viernes, 7 de mayo de 2021

 

XIII FORO PALABRA Y ACCIÓN

PONENCIA

DEMOCRACIA SUBALTERNA, PARO Y PENSAMIENTO DE RUPTURA.

Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD.

Profesor asociado, Departamento de Ciencia Política

Universidad Nacional de Colombia.

 

ELEMENTOS DE TEORÍA

La presencia de la Multitud Ciudadana Subalterna

                                                                              Cuando proyectamos este Foro, las deliberaciones que comenzaron el lunes 3 de mayo, en el espacio de la facultad de Derecho y Ciencia Política de la U. Nacional, no teníamos a la vista el devenir de la protesta nacional, y mucho menos la coyuntura del paro que cumple su quinto día. Sí teníamos en nuestro haber analítico explicativo, una caracterización del devenir previo de una coyuntura estratégica que rastreo desde los años 1999-2010, en el grupo presidencialismo y participación; y cuyos primeros hallazgos plasmé en lo que fue mi disertación doctoral presentada a comienzos del año 2019.

Conviene no olvidar cómo en el acto público de sustentación reiteré, que Colombia, su comunidad política, gobernantes y gobernados, experimentan el desenlace de una crisis de hegemonía, ante un auditorio de más de 100 asistentes, quienes me honraron con su presencia.  Esa crisis postulaba, a fuer de síntesis, una relación entre dos extremos dinámicos a la vez que traumáticos, la democracia subalterna y el para presidencialismo.

Las conclusiones de la disertación fueron objeto de un comentario de uno de los jurados, cuando sostuve ante el público que estaba en curso una revolución democrática interrumpida en el marco de una crisis orgánica de larga duración. Que para entonces, ya firmada la paz con las Farc-Ep a finales del 2016, no sólo este hecho, la firma de la paz, a contravía de la “emboscada” del plebiscito, sino el accionar de los subalternos, nos mostraba el sostenido ascenso de la lucha social y política en cabeza de un nuevo sujeto político plural, la multitud ciudadana subalterna, que tenía expresiones capilares, moleculares que se comprobaban en la matriz de subalternidad que fui elaborando a lo largo de diez años en mis clases y trabajos investigativos con el grupo que creamos desde el año 1999.

Este nuevo fenómeno político y social que transforma la gramática de los movimientos sociales en Colombia, se venía mostrando con anterioridad, y, en su potencialidad, ofreciéndonos pruebas indiciarias, cuando el profesor Moncayo empezó una marcha casi en solitario desde Sandoná, y como en la fábula del flautista de Hamelin, se le fueron sumando cientos de protestantes contra la guerra social fratricida, que afectaba en primera persona la libertad de su hijo, retenido por las Farc-Ep.

Hasta que la marcha de la paz  llegó, tocó a las puertas del Capitolio, donde lo recibió con arrogancia el presidente de turno, Álvaro Uribe Vélez, sordo antes como ahora al clamor humano de una ética de vida que se sustenta en una paz duradera y reconciliatoria. Porque hasta la fecha se trata de parar, como tarea inaplazable, la bestial sangría de la guerra social orquestada desde arriba contra los muchos. Porque los subalternos siempre anhelan y demandan de manera heroica, desde los tiempos de la Constitución de la Gran Colombia, cuando menos, democracia con reformas para abolir los privilegios.

Con todo, uno de los jurados sostuvo ante el auditorio de mi disertación que lo sustentado era, por decir lo menos, demasiado optimista al detectar primero, e insistir luego que las potencialidades del hacer de los grupos y clases subalternas de Colombia marchaba en la dirección de un nuevo ciclo de la revolución democrática interrumpida, varias veces, con causa en la guerra social de la guerra desplegada desde arriba, desde cuando ocurrió el asesinato de Jorge. E. Gaitán.

El ejercicio de cualquier sustentación doctoral tiene límites temporales, establecidos de antemano, 20 minutos, y 5 minutos de réplica para el expositor delante del jurado y la audiencia. Entonces, uno de los oyentes reclamó que me dieran tiempo para ampliar lo que de modo sustancial ya había expuesto, pero fue conminado a guardar silencio.

¿Qué prueban los hechos, y qué explica la teoría política?

