ensayado contra Cuba, solo que bajo otras circunstancias.

No hay duda que el bloque de Centro y reacción a la vista, de los cuatro amigües tiene unos interlocutores y adversarios en lo electoral de cara a la presidencia de Colombia, así como en los escenarios de participación que van más allá de lo instituido, de las representaciones convencionales. El adversario más reconocido, sin duda, de facto, es el senador Gustavo Petro, el contendor principal, puesto que obtuvo más de 8 millones de votos, y quien ha puesto en claro quienes están del lado de la paz y de la guerra, en el debate congresional citado con cuatro senadores, Cepeda, Sandino,  Robledo, y Barreras, que descubrió las patrañas y artimañas de otro frustrado candidato “destapado”, el exfiscal Humberto Martínez.

Éste organizó la tragicomedia de la sindicación de Jesús Santrich, que lo condujo a un año de prisión en la Picota, y al riesgo de ser extraditado, a raíz  del concurso delictiva de Marlon Marín, quien aprovechó su relación familiar con uno de los dirigentes del nuevo partido Farc, y de la Fiscalía que procuró, según lo denunciado, fondos y los kilos de cocaína, que buscaron ser exhibidos como prueba fehaciente por parte del bloque de enemigos de la paz.

Es el mismo bloque que sigue jugando duro en el interés de desprestigiar las instancias de la JEP, y de bloquear la realización de los otros puntos que le dieron contenido y sentido a los acuerdos de paz.

Hechas las cuentas, tenemos a la vista dos bloques en construcción, con mayor o menor concreción, el de la guerra, que esta semana ha estado muy atareado, teniendo como anfitrión a Álvaro Uribe, quien pendiente de su proceso judicial se reunió con su partido y los miembros de la coalición en El Ubérrimo, donde sigue tuiteando y preparando su causa en la libertad obtenida a causa de su renuncia a la senaduría, con tal de defenderse mejor.

Él  “no dejó de dar puntada sin dedal”, dando devoto inicio a la jornada de aguinaldos. Presentando a su queridísimo hijo, como candidato al senado, para empezar, dizque enarbolando la causa del trabajo, con el pírrico aumento del 4 %, para el salario mínimo, y la disminución de la jornada laboral a 44 horas semanales. Es el parto de los montes, de este joven turiferario del padrecito Uribe, frente a las miserias ofrecidas por los empresarios, que hacen leña con la pandemia, - a través de sus asociaciones con el gran capital financiero-, de los trabajadores colombianos, empleados, desempleados, y precarios, que son la inmensa mayoría desamparada.

¿De cuál éxodo hablamos?

“…la perspectiva de resistencia y controversia radical no armada frente al orden social vigente ha de orientarse al éxodo, sin claudicaciones ni cooptaciones…sin la utilización de las armas que, de manera simultánea, permitan la satisfacción de las necesidades básicas de la existencia social sin obstáculos de naturaleza mercantil…” Víctor M. Moncayo, Éxodo, 2018:329.

“La protección de la población civil es la prioridad de la estrategia de seguridad dirigida directamente por el presidente Iván Duque.” Nancy P. Gutiérrez, consejera para los D.H, del gobierno de Colombia, en ET, 16/12/2020, 1.4.

“Seguimos rechazando esta violencia sistemática en contra de quienes son parte de las comunidades y han ejercido como autoridades.” Jhoe Sauca, coordinador del CRIC, en Togoima, municipio de Páez. ET, 16/12/2020, 1.4.

Nuestra respuesta…no es todavía una propuesta sustantiva, sino apenas una línea-guía metodológica y, en todo caso, no se debe esperar que esta respuesta ofrezca una solución y dé reposo al tema planteado. Antonio Negri, Hacia la redefinición del poder constituyente: más allá de la soberanía estatal, en: Prólogo, Éxodo. Salir del Capitalismo, Aurora, 2018: 38.

                                                                                                                   Desde antes del año 2002, con el exrector Víctor Manuel Moncayo hemos mantenido un interés sostenido en las contribuciones del intelectual comunista y autonomista Toni Negri. Lo hemos hecho de diferentes maneras y diferentes momentos. Aprovechando los espacios académicos, científicos y políticos de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, y la Universidad Nacional de Colombia. Respondiendo cada uno, a los aprestos de la modernidad que somos, y que son propios del capitalismo dependiente y periférico que es Colombia.

