martes, 8 de noviembre de 2016

EL DEVENIR DE UNA CRISIS DE AUTORIDAD

miguel angel herrera zgaib

El escrito de Garry Wills, Discípulos de la Desconfianza, publicado el 5 de noviembre, publicado por New York Books Review plantea que el fenómeno Trump obedece a una profunda crisis de autoridad que ha sido magnificada por la mendaz experiencia de la guerra contra Iraq, que resulta ser la más larga de la historia de los Estados Unidos de América.

Este efecto, la guerra y sus efectos nacionales y globales, se han visto magnificado durante los dos gobiernos de Obama, que no salió de la primera, y volvió a entrar en la guerra de Afganistán.

En mis términos, borrando con el codo lo que había escrito con la mano, cuando siendo senador fue el único que rechazó la guerra en Iraq, acción que lo catapultó en su aspiración presidencial, desde su silencioso pero efectivo trabajo como activista social en las barriadas de Chicago.

Fue también en Chicago donde nació Hillary Clinton, quien por segunda vez intenta ser presidente, pero con un expediente enteramente diferente, al cual le añadió los yerros de Obama, actuando como "halcón", esto es, como secretaria de estado, y acudiendo a formas no sanctas para conducirse en su ministerio, entre otras razones, consciente del espionaje oficial establecido de modo general desde los nefastos tiempos de Bush hijo.

Sin embargo, la opción del "patito" Donald quien navega sobre todas las sangres de las dos guerras injustas, imperialistas, bajo el nuevo orden imperial, resultó ser el candidato mejor posicionado ante la mitad de posibles votantes, descreídos y heridos por la inmensa concentración de la riqueza, cuya denuncia hizo popular a Bernie Sanders, quien, sin embargo, prefirió tomar las de Villa Diego, y entregarse con "buenas, piadosas razones" al establecimiento bipartidista estadounidense, para, diríamos aquí, rescatar del "ahogado el sombrero".

Trump promete como presidente "todopoderoso" que él hará solo lo que tiene que hacer, que no tendrá límites, ni siquiera la tortura para conseguir que su país vuelva a ser grande, y que el interés nacional no se hunda en el marasmo de los últimos quince años, ofreciendo "buenos y estables trabajos" a quienes los perdieron, y vivienda a los que ilusionados sufrieron el estallido devastador de la burbuja financiera sellada por las "hipotecas basura".

Asistimos al desenlace, en perspectiva gramsciana, de una crisis de hegemonía que se manifiesta como una crisis de autoridad en todos los órdenes, en el nodo principal del capitalismo global, que ha prolongado su agonía reproduciéndose a través de la guerra.

Su opuesta es la democracia, pero, la crisis del sentido común que lo hizo posible con el refuerzo de la prensa que mintió con descaro, incluido al gran diario liberal el New York Times.
Está claro ante todos, que los Estados Unidos han perdido dos guerras, habiéndolas "supuestamente" ganado en lo militar, y han extendido esta explosión nuclear, molecular a todo el planeta, desde el Medio y el Lejano Oriente, de la que el éxodo y el yihadismo son sus dos mayores síntomas del malestar en la cultura tardo capitalista.

Hoy, y desde hace varias semanas, vemos cómo se resuelve este estruendo descomunal a punta de votos descreídos. El cierre de campaña de Hillary en Philadelphia, donde se firmó la Declaración de Independencia, que ignoró a pueblos originarios, mujeres y esclavos negros, y de Trump que lo hizo en dos lugares, New Hampshire y Michigan, parte de las trece colonias con las que arrancó la república americana, son el colofón de esta tragicomedia, cuyo desenlace es impredecible.

Las otras dos candidaturas, libertarios y verdes, son briznas en la tormenta, la lucidez de los jóvenes que pusieron músculo a la campaña de Sanders pueden ser la alternativa, recuperando las múltiples formas de lo común, que reverdecieron en la experiencia de Occupy Wall Street.

Después de la resaca de las elecciones, presidencial y de congresistas, que no dejarán contento a ninguno de los votantes, aunque habrá, claro, un ganador sobre las cenizas de la "democracia" representativa que mostró ya todo el cobre en público.
Se cierra así el ciclo de la antipolítica que tuvo versiones de derecha y de izquierda, y que, en todo caso, floreció como planta carnívora, como contracara de la globalización capitalista.

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