Hoy está claro, más que nunca, ¿qué tan adecuado fue mi diagnóstico de enero del año 2019? Éste nada tenía que ver con futurología, ni emulaba con las “predicciones” de las ciencias naturales, que, por lo demás, naturales son todas, incluidas las humanas y sociales, pero no solamente eso. Ellas, cada una de las ciencias, tienen sus especificidades, porque, además, incluyen tanto carga histórica como ideológica. Tal y como lo probó el epistemólogo materialista, Louis Althusser en sus trabajos ampliamente difundidos en la década de los años 70.

No por eso eché para atrás, en la sustentación, lo que había afirmado y probado “tendencialmente” en mis hallazgos consignados en el trabajo doctoral que es un ejercicio de saber materialista, uno que Althusser denominó “materialismo aleatorio”, al final de su vida cerrada por la tragedia,. Hace años que, en materia de epistemología, soy cuidadoso en no confundir “condiciones” y “determinaciones” en materia de saberes sociales.

Porque lo aprendí de la vida misma, propia y ajena; y de la lectura de Carlos Marx, y Antonio Gramsci, entre otros. A quienes estudié y estudio con rigor, en medio de las limitaciones existentes, personales y de la sociedad en la que vivo, sin que, por lo demás, mi pensar estos asuntos se haya acabado y concluido.

A propósito de lo que implica en el ámbito de las epistemologías del sur, el materialismo activo, aleatorio, que no rinde culto a las determinaciones, pero que nunca ignora las condiciones de diverso tipo y rango, pero condiciones al fin, porque a la base de lo dicho por las ciencias está la libertad y creatividad humanas inagotables.

Como los asistentes lo supieron ese mismo día de la disertación, mi trabajo doctoral fue aprobado, y recomendada su publicación. Después de más de un año, presentada ante el Comité de publicaciones, fue autorizada ya, este semestre su publicación oficial en la colección Gerardo Molina. Así que el público tendrá la oportunidad de juzgar lo que yo califico como pensamiento de ruptura. Sobre el particular, hago este nuevo avance como un componente de las deliberaciones del XIII Foro palabra y acción, de frente a una coyuntura estratégica extraordinaria, cuyo desenlace vengo diagnosticando con el equipo de estudiantes que habitan de manera circunstanciada los espacios de reflexión del Grupo presidencialismo y participación que dirijo desde que son docente de planta en la Universidad Nacional de Colombia.

De otra parte, la disertación que tomo como base de esta ponencia está elaborada y prueba la refundación de la Ciencia Política moderna, desde la perspectiva de los grupos y clases subalternas. Es una hipótesis que formulé para su prueba en un trabajo anterior, con el cual me gradué como maestro en Ciencia Política en la UNAM. Escribí y sustenté la tesis Antonio Gramsci y la Crisis de Hegemonía. La refundación de la Ciencia Política (2016). Está publicada como libro en la facultad de Derecho y Ciencia Política, donde puede ser adquirida, y consultada para los interesados.

Es una operación doble, porque entraña una refundación de la ciencia política clásica burguesa, que arrancó con fundamento en la sociología política comprensiva elaborada por Max Weber. La refundación de este saber moderno, que arrancó con Nicolás de Maquiavelo, plasmado en De Principatibus, La Historia de Florencia, Los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, lo reelaboró Antonio Gramsci con el nombre de ciencia política, que nunca empleó Maquiavelo. Lo cual nunca hizo Weber, quien prefirió continuar hasta su muerte siendo un sociólogo. Tampoco lo hizo su discípulo estadounidense más connotado, Talcott Parsons. Ambos están en la fundamentación de la ciencia política norteamericana, la de David Easton, Gabriel Almond, Verba, Pye, y otros, que sigue siendo hegemónica hasta hoy en día.

Es la obra fùr ewig de refundar la política y su ciencia en la modernidad subalterna y su despliegue revolucionaria en el posterior ciclo de las revoluciones proletarias. Así llamó Antonio Gramsci también este saber nuevo, en la correspondencia con su cuñada Tatiana Schucht, anunció que trabajaría un plan para la eternidad humana.

Es  la obra que plasmó en los Cuadernos de la Cárcel, que son sus borradores, concebidos a la manera de los Grundrisse de Marx, en condiciones heroicas, en una celda, aquejado de varias enfermedades, bajo condiciones de censura permanente.

La diferencia con los Borradores de Marx, es que éstos, de cierto modo se plasmaron en vida de éste, en la publicación de un primer libro, de la Crítica de la Economía Política, que tardó diez años en entregarlo a las prensas. Este primer volumen, en forma corriente, lo conocemos como “El Capital” publicado en 1867.

