domingo, 27 de febrero de 2011

EXCEPCIONALIDAD, DEMOCRACIA, Y HEGEMONÍA EN EL POSFORDISMO.

Miguel Ángel Herrera Zgaib

miguel.herrera@transpolitica.org

maherreraz@unal.edu.co

PRIMERA PARTE

LA TRANSICIÓN COLOMBIANA, 1999-2009.

El imperio gobierna un orden global fracturado por divisiones y jerarquías internas, y abatido por la guerra perpetua. M. Hardt, A. Negri. Prefacio, en: Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, p. 15.

Sí, el proceso de trabajo ha sido revolucionado por la innovación tecnológica, el trabajo industrial es ahora marginal en el mundo occidental, aunque tiende a devenir central en el resto del mundo, la figura del obrero masa ha sido fragmentada sin el retorno, a pesar de la ideología del nuevo trabajo en la fábrica integrada, a la figura del trabajador profesional…El aspecto más evidente de las nuevas tecnologías es la supresión pura del viejo trabajo y la precarización salvaje del nuevo. Mario Tronti (2001). Prólogo, en: Obreros y capital. Akal, p. 14.

Resumen

Parto del proyecto de investigación, Democracia y presidencialismo de excepción. La transición política en Colombia, 1999-2009, como referente principal para este ensayo con el cual avanzo en la comprensión de una relación política problemática, la relación entre la democracia actual y el régimen de excepcionalidad que las elites colombianas en el poder imponen sobre los grupos subalternos.[1] Con esta perspectiva investigativa quiero explicar las razones de la de-democratización[2] que experimenta Colombia en la última década.

Señalo como hipótesis fundamental que el estado de excepción es el dispositivo principal que garantiza la gobernabilidad de los subalternos con el mínimo empleo de las reglas democráticas liberales establecidas en el pacto constitucional excluyente promulgado en 1991.

Explicaré el problema de la excepcionalidad inscrito en una situación histórico social de disputa contra-hegemónica, porque ésta no sólo tiene dimensión nacional sino global, porque la formación social colombiana es interdependiente y requiere para su reproducción como sistema capitalista singular de una alianza con el gobierno imperial en cabeza de EUA, líder del vértice monárquico.

Para empezar

Para empezar digamos que el estado colombiano fue articulado al sistema imperial por la vía expedita del Plan Colombia, a partir de 1999, pretextando la creciente acción disruptiva de una fuerza guerrillera durante un tiempo de recesión capitalista. Ésta tuvo por epicentro a Asia con una primera estación en Japón (1990-97), la segunda produjo el derrumbe de los tigres asiáticos, y la tercera impactó a Rusia (1998), Brasil, Colombia y otros países de América Latina. [i]

El episodio descrito es la antesala al giro de guerra abierta, que ocurrió bajo la presidencia de Andrés Pastrana Arango para cortar el avance político-militar de la guerrilla de las Farc-Ep, por una parte; y de otra con el propósito de detener el amenazante despliegue de la economía ilegal del narcotráfico, que a la vez obra como actividad de subsistencia de las capas campesinas más empobrecidas, a la vez que atrae al proletariado urbano expulsado de las ciudades, convertido en un ejército nómade de raspachines y recolectores de cosechas que recorren toda la república para mitigar su hambre y miseria juntas.

Esta condición de sumisión política desigual ante un poder imperial, de por sí tampoco excluye intervenciones imperialistas en cualquier parte del globo, incluida Colombia, si lo fuera necesario. Esta lógica de dominio es impuesta por el ejercicio de la soberanía imperial envuelta en la estrategia de la guerra preventiva justa.[3]

La acción subalterna

Ahora bien, estos grupos y clases subalternas actúan en pos de la autonomía y la abolición de los privilegios sociales; así que no sólo resisten, desobedecen, se rebelan contra la política pública de guerra interna[4]. Ellos también antagonizan cada vez más con el bloque en el poder que impulsa como agente colectivo, heterogéneo, una revolución pasiva neoliberal que es todo menos democrática. Ésta sigue al comando en la escala planetaria e impone de modo diferencial, a toda costa, el posfordismo como régimen de acumulación que sobredetermina la reproducción capitalista [5].

La nueva realidad del trabajo en el capitalismo nos revela sintomáticamente,[6] como lo afirma Mario Tronti, un rasgo característico: la supresión pura del viejo trabajo y la precarización salvaje del nuevo. Fenómenos que también se registran en las condiciones presentes de Colombia.


Una transformación negativa

Para explicar esta transformación retrógrada de la democracia colombiana que estableció la Constitución de 1991, - que no tuvo el refrendo de la ciudadanía-,[7] postulo un choque antagónico político social a lo interno de la forma democrática liberal de representación entre el bloque de poder que representa los intereses estratégicos del capital glocal, y la heterogénea resistencia cívica y armada contra la nueva guerra del capital.

