lunes, 16 de marzo de 2020

EL MUNDO A SEMEJANZA DE PUTIN, BIN SALMAN Y TRUMP. LA HORA DE LOS SUBALTERNOS.

miguel angel herrera zgaib, Ph.D.
Presidente de la IGS-Colombia

Vladimir Putin hace poco hablaba ante la cámara baja, según despacho revisado en el portal de Telesur. Para justificar la enmienda a la constitución que lo habilita para eventualmente seguir gobernando a la "nueva" federación rusa, que poco tiene que ver, por supuesto, con el proyecto abandonado de la URSS.
Ya hubo manifestaciones en el sentido que de aquí en adelante, Putin superará a su maestro, José Stalin, en permanencia en el poder sin atenuantes.

La pregunta está clara, ¿qué hace que tal situación vuelva a repetirse, luego del derrumbe del socialismo real que orientara la Unión Soviética? Estamos en presencia de una suerte de círculo vicioso, para nada virtuoso, que nos recuerda de alguna manera el "eterno retorno de lo mismo", según lo proponía la explicación aristotélica de las formas de gobierno "buenas y malas".

El mismo Aristóteles propuso en sus comentarios a la Politeia de su maestro Platón, que había una mejor forma de gobierno, lejos de la que los dos llamaron democracia, que identificaron como el gobierno de los pobres en favor de los pobres, esto es, de los muchos en favor de los muchos, no de todos, dejando desguarecidos a la minoría de ricos atenienses.

Esta mejor forma resultaba de la articulación de dos formas de gobierno malas, la oligarquía y la demagogia. Así, hipotéticamente, se podría saltar el problema de la inestabilidad política que marcaba todas las politeias y sus politeumas que él estudió y analizó con ánimo clasificatorio, no ajeno al propio proceso que cumpliera con sus trabajos de historia natural.

Pues bien, ahora nos encontramos en medio de un pandemonium en ciernes, que resulta del cruce de coordenadas, entre una economía política capitalista amenazada por catástrofes, 2008 y doce años después, 2020, de una parte; y de otra, una crisis ambiental y humana en la cual se manifiesta de manera intempestiva, hasta donde sabemos, un virus corona reloaded, que tiene en ascuas a casi todos los continentes, hasta el punto de recordar otra pandemia de hace algo más de un siglo, 1918, la gripa española, con una diferencia significativa, ésta no empezó en China, sino en los Estados Unidos, el gigante industrial del siglo XX. Lugar que ahora ocupa China, al pie de la Rusia "putiniana", de donde arrancó el Covid19.

A la vista está la intención de quedarse en el poder el ex KGB, Vladimir Putin, quien persigue a las disidencias, y ordena la eliminación de sus potenciales rivales, sin el menor escrúpulo, y con total impunidad. Del lado asiático, está el príncipe Ibin Salman, que está acabando con sus competidores, y "limpiando el establo de Augías" reformistas.

Mientras sin empacho baja hasta el límite el precio del barril de petróleo, haciendo descarado uso del dumping, para arrodillar a los competidores; y mostrarle los dientes a otro gigante petrolero, Rusia, que no quiso aceptar los designios trazados por Arabia Saudita.

Ahí está el mercado del petróleo convulsionado, y puede venir más, porque los saudíes, es lo que afirman los especialistas, pueden extraer petróleo a US $ 3 dólares. Márgenes y cantidades que nadie hasta hoy puede competirles. Y esta travesura en el mercado global capitalista tiene las bolsas al borde de un colapso bestial. Así que Wall Street, hoy, volvió a cerrar sus transacciones. Y en el gobierno de los Estados Unidos hay un cínico de siete suelas.

Dom Trump, quien acaba de autocalificarse con 10, por el manejo de la crisis del virus Corona, y regodeándose con la cerrazón de sus potenciales rivales demócratas, donde el candidato a derrotar, según el establishment, es el socialista independiente, Bernie Sanders, a quien sí le importa la suerte de los jóvenes y los más pobres, donde los mexicano-americanos lo apoyan; y Elizabeth Warren muestra su real empaquetadura.