 

 DEL PARAPRESIDENCIALISMO A LA DICTADURA CIVIL.

 A PROPÓSITO DE LA ACCIÓN

¿Qué es el pensamiento de ruptura, y hacia dónde orienta?

 Con estos antecedentes, mi trabajo doctoral, cuya publicación anuncio para los siguientes meses en las prensas universitarias, pienso, que, por lo pronto clasifica en lo que Boaventura de Sousa Santos y otros llaman epistemologías del sur. Por procedencia, ¿por qué lo digo? porque Antonio Gramsci es un sardo, nacido en otro sur, como lo soy yo, nacido en el Girardot geográfico. Pero, al mismo tiempo, ninguno renunció en ningún caso a la interlocución, la transversalidad y la interseccionalidad, sin exclusiones,  y tampoco olvidar los lugares de nuestra procedencia.

 Quienes tendrán la oportunidad de leer mi escrito de disertación podrán convalidarlo o no, en ese horizonte, teórico científico, epistemológico pensado, visto y probado desde y en el Sur. El enfoque general que adopto, que reviso, Antonio Gramsci lo denomina Filosofía de la Praxis, porque así lo derivó y aprehendió de su lectura crítica de Antonio Labriola, a quien nunca conoció en persona, y quien en el  marco de la Segunda Internacional, siendo un intelectual socialista independiente.

Así nombró Labriola al materialismo histórico como bautizara Federico Engels, en su obra de divulgación, al hallazgo marxiano del materialismo práxico, y que no ocultó al publicar como un apéndice las Tesis sobre Feuerbach, llevadas y traídas por muchos comentaristas y glosadores, entre los que se incluye al monstruo del existencialismo contemporáneo, Martin Heidegger.

Dicho enfoque lo denomino pensamiento de ruptura. Es un nombre que tiene antecedentes. Ante todo, las referencias a las rupturas epistemológicas tratadas por las escuelas de la epistemología francesa, con Gastón Bachelard a la cabeza, y Louis Althusser después, para el campo de los saberes sociales. En particular, al pensar la produccoón de Carlos Marx como descubridor de un nuevo continente científico, la historia. 

Antes, en términos filosóficos, con respecto al pensamiento de ruptura, hay una trayectoria fecunda que nos puede llevar, sin duda, hasta el mismo Epicuro, como lo rescató también al doctorarse Marx,  y escribió su disertación sobre la filosofía natural en Demócrito y Epicuro para su defensa en la Universidad de Jena.

 En términos lógicos, el pensamiento de ruptura es lo fundamental una operación de conocimiento científico materialista, esto es teórico práctico, que aprehende lo concreto real como un concreto pensado. Que toma en consideración la práctica social, y la praxis que abreva en ella. Esta coupure la califico como pensamiento de ruptura, en los ejercicios formativos de las clases que comparto a lo largo de estos años.

De este hallazgo epistémico hice una primera exposición en la primera parte de otro libro ya publicado en la colección Gerardo Molina, “Antonio Gramsci y el pensamiento de ruptura,” cuya generosa tarea de edición hizo el joven colega, politólogo e historiador en ciernes, Juan Carlos García Lozan.

En suma, se potencia y rastrea la rica veta  del pensamiento revolucionario en sus fundamentos, todo en consonancia con el materialismo práxico, en interlocución crítica con la obra seminal de Max Weber. La he compartido entre otros intelectuales destacados, con Juan Carlos Monedero, quien me confesó que había pensado hacer un ejercicio comparado entre Gramsci y Weber, para rendir su disertación en Alemania, pero que su director, aquella vez, le había escogido que escogiera algo más  expedito para graduarse entonces.

Reconozco que el pensamiento de ruptura, transformador, lo refirió de manera sucinta, a la vez que esclarecedora, Marx en sus “olvidadas” Tesis sobre Feuerbach (1845), las que rescató Federico Engels, y publicó como un anexo a su escrito publicado varios años después: Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana (1888). Pero este pensamiento de Marx tiene sus antecedentes más remotos en la filosofía natural de Epicuro, al que él compara con la obra de Demócrito en su trabajo doctoral para la Universidad de Jena.