En este teatro de lucha se perfila la multitud ciudadana, diversa, plural como un nuevo sujeto en procura de una identidad que es constituida a partir del ciclo de luchas que libra por la autonomía, en contra el autoritarismo, como vector en el que confluyen los grupos y clases subalternas contra-hegemónicos: los trabajadores sindicalizados, los precarios, los pobres del campo y la ciudad, las minorías étnicas y sociales, los grupos originarios indígenas y capas medias de la intelectualidad arruinadas y excluidas del festín del capital especulativo.

Las luchas dispersas de los subalternos en procura de la autonomía, definen, en la medida que condicionan el curso y el carácter de la guerra interna en Colombia[8]. Así, se viene realizando el tránsito de-democratizador a los dos gobiernos de la seguridad democrática con los que se entroniza y desarrolla el régimen para-presidencial. Este redujo la participación a su mínima expresión para dar paso a las formas concentracionarias de la legalidad marcial.[9]

Ahora, una vez producida la derrota a la segunda reelección, y sus promotores sindicados por los cuerpos judiciales y de control, la nueva etapa de la prosperidad democrática no despega del todo, pero el nuevo presidente, Juan Manuel Santos, y su ministro del interior, Germán Vargas Lleras con la coalición de fuerzas de la Unidad Nacional, en este interim que ya superó los cien días, quieren fijar en el imaginario de la opinión pública un nuevo talante gubernamental, y poner el límite espacio temporal de aquel proyecto degenerador que consumió los dos gobiernos del expresidente Álvaro Uribe Vélez, y aumentó el déficit fiscal en demasía.



[1] En Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterios de método (1934), Antonio Gramsci dice: “la historia de los grupos sociales subalternos es necesariamente disgregada y episódica. No hay duda que en la actividad histórica de estos grupos hay una tendencia a la unificación, aunque sea a niveles provisionales; pero esta tendencia se rompe constantemente por la iniciativa de los grupos dirigentes y, por tanto, sólo es posible mostrar su existencia cuando se ha consumado ya el ciclo histórico, y siempre que esa conclusión haya sido un éxito.”, en Escritos Políticos (1977. Cuadernos 54. Siglo XXI. México, p. 361. A partir de estas formulaciones se creó en la India el campo de investigación denominado Estudios Subalternos, que aquí se toman en consideración, y en particular, en la indagación actual del Grupo presidencialismo y participación, sobre la base de estos antecedentes.

[2] La escuela de la política contenciosa que tiene como principales exponentes a Charles Tilly, ya fallecido, Sidney Tarrow, y Bert Klandermans. Ellos han desarrollado la teoría de la acción colectiva que explica en parte la dinámica de los movimientos sociales y políticos en Occidente. En el marco de estos procesos, Charles Tilly ha planteado para el estudio de la tercera ola democrática la existencia de movimientos de democratización y de-democratización, sobre lo cual hablaré más adelante.

[3] Antonio Negri llama la invasión estadounindese de Iraq fue un golpe de estado al orden imperial, y en particular, por ende, a la autoridad global de la ONU, que es parte del gobierno mixto global, la democracia, que se articula junto con la monarquía y la aristocracia.

[4] Basándome en el análisis discursivo que desarrolla Frank FISCHER, de la política pública, aplico de modo heterodoxo tales instrumentos e intuiciones para definir a la guerra como la principal política pública de Colombia durante el periodo 1999-2009. El carácter de la guerra es prevenir las demandas democráticas de los de abajo, que juntas tienen la potencia de una revolución de los de abajo.

[5] JESSOP, Bob (1999). Capítulo 1. Fordismo y Posfordismo en: Crisis del Estado de Bienestar. Siglo del Hombre Editores/Unal. Bogotá, pp. 40-62.

[6] En este análisis se asume, igualmente, el aporte de Jacques Lacan en teoría de la ideología, a partir de la afirmación que Marx inventó el síntoma. Lo cual procesa, Slavoj Zizek, su continuador heterodoxo, para desarrollar su crítica política y cultural.

[7] Como sí lo obtuvo, para citar solo un ejemplo, la constitución actual de la República Bolivariana de Venezuela, mediante el referendo del 15 de diciembre de 1999, según se dispuso por la Constituyente entonces presidida por Luis Miquelena, Isaías Rodríguez y Aristóbulo Istúriz el 17 de noviembre de 1999.

[8]Guerra de posición es la expresión que Antonio Gramsci empleó para entender la reacción capitalista al curso expansivo de la revolución rusa en Occidente, mediante la revolución pasiva del bloque capitalista internacional que tornó hegemónico el régimen fordista de acumulación, hasta alterar incluso el curso mismo de la revolución proletaria en su escenario original. Ver Cuaderno Americanismo e fordismo (1950). Universale económica. Milan.

[9] Ver HERRERA ZGAIB, Miguel Ángel et al (2007). Presentación, en: El 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colombia. Unijus/UNAL. Bogotá, pp. 7-36.



[i] NOVACK, George (2000). Prólogo, Cinco siglos de revolución. Colección Construyendo Ideas. México, p. xxvi.

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