Las lecturas de uno y de otro han estado descentradas de la vulgata marxista, desde diferentes orillas. Una enriquecida por la interlocución previa con Althusser, Poulantzas, Holloway, y sobre todo, Paolo Virno; y la otra, la mía, de modo principal con la obra de Antonio Gramsci y las experiencias de la escuela italiana de Galvano Della Volpe, y la interlocución con la obra de Lucio Colletti y Mario Rossi, así como los trabajos de Cornelius Castoriadis, y claro, Paolo Virno, en particular, un ensayo que he trabajado en diferentes momentos de mi docencia, Multitud y principio de individuación, que es una sintética interlocución con la obra de Gilbert Simondon, el maestro de cabecera de Gilles Deleuze.

 

Pero, ahora, en los dos últimos años, el exrector de la Nacional, quien fuera mi profesor de primer año de Derecho, en Ciencia Política, se ha lanzado contra viento y marea,  a recepcionar el último trabajo de Antonio Negri, en su libro ensayo Éxodo. Salir del Capitalismo (2018). Aquí, él involucra y actualiza sus aprendizajes anteriores, que volcó en parte en el Leviatán Derrotado (2004), donde la preocupación era por mostrar la crisis del estado moderno, al modo como lo concibieran Hobbes y sus continuadores, con aplicación a una lectura descentrada del estado colombiano y su derrumbe.

Pero, lo que en verdad acometió allí fue el estudio del régimen político colombiano, y su carácter sistémico. Algo que él enseñaba desde su cátedra en la Nacional, cuando regresó de Lovaina, y nos puso en contacto con la obra de David Easton y de Umberto Cerroni.

Ahora, en su segunda parte reflexiva, ya se aventura a un ejercicio no solo crítico sino propositivo, con respecto a la caducidad del estado en el mundo y en el país, lo que no quiere decir que haya desaparecido, o vaya a desaparecer de un momento para otro. Pero, él también busca salidas para Colombia, que implican, como lo revela el subtítulo, salir del capitalismo, esto es, el sistema como totalidad, de cuyo estudio primordial se encargó Karl Marx, entregando su vida a esta empresa heroica, después del fracaso de la revolución de 1848, y el éxito parcial, provisional de la Comuna de París (1871), en tiempos de crisis capitalistas.

Estas reflexiones actuales están abrevadas por su participación en la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas en Colombia, donde fungió como uno de los relatores. A la cual contribuyeron diferentes visiones, de un espectro de inclinaciones y credos políticos. A estas él se refiere a espacio y con diferentes énfasis. Nominándolos por los apellidos de sus autores, sobre todo, en el recorrido del capítulo VI, que lo denominó La perspectiva colombiana.

Esta parte que se extiende desde la página 210 a la 329, contiene un muy buen material comentado, y reflexiones propias para tratar de desentrañar el rumbo de la lucha del trabajo material e inmaterial en la presente coyuntura estratégica glocal. Valiéndose de claves interpretativas y explicativas provenientes de un tronco principal, las cogitaciones del maestro cattivo, de quien lo separan en edad, nueve años. Él mismo que en el texto que sirvió de Prólogo a Éxodo, revela la siguiente guía metodológica:

 “Nuestra respuesta es la de alguien que se hace con el balón y dispara, creando así una dinámica, un movimiento…tenemos que comenzar por investigar las redes de cooperación que animan la producción y la reproducción de la vida social.”

La comunicación de esta última parte de mi reflexión, descubre las comunidades con Negri, y  Moncayo, con las consabidas distancias materiales y especificidades formativas e investigativas, a las que ninguno tiene por qué renunciar, siguiendo la revelación de Antonio:

“Por primera vez, por fin, nosotros los intelectuales podemos comenzar a hablar como los proletarios. Finalmente, ha terminado aquella separación del trabajo manual que nos hacía sentir distintos, y de alguna manera partícipes de la explotación de los obreros. Ahora sabemos que el trabajo que hacemos con nuestra cabeza no tiene nada que envidiar al de cualquier otro…nosotros los intelectuales somos también los explotados y la sal de la tierra.” (Moncayo, 2018: 23)

Al preguntarme por ¿cuál éxodo? Acepto el reto de estos peculiares compañeros de viaje. Teniendo en cuenta, como lo expresa Moncayo, el partir del Acuerdo de Paz de La Habana, la perspectiva del éxodo, que el desarrolló en el capítulo V, de modo general. Para lo cual él observa las prácticas y movimientos sociales, y no sólo a la organización guerrillera convertida ahora en partido político legal, enfrentadas con múltiples retos y expectativas. (Moncayo, 2018: 24)

En materia de diferencias conceptuales, al hablar de nuestro éxodo y su actualidad, Moncayo recuerda que la multitud no la componen “ciudadanos”, ni “productores”, porque se rompieron las distinciones, que no diferencias, entre lo individual y lo colectivo, lo público y lo privado.