Para pensar la crisis actual y el rumbo de su desenlace en Colombia

El presente Foro es la ocasión propicia, con todo y su dramatismo a la vista, para indagar por el rumbo presente, y en apariencia definitorio, del desenlace de una crisis de hegemonía que afecta al bloque de clase dominante en Colombia. Así, se ofrece a nuestra vista de analistas, y de intervinientes en la política inmediata, la oportunidad de aprender lo útil de lo allí consignado, que, entonces se nutrió de un espacio colectivo, el de mis clases, durante cuando menos diez años de docencia, investigación y extensión.

Ahora, recapitulemos, esto es, después, a partir del año 2010, la crisis de hegemonía siguió su marcha hasta hoy, pero tuvo estaciones significativas no definitivas. La primera se concreta al final del año 2016. Porque se firman después de cuatro años de deliberaciones unos acuerdos de paz, que antes sufren el resultado “desconcertante” del plebiscito, porque una precaria mayoría de votantes le dijo no. Tal mecanismo no tenía fuerza vinculante para las partes, esto es, el gobierno, las Farc-Ep y la ciudadanía toda.

Por esta razón, el presidente Santos sometió el acuerdo de paz al refrendo por parte del poder legislativo, en cuyo trámite le fueron introducidas modificaciones, en especial, la del bloque dirigido por el Centro Democrático, agrupamiento que yo defino como el Bloque de la Guerra, aglutinador de masas que lo reconocen defensor y exponente de la paz reaccionaria, es decir, la que reclama para hacerla efectiva la rendición del enemigo/adversario, cuya herramienta privilegiada es la guerra liquidadora.

Es una intención que expresó por primera vez, César Gaviria, y su primer ministro de defensa, un civil, como lo autorizó la nueva Constitución, quien pronosticó que liquidarían a la guerrilla de las Farc-Ep, en 18 meses. Esa mítica cifra continuó gravitando en la cabeza trastornada del dos veces presidente, hasta que para 2008, las ilusiones de una derrota aplastante de la insurgencia subalterna se disiparon.

Empezaron de nuevo las negociaciones en secreto, a cuyo cargo estuvo el nuevo mindefensa, Juan Manuel Santos, un conspirador y un intrigante nato, amante de los juegos de azar, quien ha preferido el póker al ajedrez, con los resultados conocidos.

El poder legislativo, sus mayorías, dieron aprobación al acuerdo de paz reformado, y sancionaron su validez. Este texto es el que se proclamó y firmó en el Teatro Colón, en acto público con presencia de los acompañantes internacionales que estuvieron en todas las deliberaciones, selló una paz precaria, porque tenía como contrafuerte al bloque de la reacción, de la guerra, no dispuesto a cejar en su proyecto.

Bajo estas condiciones, con todo, la realidad de la paz y el posconflicto abrió la puerta a un nuevo momento en el desenlace de la crisis de hegemonía, y así lo entendió la comunidad internacional, y el progresismo burgués global que premió a Santos, en solitario, con el nobel de la paz, ignorando a la insurgencia subalterna, la otra cara de la monedad.

A hoy, la disputa de la paz, ya no en el escenario de la sociedad política, donde no hubo vencedores ni vencidos, sino en el terreno de los llamados “organismos privados”, en los que y a través de los cuales se cumplen de forma preferente la función de hegemonía, es decir, de dirección del conjunto de la sociedad en condiciones de libertad individual y colectiva.

La relación entre una y otra, esto es, la sociedad política y la sociedad civil, son las superestructuras complejas. Gramsci las abarca con el concepto de Estado integral o Estado ampliado. Se dice ampliado, porque el estado moderno, después de la primera guerra mundial se amplía al ámbito de la sociedad civil en materia económica y social, con su intervencionismo generalizado que se amplía y consolida para conjurar la depresión económica del año 1929, con todo lo que implica.

En síntesis, cuando advertí en mi disertación de lo que caractericé como el desenlace de una crisis de hegemonía que afecta al bloque de clase dominante en Colombia, definía un campo de disputa estratégica modificado por el cambio en las relaciones de fuerza, durante la guerra de movimientos que con interrupciones se realizó, en un nuevo ciclo superpuesto, a partir de 1999-2002, cuando la negociación de paz se interrumpió de modo intempestivo por una de las partes, el presidente Pastrana, cuando tenía delante un compromiso vinculante, los Acuerdos de San Francisco de la Sombra.

