domingo, 24 de octubre de 2010

Recordando una película de Cantinflas, Ahí está el detalle, hay aquí una interesante reflexión para un país cantinflesco a la vez que violento. El colega investigador Francisco Gutiérrez es nuestro interlocutor, en el análisis de los 100 días de Juan Manuel Santos, el político de la tercera vía, cuando ésta pasó de moda en EUA y en la Europa de Blair. N de la R-

Un pequeño detalle

Por: Francisco Gutiérrez Sanín
EL DEBATE SOBRE LAS REGALÍAS SE ha planteado básicamente en dos terrenos: el de la corrupción y el de los derechos adquiridos por la descentralización.

Así, hemos entrado en un extraño juego en el que un heterogéneo grupo de defensores del statu quo —la manera en que hasta hoy ha funcionado el reparto de las regalías— acusa al Gobierno de querer cambiarlo y éste se defiende asegurando con la mayor seriedad del mundo que no quiere hacerlo.

Tengo que decir que me ha causado enorme sorpresa ver a un buen sector de nuestra izquierda involucrado en esta broma, usando el lenguaje más estridente que pueda imaginarse para defender el diseño actual, esto es, la permanencia de las peores prácticas y la supremacía local de los peores personajes. Este paquete incluye —porque la falta de sentido común darwiniano de nuestra izquierda es proverbial— a aquellos involucrados en ataques contra los movimientos sociales y los propios militantes de la izquierda. No se propone una sola alternativa, sino la continuidad de lo que existe. Si esa es la línea radical…

Como fuere, hay que replantear el problema. El gran ausente de la discusión es el tema del desarrollo. Abstráigase el lector un instante del asunto de la corrupción (en este caso, enorme). Incluso si no existiera, sería un absurdo dilapidar semejante fuente de recursos en minúsculos proyecticos locales, sin ninguna conexión orgánica entre sí, a menudo insostenibles, mientras que nos enfrentamos a bloqueos estructurales por temas como la debilidad crónica de la infraestructura o el déficit educativo. Los recursos de las regalías deberían pensarse ante todo como una palanca para el desarrollo. Y esto explica por qué es urgente cambiar el statu quo y decirlo sin reatos.

En ese sentido, creo que Hernández Gamarra —en reciente artículo en El Tiempo— tiene toda la razón cuando dice que no debería dársele tanta prioridad en el proyecto gubernamental a la financiación de la prevención o indemnización de daños ambientales. Este, por supuesto, es un tema fundamental, tanto por la necesidad de tenerlos en consideración en la regulación de la explotación minera, como por el hecho de que las regiones deben ser compensadas por las externalidades negativas que ella les genera.

Pero el Estado colombiano debería imponer el tema a las empresas y no gastarse la platica que tiene en algo que es una obligación del sector privado y que debería ser obtenido por medio de instrumentos regulatorios. Si el miedo es a que los inversionistas se vayan, pueden estar tranquilos. Muchos capitalistas están dispuestos a aceptar algo más de regulación a cambio de más infraestructura, mejor capital humano y más orden social, como lo corroboran toda clase de experiencias, también en países vecinos (espero poder volver al tema pronto).

Las regalías deberían ir a grandes proyectos nacionales, que están severamente desfinanciados: infraestructura, capital humano y redistribuciones en grande que siempre exigen un esfuerzo fiscal significativo (piénsese en la ley de tierras y la de víctimas).

Las regiones productoras deberían tener líneas de acceso privilegiado dentro de esas apuestas nacionales y les iría mucho mejor que ahora. La piscina de olas de una municipalidad perdida, que deja de funcionar después de una quincena de relajo, no le sirve sino a un político y a su trinca local. La población seguramente preferiría educación, carreteras y tierra.

  • Francisco Gutiérrez Sanín

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