Hablemos, pues, de los “muchos” que no son todos y cada uno, como aparecen por ejemplo mencionados por Baruch Spinoza, cuando se refiere a la voluntad de todos, a diferencia de la voluntad general rousseauniana. La referencia es a multitud como concepto de clase, es decir, “la clase de todas las singularidades productivas, de todos los sujetos del trabajo material e inmaterial, inmediato y no inmediato, cuya potencia puede expresar su deseo de transformar el mundo.” (Moncayo, 2018:25)

Tal es la multitud de la que también hablo aquí, cuando me refiero al bloque de la paz, enfrentado al bloque de la guerra; cuando hablo en esta coyuntura estratégica de su potencia desenlace, en el sentido del triunfo de una de dos alternativas: la paz reaccionaria o la paz subalterna, en una lógica que pretende ser adversarial, aunque el bloque al comando del estado insista en la fórmula amigo y enemigo.

Si no, ¿dónde situar el siguiente reporte del solo año 2020, entregado por la ONU? En él la alta comisionada para la paz, Michelle Bachelet, señaló que la Comisión de Verificación documentó 66 masacres, en las que 255 personas fueron asesinadas en 18 departamentos, el asesinato de 120 defensores de D.H, y 244 asesinatos de excombatientes de las Farc.

La multitud que protagoniza el éxodo en Colombia está hecha de las víctimas muertas y, claro está, de las vivas que son millones, sujetas a relaciones de opresión, explotación, dominación y subordinación, multiplicadas. En entero acuerdo que no se trata, en ningún caso de homogeneizarlas, a través de una soberanía bajo la forma del pueblo nación.

A pesar de las ambigüedades que la constituyen, como bien lo subraya Paolo Virno, en sus escritos, esta, en mis términos, multitud subalterna, tiene la capacidad de imponer una sociedad alternativa a la sociedad del capital, que para nada requiere que se borren y resuelvan las diferencias, sino que garantice que las singularidades, las subjetividades en su pluralidad florezcan con sus respectivos procesos de individuación, que no hay por qué tronchar o truncar.

A las puertas del estado de emergencia climática

“EE.UU volverá al Acuerdo de París en el primer día de mi presidencia e inmediatamente empezaré a trabajar con mis homólogos en el mundo.” Joe Biden

“Tenemos ahora la posibilidad de congregar al mundo en un enorme esfuerzo para reducir las emisiones de gas de efecto invernadero.” John Sauven, director ejecutivo de Greenpeace.

                                                                        Todo lo anterior dicho supone, en el caso de Colombia, y en el marco indiscutible de la emergencia climática, que la multitud se haga estado para darle curso radical a la sociedad autorregulada en procura de lo común. Expresada en las múltiples formas de auto-organización que tenemos a la vista en el último periodo, que se extiende desde los años 2010/2011.

El hacerse estado de los subalternos, nos acerca a Lenin como punto de fuga efectiva de lo político estatal sin romanticismos anárquicos. Este hacerse estado lo es en avance de la lucha contra-hegemónica que disgrega el bloque histórico que domina a las fuerzas subalternas en Colombia.

Al respecto existe una discusión directa, en el marco de esta coyuntura estratégica con respecto al entendimiento de la autonomía de lo político y de la política, que diferencian también Negri con Moncayo, y otros tantos. A una y otra caben en la reflexión en comento, que caen desde el campo liberal hasta la izquierda radical en el espectro de la soberanía.

Pero, en nuestro caso, la lectura se hace desde la perspectiva de Jacques Rancière, que propone la política, como el hacer de los sin parte, que no define a la democracia como régimen, sino, en últimas como poder constituyente y, añadiría, destituyente,  en procura, incesante, de la autonomía integral que signa la nueva época de la guerra de posiciones política  que a nivel planetario se libre entre la democracia y el imperio.

En este caso de la multitud subalterna que lucha por la autonomía integral. Ella está, en efecto, compuesta de diferentes singularidades constituyentes. Empleando y corrigiendo los términos de Moncayo, no se trata de un pluralismo, sino de una pluralidad multitudinaria que lo recuerda Negri, rompe “con toda concepción fetichista de la unidad política”, y corta “amarras con los conceptos de pueblo y de nación tradicionalmente entendidos como unidad” (Negri, 2018, 35)

Con las diferencias anotadas, la multitud en movimiento, que arranca cuando menos, en el marco del régimen para-presidencial gobernado por Álvaro Uribe, con la marcha protesta del maestro Moncayo, quien partió de Sandoná, para reclamar la liberación de su hijo militar, y llegó hasta Bogotá. Es la que continua después hasta la movilización multitudinaria, diversa, de los diferentes de noviembre de 21, y las protestas espontáneas de rebeldía ciudadana y juvenil de septiembre pasado en las calles de Bogotá, y Cali, que se sellaron con asesinatos oficiales.