De otra parte, aquella escaramuza definitiva, reveló que el verdadero tiempo era el de otra guerra, en su comienzo, la guerra de posiciones política, y que las Farc-Ep la habían confundido con una guerra de posiciones en el sentido militar estricto, a la usanza en la obra de Carl Von Clausewitz, quien, sin embargo, no dejó de advertir en su discurso, con fundamento epistémico en la obra de Kant, que “la guerra es la continuación de la relación política por otros medios”. Él pensaba en la suerte de la guerra en la primera modernidad, por supuesto.

Allí se incorporaban reformas sociales, políticas y económicas que tocaban lo fundamental del orden político dominante, a partir del año 1991. Las que entrañaban en positivo, avances en lo dispuesto para el quehacer del Estado colombiano, como lo dice todavía, el artículo 13, esto es, promover que la igualdad sea real y efectiva. Y así lo reclaman hoy, como nunca, los subalternos en desobediencia civil, en connatos de rebeldía, en más de 500 municipios.

En el año 2002, el pretexto del secuestro del presidente de la comisión de D.H. del senado, Eduardo Gechem Turbay, sirvió para desatar la orden presidencial de un presidente aterido con los alcances de aquella negociación de paz. Así que ordenó a las fuerzas militares acantonadas en los bordes de los cinco municipios, sede de las deliberaciones iniciales, que sin saberlo marcaron el cambio de la guerra de movimientos militar en guerra de posiciones política.

Se traslada la escena de la sociedad política al teatro, a la opera mundi de la sociedad civil. La orden perentoria fue  desocupar el territorio sede de las deliberaciones, San Vicente del Caguán, en un plazo perentorio de 72 horas, desparramando así el nuevo mensaje por toda la geografía colombiana que ahora recogemos y vivimos.

Es tal el devenir de una situación que definí como de coyuntura estratégica, y de transformación del proceso de guerra de movimientos que le dio paso en 1999, a otra modalidad de en el grupo de investigación como propia de una coyuntura estratégica específica en el marco de una crisis orgánica de larga duración.

Para precisarlo más, se trata de un antagonismo histórico que presenta dos polos adversarios en su dinámica: el bloque de la guerra, y el bloque de la paz, que enfrenta en la sociedad civil las medidas de la reacción política y sus aliados de derecha que impiden que la de Colombia sea una real transición democrática, después de treinta años de vigencia maltrecha de la Constitución de 1991.

Unas observaciones de carácter práctico inmediato

Movilicémonos ya para quebrar el bloqueo de la ciudad de Cali. Alcalde Jorge Iván Ospina, llamado hecho hoy en la mañana del miércoles 5 de mayo.

Los presidentes de las Cortes no acuden a la mesa del diálogo nacional. Lo harán en privado con el presidente de la república mañana. No ven prudente compartir cuando se van a debatir cuestiones políticas con otros interlocutores.  Manifestación de las Cortes, 5/05/21 en la mañana.

Sí, ya se derrotó la contrarreforma tributaria con la praxis callejera de los viandantes de la democracia subalterna. Mientras, el tercer pico de la pandemia cobra vidas de más colombianos día a día, sin que haya suficiente disposición de vacunas en el país. Los preparativos para combatir la pandemia fueron ineficaces e ineficientes, entre otras razones, porque aún se desempeñan en el ministerio de salud, ha sido en el inmediato pasado una ficha de la organización Luis Carlos Sarmiento Angulo, que hace siempre cálculos de rentabilidad egoísta con la vida de los muchos. Por lo que tiene que producirse un timonazo triple en la dirección del gobierno actual, con la salida de tres ministros, cuando menos.

Después de renunciar Alberto Carrasquilla, el ministro de hacienda actual está bajo observación, porque sus credenciales de ex rector de la U. Rosario están empañadas por compartir la misma política económica “hambreadora” desde su anterior posición ante el ministerio de industria y comercio. Igualmente, la suerte de Carrasquilla tiene que seguirla los ministros de salud y defensa, sin más dilaciones, construyendo un gabinete confiable, respetuoso y respetable de los derechos fundamentales.

Diego Molano en sintonía con el Fiscal general han equivocado el entendimiento del orden público, y piensan que de lo que se trata es de ejercitar medidas dictatoriales contra los manifestantes y protestantes, con el desastre humano que tienen a la vista, y del que son también responsables, porque los que se han perpetrado por sus operadores, tienen la impronta de crímenes de lesa humanidad.