En resumidas cuentas, la crisis de la representación política liberal continua su curso, y el remedo de democracia que arrancó desde el tiempo de los padres fundadores, reunidos en Filadelfia se juega sus restos. Otro horizonte emerge, y tiene a los subalternos en la interpelación directa de los gobernantes obsecuentes servidores de las "cabriolas mortales" del capital global que se reproduce a través de la guerra comercial o literal, como la I Guerra Mundial, que fuera el telón de fondo de 1918.

miércoles, 4 de marzo de 2020


Una mala defensa de García Villegas contra Ramírez

Giovanni Mora Lemus[1]

A propósito de las infortunadas declaraciones de la vicepresidenta colombiana, hace algunas semanas, cuando señaló que lo mejor para las futuras generaciones de mujeres era estudiar matemáticas o ingeniería, porque la sociología y la psicología eran profesiones con baja demanda y mal remuneradas, surgieron varias declaraciones de rechazo a este tipo de manifestaciones, que dejan ver, una vez más, el estereotipo que asocia lo masculino con el positivismo.

El mensaje quería indicar, además, que transitar hacia las ciencias naturales es más oportuno que continuar en el “incierto” camino de las ciencias sociales. Seguramente Martha Lucia Ramírez  quería con su mensaje empoderar a las mujeres para que estudien ciencias “duras” en detrimento de aquellas que prefieren estudiar las ciencias “blandas”; sin embargo, reforzó aquella anacrónica idea de la jerarquización de las ciencias, donde prima la lógica matemática y su correlato empírico- analítico por encima de otros enfoques epistemológicos.

Entre los columnistas que salieron a defender la “pertinencia” de las ciencias sociales fue el profesor de Derecho de la Universidad Nacional de Colombia, Mauricio García Villegas, quien palabras más, palabras menos, sentenció que uno de los problemas de éstas era no asumir el positivismo de las ciencias naturales. Para él, muchas universidades latinoamericanas no forman a los cientistas sociales, hombres y mujeres, en los métodos de la ciencia moderna. De allí que clasifique la cuestión entre una “mala ciencia social” y una “buena ciencia social”.      

Así lo señalo nuestro columnista: “En estas universidades, muchas de ellas privadas y de mala calidad, difícilmente se aprende a medir los hechos sociales con objetividad. La estadística y los métodos de investigación cuantitativos no se enseñan o se enseñan superficialmente”.[2]

Así, nuestro querido profesor se alineó con aquellos que niegan que las ciencias sociales, desde hace ya bastante tiempo, se han desarrollado en el pluralismo epistemológico y metodológico. Las epistemes con que se construyen las ciencias sociales, pueden no ser las mismas de las ciencias naturales y no por eso pierden su “cientificidad”. 

Más aún, pareciera que, en este punto, nuestro connotado profesor estuviera alinderándose con la vicepresidenta; las mujeres pueden estudiar ciencias sociales solo en aquellos centros de enseñanza donde de verdad impartan estadística y los métodos cuantitativos, que al decir de algunos es resorte exclusivo de los hombres.   

Ahora bien, “medir los hechos sociales con objetividad,” tal y como lo buscó hacer Emile Durkheim en su clásico libro El suicidio sigue siendo una opción en el mundo académico, pero no es la única. Algunos creemos que es necesario cambiar la objetividad por la intersubjetividad entre los sujetos sociales y sujeto investigador. Por lo que la Sociología o la Ciencia Política deben o pueden además de medir, interpretar, valorar, cuestionar el orden de cosas y, sobre todo, aportar en la liberación de los subalternos.   

Más adelante,  García Villegas afirma que “en muchas universidades las ciencias sociales son, en la medida de lo posible, científicas, confrontables y verificables”. Es decir, conseguir una “buena ciencia social” requiere pasar por el colador de la verificación y la contrastación; pero, a todas estas, ¿quién hace este filtro? Para el paradigma moderno son las comunidades académicas, por el contrario, para los enfoques emergentes son las comunidades en toda su amplitud, urbanas, campesinas, étnicas las que avalan ese conocimiento en su praxis plural.  

Aunque la columna termina diciendo que las humanidades son un imperativo para el futuro de la sociedad, y que problemas como el calentamiento global no se resuelven solo con conocimientos científicos duros, sino se requiere de la participación de los científicos sociales, la verdad, concluyo que la disertación del socio-jurista García Villegas fue una mala defensa.

A propósito, Duque y su gobierno, ¿cuál fue el lugar que le dieron los sabios y la comisión “armada” a las ciencias sociales?
  
  


[1] Profesor investigador Universidad de Monserrate, Grupo Presidencialismo y participación.
[2] Véase la columna de opinión del sábado 29 de febrero titulada “Los negacionistas de las humanidades”. https://www.elespectador.com/opinion/los-negacionistas-de-las-humanidades-columna-906830