Esta multitud responde, sin duda, a nuevas formas de antagonismo, que no se reducen al clásico enfrentamiento entre capital y trabajo que correspondió a la fase del capitalismo competitivo, y del que dio cuenta de manera magistral el escrito de Federico Engels, acerca de la situación de la clase obrera en Inglaterra, durante el siglo XIX.

Se trata de una nueva forma de poder constituyente, no solo política sino social, que está vinculado a “los comportamientos sociales y a las nuevas tecnologías de subsistencia, resistencia y transformación de la vida” (Negri, 2018, 38). En Colombia, en nuestra modernidad, que no responde a ningún molde o prototipo a seguir, también se da la presencia hegemónica del trabajo inmaterial, que toma cuerpo en las experiencias protagónicas de modo diverso, de las mujeres, de los jóvenes, de las minorías étnicas, y la pobrería desempleada e informal. Para solo referir tres de las realidades observadas en sus luchas, que prueban que los subalternos en Colombia, no solo pueden hablar, sino que actúan, y reinventan sus formas de organizarse y reproducir la vida.

Este es el tiempo de la producción biopolítica, y al respecto, Gustavo Petro, quien rechaza, igualmente, casi en solitario, los embelecos del centro, en relación con las candidaturas más opcionadas, por las mediciones iniciales, coloca, en cambio, en uno de los extremos la defensa de la naturaleza, la alternativa ecológica que se enfrenta con la voracidad capitalista, y responde al “estado de emergencia climática.”

Al hacerlo está en sintonía desafiante con lo dispuesto en el Acuerdo de París, de limitar el calentamiento global a un máximo de 2 oC, pero a todas luces la marcha en el presente siglo, por el contrario parece acercarse a superar los 3 oC. Reunidos en París, en la Cumbre de Ambición Climática, a instancias de Antonio Guterres, y el papa Francisco, con 38 estados reconocen la urgencia de lograr la neutralidad del carbono. Para empezar, fijan a las claras otra ruta para el éxodo del capitalismo, después de 2015.

Con la expectativa de la inminente salida de Trump del gobierno estadounidense, y las promesas de Biden, de recuperar la sensatez en materia de emergencia climática, sin que haya en él, y en la inmensa mayoría de los gobiernos firmantes ningún giro anticapitalista, se fija un norte al “credo realista” de la Colombia Humana. Dan una ruta al rumbo presente de la empantanada paz de Colombia, y a la producción biopolítica que de paso al desmonte definitivo del régimen para-presidencial y ponga un alto al avance de la para-república que no cesa por estos días, sino que crece como verdolaga asesina en casi total impunidad.

Así las cosas, el éxodo anticapitalista empieza a tomar cuerpo y figura, muy a pesar de los silencios al respecto del progresista Petro; y sin que dejemos de lado los ejercicios de las nuevas ciudadanías que pueblan los campos y ciudades de Colombia, potenciando el núcleo de buen sentido que anida en el corazón del sentido común dominante. Haciéndose eco inteligente del decir del papa jesuita, amante del fútbol: “la actual pandemia y el cambio climático, que tienen una relevancia no solo ambiental, sino también ética, social, económica y política, inciden, sobre todo, en la vida de los más pobres y los más frágiles.”

Así las cosas, el desenlace de la crisis de hegemonía en Colombia, está pasada por el diapasón de la bioética, y por el hacerse estado de los subalternos en procura de las condiciones para una paz democrática duradera, donde la sociedad autoregulada exhiba sus potencialidades constituyentes.

Lo cual reclamará una puesta en situación de los lenguaje puestos en la liza por el accionar de los “cuatro amigües”, que siguen hurtándole el bulto a la relevancia de la autonomía de las multitudes para fijarle el rumbo adecuado a sus sociedades, y que le hacen el juego a los cantos de sirena, supuestamente “democráticos,” tan democráticos como el  del Centro, que empieza a proyectar las aspiraciones de Tomás, el delfín capitalista, de la prole ubérrima. 

El bloque reaccionario escucha a esta  “oposición,” así llamada por Leopoldo López, Corina Machado, Juan Guaidó y sus asociados. Mientras guarda silencio frente a lo que le reclama la oposición interna colombiana, cuyos liderazgos se anegan en sangre diaria; con la ocurrencia lapidaria de la comisionada de D.H, del gobierno de Colombia, que dice que el principal problema es la ilegalidad, y no la hecatombe humanitaria que está delante de sus ojos, y de 48 millones de compatriotas.