Para reestructurar el gobierno nacional y darle drásticas salidas a la crisis de salud, hambre y empleo, y al orden público que tiene por centro preservar la vida de los asociados, sin acudir más al expediente de las armas y la represión desatada y demencial de estos diez días, tiene que perfeccionarse con la salida de los ministros Ruiz y Molano.

Sacar a los efectivos del ejército, para dizque auxiliar las labores de policía, con el eufemismo de “asistencia militar”, invocando el art. 170, del Código de Policía, viene convirtiendo a las ciudades grandes y pequeñas en campos de batalla interna. Exige una censura inmediata de la nación, y una derogatoria del decreto ejecutivo del presidente Duque de parte de la Corte Constitucional, porque está haciendo uso de medidas de excepción de manera embozada, por debajo de cuerda. Pero, en cambio, el día jueves, la Corte Constitucional, su presidente, se dispuso a firmar una declaración con las demás cortes, validando las medidas tomadas por el ejecutivo, y contraviniendo el proceder previamente acordado. Por lo que dos magistrados, hicieron pública su rebeldía.

 Cali vuelve a estar, después de 50 años, en la cresta de la ola de la indignación y la protesta. Ahora, los jóvenes universitarios fueron el catalizador del paro que cumple diez días, cuando se les desalojó con violencia de los predios de la U. del Valle. Al principio, ellos reclamaban otra forma de alternancia, general y con garantías, para regresar a la universidad con una normalidad relativa.

Después, esta ciudad viene siendo martirizada a gran escala, y en otras capitales de Colombia, campos y ciudades menores antes, cuando la protesta social se creció. En Siloé, una asamblea fue intervenida por el Esmad, con la luctuosa contabilidad de jóvenes deportistas muertos.

 Luego de la intervención airada del general Zapateiro, quien como el presidente han perdido el uso de razón. No entienden el desastre social y humano que vienen produciendo las equivocadas y criminales medidas que quieren a toda costa reprimir la protesta ciudadana, juvenil y popular.

Por estas actuaciones tendrán que responder ante los tribunales de justicia nacional e internacional. Se trata, sin duda, de crímenes de lesa humanidad, en el hacer inmediato. Estos son episodios del desenlace de la crisis de hegemonía en el marco de un paro que en la noche del martes las acciones criminales se vienen escalando. Ayer ya hubo armas entre los manifestantes y el intento de incendiar un CAI con policías encerrados en esos locales, en la ciudad de Bogotá.

Es urgente retirar las fuerzas armadas de las calles, establecer un Comité de Diálogo sin exclusiones y rendir una información con veeduría de las agresiones, heridos y muertos a las personas, y los daños a los bienes muebles e inmuebles ocurridas en las protestas del paro. Es la cuota inicial para pasar a la concertación de un ramillete de reformas democráticas urgentes: tributaria, salud, educación pública y a los cuerpos de defensa y seguridad de la nación. Amanecerá y veremos.

 

miércoles, 5 de mayo de 2021

 XIII FORO PALABRA Y ACCIÓN.  MAYO 5 DE 2021.

PONENCIA: DEMOCRACIA SUBALTERNA, PARO Y PENSAMIENTO DE RUPTURA.

Miguel Ángel Herrera Zgaib, PhD.

Profesor asociado, Departamento de Ciencia Política

Universidad Nacional de Colombia.

                                                                              Cuando proyectamos este Foro, las deliberaciones que comenzaron el lunes 3 de mayo, en el espacio de la facultad de Derecho y Ciencia Política de la U. Nacional, no teníamos a la vista el devenir de la protesta nacional y la coyuntura del paro que cumple su quinto día. Sí teníamos en nuestro haber analítico explicativo una caracterización de una coyuntura estratégica que rastreo desde los años 1999-2010, en lo que fue mi disertación doctoral.

Conviene no olvidar cómo en el acto público de sustentación lo reiteré, ante más de 100 asistentes, quienes me honraron con su presencia. Fue objeto de un comentario de uno de los jurados que lo sustentado era, por decir lo menos, demasiado optimista sobre las potencialidades del hacer de los grupos y clases subalternas de Colombia.

Hoy está claro, más que nunca, ¿qué tan adecuado fue mi diagnóstico? Éste nada tenía que ver con futurología, ni emulaba con las “predicciones” de las ciencias naturales, que, por lo demás, naturales son todas, incluidas las humanas y sociales, pero no solamente eso. Ellas, cada una, tienen sus especificidades, porque, además, incluyen tanto carga histórica como ideológica.

