lunes, 4 de febrero de 2019

El empuje de los subalternos

En los entramados de una paz parcial, Colombia experimenta este “regreso al futuro” malogrado tantas veces; un espacio social de reformas desde abajo, disimulado por los focos de guerra civil regionalizada.

En este panorama se actualiza y ubica el hecho político social de mayor envergadura. El experimento de la nueva lucha política y social, la marcha renovada de la democracia subalterna, que se manifiesta con visos de autonomía creciente en la disputa por la conducción de la sociedad civil moderna. 

Es lo radicalmente nuevo, que marca el pulso por la hegemonía social, define la progresión de una guerra de posición democrática, que toma cuerpo en una lucha contra hegemónica por ganar y conducir los espacios de la sociedad civil.

A esta lucha democrática plural, de amplio espectro, y alcance se la impide nacer todavía, por la reacción y derecha que gobierna, poniendo a la cabeza al joven cancerbero Iván Duque, integrante de la fracción que hegemoniza el bloque de poder oligárquico, que aspira al control monolítico del gobierno de la sociedad política.

Sin embargo, el bloque proclive a la guerra no tiene la fuerza suficiente, porque la oposición progresista y democrática, aunque minoritaria tiene fuerza en las dos cámaras para detener, y hasta cierto punto controlar la estrategia de la reacción y la derecha coaligadas. De ahí que el régimen para-presidencial que no desmontó tampoco el gobierno de Juan Manuel Santos, a toda costa quiera imponer un orden marcial al rumbo de la paz en Colombia. 

Así las cosas, el bombazo que se atribuyó el Eln, contra la Escuela Nacional de Policía, se convirtió en una suerte de manzana envenenada, en procura de tales designios. Pero, la disputa estratégica por la democracia no corrió la misma suerte que la familia Pizano, al denunciar, alertar de la corruptela de Corficolombiana y Odebrecht, cuya asociación con Colombia, data, cuando menos con los gobiernos de Álvaro Uribe Vélez.

Entonces hubo las coimas en beneficio del candidato Oscar Iván Zuluaga, por los servicios del publicista brasileño Duda Mendonca. En ese laboratorio corrupto se probó a Iván Duque, jefe de la campaña presidencial, que evita fugas ingratas como la de Juan Manuel, fracasada la candidatura de Uribito, salpicado y embadurnado por el escándalo de AIS, que cómo no, financiaba la aspiración presidencial del Centro Democrático.

Lo que sí logró ahora, con la financiación mayoritaria de Luis Carlos Sarmiento Angulo, el binomio Duque/Uribe fue, al fin, el triunfo electoral, consolidado con 10.373.080; y enseguida el saboteo continuado de la negociación con la insurgencia subalterna del Eln, parqueada en La Habana desde agosto de 2018.

A la negativa oficial de retomar la negociación de paz que fue instalada y protocolizada por el gobierno anterior, se unió al insistente torpedeo contra la JEP, y la sindicación de Jesús Santrich como narcotraficante, después de la firma de la paz de diciembre de 2016. Tareas a cargo del fiscal conservador Martínez, alfil de muchos gobiernos, desde los tiempos de la negociación de paz de Pastrana con las Farc, en los tiempos del Caguán.

Esta vez no bastó la tramoya del gobierno estadounidense, orquestada por el Fiscal Humberto Martínez, antes consultor y apoderado de las causas de Sarmiento Angulo, pero sí puso en La Picota, a este caracterizado líder del nuevo partido Farc, e hizo refugiarse a Iván Márquez, quien no se posesionó en el Congreso y al Paisa, a riesgo de correr destinos similares. La primera acusación se derrumbó recientemente, ante la no presentación de las pruebas prometidas y demandadas por la JEP.

 La intempestiva participación subalterna
                                                   Ahora me refiero, y cómo no, a los resultados ciudadanos contabilizados en diferentes episodios propios de la disputa hegemónica y contra-hegemónica por la conducción de la sociedad civil en Colombia, que vienen produciéndose desde el año 2011, con la movilizaciones de la intelectualidad universitaria, que retuvo la contra-reforma educativa neoliberal, que sigue buscando en convertir el derecho a la educación superior en un bien económico transable.

Después vino el fementido paro agrario, que negó más de una vez el presidente Santos, ante cuya evidencia tuvo que rendirse el gobierno y celebrar acuerdos, las más de las veces incumplidos. Esta demostración de los subalternos sociales se convirtió como acción plural de masas, en un encuentro creativo entre la ciudad y el campo, y, sin duda, en reservorio para las luchas por la paz, y en el fortalecimiento de las nuevas organizaciones subalternas, en particular, Marcha Patriótica y Congreso de los Pueblos.

