viernes, 1 de febrero de 2019

¡ABAJO EL DICTADOR!

Giovanni Mora Lemus (30/01/19)
Profesor Universitario, miembro del Grupo Presidencialismo y participación.

Algunos analistas criollos que siguen con desparpajo el grave conflicto socio-político venezolano, que está llegando a la violencia política, se han sumado a los cantos de sirena que piden la cabeza del tirano.

Además de eso, prestigiosos literatos como Santiago Gamboa, Piedad Bonnett y el infaltable Héctor Abad, quienes combinan la novela con las columnas de opinión, apoyan la caída inmediata y necesaria de la tiranía. Quieren hacernos creer que el problema venezolano se resuelve con la caída del “dictador”.

Para ellos, junto a algunos políticos profesionales, el intervencionismo norteamericano es solo una ficción mamerta, la excusa perfecta, repiten ellos, para ocultar el fracaso del modelo socioeconómico venezolano y la sanguinaria represión estatal.

Hernán Andrade, miembro del partido conservador colombiano en una lacónica entrevista en la W radio, en esta semana, se unió a los cantos de sirena, invocando la intervención del todo poderoso: “Dios quiera se acabe la dictadura en Venezuela” señaló, pero tras bambalinas la providencia se hace hombre en el anglosajón Trump.

La guerra económica y el cerco financiero dirigidas contra el gobierno y la población venezolana, son males necesarios, que la democracia norteamericana, de cuño occidental, toma para que vuelva la libertad y la paz al país suramericano. Las muertes de hombres y mujeres que se están enfrentando en las calles son sacrificios normales en la lucha por el retorno del orden ¡Qué hipocresía!

Hoy celebran la llegada de Juan Guaidó, el autoproclamado presidente interino y el respaldo del injerencismo norteamericano bajo los eufemismos de “la salida democrática”, o “la transición democrática”; esto acompañado del embargo a las cuentas de la petrolera PDVSA, que se traduce en más conflicto social y por ende en menos democracia. ¿Acaso no lo ven nuestros analistas criollos?

Es verdad que la base chavista se ha recortado si la comparamos con los años de gobierno de Hugo Chávez. En las últimas elecciones presidenciales de mayo de 2018 el abstencionismo llego al 54%, esta merma en la participación genera graves problemas de gobernabilidad, el campo de maniobra política se ha reducido para el proyecto bolivariano. Esto es innegable.

Las voces críticas de sectores de izquierda venezolanos distantes del modelo socioeconómico oficial, señalan tremendos problemas de corrupción y de burocratismo mezclados con autoritarismo. Desde afuera se les cuestiona la excesiva dependencia de la renta petrolera y un estilo de gobierno populista. Realidades que cualquier demócrata no puede desconocer. Pero de ahí a apoyar política e intelectualmente la intervención militar hay un abismo.

Por su parte la oposición venezolana no ha sido ni democrática ni pacífica, ha patrocinado y financiado las llamadas guarimbas, grupos de choque que no se caracterizan por su espíritu pacifista y conciliador. Carece de liderazgo y de proyecto político, perdieron la oportunidad de cogobernar cuando ganaron la Asamblea Nacional y se dedicaron más bien a desconocer sistemáticamente al ejecutivo y a calentar el vecindario.

Es conveniente que algunos intelectuales, literatos y políticos criollos estudien el libro de Antonio Negri y Michael Hardt titulado Multitud. Según estos teóricos de la política, el siglo XXI se empieza a caracterizar por un estado de guerra global.

Los escenarios de guerra a nivel mundial son a la larga nichos de acumulación para el capital transnacionalizado. Afganistan e Irak, donde las fuerzas de la OTAN intervinieron en pro de la defensa de la democracia, son un claro ejemplo de lo rentable que resulta invertir en la guerra y de la necesidad que ésta sea interminable.

En el 2011, los acontecimientos de Siria y Libia nos lo presentaban como parte de la llamada primavera árabe, ese ciclo de protestas ciudadanas que reivindicaban la democracia y que pretendían derrocar a los tiranos. Hoy son dos países destruidos por la guerra civil, porque la intervención militar de Occidente solo generó el aumento del conflicto bélico, y nunca llegó la paz y la prosperidad que era lo prometido…

Pero sigamos con Negri y Hardt. Ellos sostienen que la guerra global permanente se convierte en la norma y no en la excepción, transmuta a una relación social permanente. Somalia por ejemplo, en este momento sufre bombardeos por parte de EEUU y por si fuera poco, islamistas, milicias apoyadas por sus vecinos Etiopia y Kenia se enfrentan en una guerra interminable.

Por su parte, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos bombardean indiscriminadamente a su vecino Yemen, los muertos se cuentan por millares ¿En realidad los literatos criollos no valoran los riesgos para Suramérica que se prenda la mecha en Venezuela?

Por último, conviene recordar la carta que firmaron intelectuales y académicos norteamericanos, entre ellos Noam Chomski y que fue dirigida al presidente Trump. Las exigencias son muy concretas a todos los gobiernos que apoyan el golpe y la intervención militar en Venezuela, entre ellos Colombia; primero, no polaricen más a la población venezolana desde el exterior, y segundo la única salida viable es la negociación.

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