No por eso eché para atrás, en la sustentación, lo que había afirmado y probado “tendencialmente” en mis hallazgos consignados en el trabajo doctoral. Hace años que, en materia de epistemología, soy cuidadoso en no confundir “condiciones” y “determinaciones” en materia de saberes sociales.

Porque lo aprendí de la vida misma, propia y ajena; y de la lectura de Carlos Marx, y Antonio Gramsci, entre otros, a quienes estudié y estudio con rigor, en medio de las limitaciones existentes, personales y de la sociedad en la que vivo, sin que, por lo demás, mi pensar estos asuntos se haya acabado y concluido.

Como los asistentes lo supieron ese mismo día de la disertación, mi trabajo doctoral fue aprobado, y recomendada su publicación. Después de más de un año, presentada ante el Comité de publicaciones fue autorizada su publicación oficial en la colección Gerardo Molina. Así que el público tendrá la oportunidad de juzgar lo que yo califico como pensamiento de ruptura; porque la disertación que tomo como base de esta ponencia está elaborada y prueba la ciencia política desde la perspectiva de los grupos y clases subalternas.

Es una operación que entraña una refundación de la ciencia política clásica burguesa, que arranca de la sociología política elaborada por Max Weber. La refundación de este saber moderno, que arrancó con Maquiavelo, lo reelaboró con el nombre de ciencia política Antonio Gramsci, lo cual nunca hizo Weber, quien continuó hasta su muerte siendo un sociólogo. Tampoco lo hizo su discípulo estadounidense más connotado, Talcott Parsons, quien está en la fundamentación de la ciencia política norteamericana, la de David Easton, Gabriel Almond, Verba, Pye, y otros.

Esa obra fûr ewig, así la llamó Antonio Gramsci en su correspondencia con su cuñada Tatiana Schucht, y la plasmó en los Cuadernos de la Cárcel, que son sus borradores, a la manera de los Grudrisse de Marx, con la diferencia que éstos se plasmaron en vida de éste, en un primer libro, de la Crítica de la Economía Política, que en forma corriente conocemos como “El Capital”.

Con estos antecedentes, mi trabajo doctoral, cuya publicación anuncio, pienso, clasifica en lo que Boaventura de Sousa Santos y otros llaman epistemologías del sur, también por procedencia.  ¿Por qué lo digo? Porque Antonio Gramsci es un sardo, nacido en otro sur, por supuesto como lo soy yo, guardadas distancias, nacido en el Girardot geográfico. Ninguno renunciamos en ningún caso a la interlocución, la transversalidad y la interseccionalidad, sin exclusiones, ni antes ni ahora, desde los lugares de nuestra procedencia.

 Quienes tendrán la oportunidad de leer mi escrito de disertación podrán convalidarlo o no, en ese horizonte, teórico científico, epistemológico. El enfoque que adopto, que reviso, Gramsci lo denomina Filosofía de la Praxis, porque así lo derivó y aprehendió de su lectura crítica de Antonio Labriola, a quien nunca conoció en persona.

A dicho enfoque yo lo denomino pensamiento de ruptura, nombre que, claro, tiene antecedentes. Las referencias a las rupturas epistemológicas en las escuelas de la epistemología francesa, con Gastón Bachelard a la cabeza, y luego Louis Althusser en el campo de los saberes sociales, en particular, al referirse a Carlos Marx como el descubridor de un nuevo continente científico, la historia. Antes, en términos filosóficos hay una trayectoria fecunda que nos puede llevar, sin duda, hasta el mismo Epicuro, como lo rescató el doctor Marx, cuando escribió su disertación para el examen de la Universidad de Jena.

 A esta operación de conocimiento científico materialista, que toma en consideración la práctica social, y la praxis que abreva en ella, la califico como pensamiento de ruptura, en los ejercicios formativos de las clases que comparto a lo largo de estos años. De lo cual hice una primera exposición en la primera parte de un libro ya publicado en la colección Gerardo Molina, “Antonio Gramsci y el pensamiento de ruptura”. Se trata, en suma, de rastrear el pensamiento revolucionario en sus fundamentos, todo en consonancia con el materialismo práxico.

Al que se refirió de manera sucinta, a la vez que esclarecedora, Marx en sus “olvidadas” Tesis sobre Feuerbach (1845) que rescató Federico Engels, y publicó como un anexo a su escrito publicado muchos años después: Ludwig Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana.