Durante estas luchas, urbanas, rurales y mixtas, las minorías indígenas, afro, mujeres por la paz, y víctimas del conflicto armado también se destacaron a través de mingas y formas de resistencia, la mayoría ubicadas en la región Pacífica, pero, no exclusivamente.

En la defensa de la paz negociada entre las cúpulas del gobierno y la guerrilla, presidida de los ciclos de negociaciones secretas de la Habana, que sólo al final se abrieron a delegaciones de víctimas, indígenas, militares, y otras delegaciones, la posterior presencia subalterna en las calles, de modo masivo, impidió que el plebiscito manipulado por la reacción y la derecha condujera a la anulación de la paz negociada con las Farc-Ep.

Herida de muerte por una descarada campaña de desinformación, el plebiscito por la paz estuvo atacado por un rosario de fake news, propaganda sectaria y contraria a las creencias religiosas que uno de sus conductores, Juan Carlos Vélez, del CD, gerente de la campaña reconoció sin empacho alguno, revelando el nombre de los poderosos financiadores del No a la paz.

La masiva movilización y concentración de octubre de 2016, no sólo presionó al despistado y circunspecto Juan Manuel Santos, sino que obligó a la bancada del gobierno a darle aprobación a la paz, incluyendo, eso sí, modificaciones a los acuerdos, que en todo caso recibieron aprobación constitucional ante la Corte, parando la avanzada reaccionaria, que, sin embargo, coleccionó rédito, para el siguiente ciclo electoral, de presidencia y congreso, que se abrió con la saga de las consultas para seleccionar candidatos posibles para 2018.

El despertar, y el avance de la democracia subalterna siguió su curso, en este caso, favoreciendo las aspiraciones de Gustavo Petro, y la coalición de la Colombia Humana, y la fórmula de centro que colocó en la delantera a Sergio Fajardo. No fue posible obtener un acuerdo entre las dos tendencias, y los más de 8 millones de votos cosechados, pero diivididos dieron el primer lugar a Iván Duque, quien para la segunda vuelta triunfó sobre el candidato de la Colombia Humana.

Lo que nadie esperaba, luego de la aprobación por el Congreso de la consulta popular contra la corrupción diera los resultados que consiguió, en efecto. Porque una vez que hasta el nuevo presidente, Iván Duque, dijo que la acataría, en disfonía con su propia coalición, que mascullaba entre bambalinas, sumó  en rechazo a  la corrupción,  11.674.951 votos, aventajando al electo presidente que obtuvo 10.373.080. Hasta convertir la disputa por la hegemonía en el hirsuto territorio de la sociedad civil, en una notoria batalla que libra, de manera pacífica, la fuerza plural de la democracia subalterna movilizada

Sin embargo, la cifra alcanzada, sin precedentes, como lo fueran también los más de 8 millones de votos depositados por la fórmula Petro/Robledo, no resultó suficiente para obligar al Congreso a darle cumplimiento al mandato votado el 26 de agosto de 2018.
Aquel mandato se ha convertido en un referente a comparar con experiencias, anteriores y posteriores, de multitudes subalternas movilizadas contra los gobernantes reaccionarios, o autoritarios. Tal como lo han sido, con signo político heterogéneo, las de la primavera árabe, las del 21 m en España, o la de los chalecos amarillos, por estos días.

La cifra obtenida, 11.674.951 no era suficiente, porque tenía que alcanzarse 12.140.342 votos, que correspondían al 33 por ciento del censo electoral vigente para entonces. Hoy sabemos, como lo recordara, el constitucionalista y académico Juan Carlos Henao, que sería otro el guarismo, luego de conocido el censo nacional de población que contravino la tendencia del crecimiento prospectada, al resultar que la población colombiana, contada a la fecha, apenas si superó los 45 millones de habitantes.

A estos resultados, en el segundo semestre de 2018, se sumó una intempestiva y renovada irrupción de la población universitaria movilizada contra la desfinaciación del presupuesto para las instituciones públicas y privadas. Por algo más de dos meses forzaron acuerdos con el gobierno nacional, que parecía no querer dar el brazo a torcer, a través de su ministra de educación que buscó zanjar de modo antidemocrático las demandas universitarias, reunida únicamente con los rectores.

Tales acuerdos fueron cuestionados en las calles, y movilizaciones multitudinarias orientadas por estudiantes y docentes, con el beneplácito de la ciudadanía, obtuvieron mayores compromisos para la financiación, y una especie de tatequieto al desangre descarado de la educación pública superior, con la reedición de la fórmula del “pilo paga”, disfrazada con la aureola de la excelencia, subsidiando, de modo preferencial a las instituciones privadas más cotizadas.

(Continua)

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