Para pensar la crisis actual y el rumbo de su desenlace en Colombia

En el presente Foro, tenemos la ocasión propicia, con todo y su dramatismo a la vista, para el desenlace de una crisis de hegemonía que afecta al bloque de clase dominante en Colombia. Así, se ofrece la oportunidad de aprender lo útil de lo allí consignado, que, entonces se nutrió de un espacio colectivo, el de mis clases, durante cuando menos diez años de docencia, investigación y extensión.

Ahora, esto es, después, a partir del año 2010, la crisis de hegemonía siguió su marcha hasta hoy, pero tuvo estaciones significativas no definitivas. La primera se concreta al final del año 2016. Porque se firman después de cuatro años de deliberaciones unos acuerdos de paz, que antes sufren el resultado “desconcertante” del plebiscito, porque una precaria mayoría de votantes le dijo no. Tal mecanismo no tenía fuerza vinculante para las partes, esto es, el gobierno, las Farc-Ep y la ciudadanía toda.

Por esta razón, el presidente Santos sometió el acuerdo de paz al refrendo por parte del poder legislativo, en cuyo trámite le fueron introducidas modificaciones, en especial, la del bloque dirigido por el Centro Democrático, que yo defino como el Bloque de la Guerra, defensor y exponente de la paz reaccionaria, es decir, la que reclama para hacerla efectiva la rendición del enemigo/adversario.

El poder legislativo, sus mayorías, dieron aprobación al acuerdo de paz reformado, y sancionaron su validez. Este texto es el que se proclamó y firmó en el Teatro Colón, en acto público con presencia de los acompañantes internacionales que estuvieron en todas las deliberaciones.

Bajo estas condiciones, la realidad de la paz y el posconflicto abre la puerta a un nuevo momento en el desenlace de la crisis de hegemonía, la disputa de ésta, ya no en el escenario de la sociedad política, donde no hubo vencedores ni vencidos, sino en el terreno de los llamados “organismos privados”, en los que y a través de los cuales se cumplen de forma preferente la función de hegemonía, es decir, de dirección del conjunto de la sociedad en condiciones de libertad individual y colectiva.

La relación entre una y otra, esto es, la sociedad política y la sociedad civil, son las superestructuras complejas, y Gramsci las abarca con el concepto de Estado integral o Estado ampliado. Se dice ampliado, porque el estado moderno, después de la primera guerra mundial se amplía al ámbito de la sociedad civil en materia económica y social, con su intervencionismo generalizado que se amplía y consolida para conjurar la depresión económica del año 1929, con todo lo que implica.

En síntesis, cuando advertí en mi disertación de lo que caractericé como el desenlace de una crisis de hegemonía que afecta al bloque de clase dominante en Colombia, definía un campo de disputa estratégica modificado por el cambio en las relaciones de fuerza, durante la guerra de movimientos que con interrupciones se realizó a partir de 1999-2002, cuando la negociación de paz se interrumpió de modo intempestivo por una de las partes, el presidente Pastrana, cuando tenía delante un compromiso vinculante, los Acuerdos de San Francisco de la Sombra.

Allí se incorporaban reformas sociales, políticas y económicas que tocaban lo fundamental del orden político dominante, a partir del año 1991. Las que entrañaban en positivo, avances en lo dispuesto para el quehacer del Estado colombiano, como lo dice todavía, el artículo 13, promover que la igualdad sea real y efectiva. El pretexto del secuestro del presidente de la comisión de D.H. del senado, Eduardo Gechem Turbay, sirvió para desatar la orden presidencial de desocupar el territorio sede de las deliberaciones, San Vicente del Caguán, en un plazo perentorio de 72 horas.

Es tal el devenir de una situación que definí como de coyuntura estratégica, y de transformación del proceso de guerra de movimientos que le dio paso en 1999, a otra modalidad de en el grupo de investigación como propia de una coyuntura estratégica específica en el marco de una crisis orgánica de larga duración. Para precisarlo más, se trata de un antagonismo histórico que presenta dos polos adversarios en su dinámica: el bloque de la guerra, y el bloque de la paz, que enfrenta en la sociedad civil las medidas de la reacción política y sus aliados de derecha que impiden que la de Colombia sea una real transición democrática, después de treinta años de vigencia maltrecha de la Constitución de 1991.