domingo, 1 de junio de 2014

Acefalia y la tormenta.
                                                                                                                                                      
Actitud frente a la tormenta


Existe lo que se da en llamar "actitud ante la tormenta". Cuando a uno lo alcanza un inesperado chaparrón, se puede hacer dos cosas: o bien se hecha a correr lo más rápido posible, o se pone uno a resguardo bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todas formas, siempre se terminara mojado.
Pero si uno se prepara mentalmente, y con anticipación, a la idea de quedar mojado, no se sentirá muy contrariado por la llegada de la lluvia.
Se puede aplicar beneficiosamente este principio a cualquier circunstancia.

HAGAKURE
Jocho Yamamoto



                                                                 Había una idea entremezclándose, mientras pequeños distractores emanados de un computador y las diminutas réplicas  que se hacían por algunas redes sociales hacían que esta idea no tomara forma (tal vez como él quería); sin embargo había cosas confusas que eran evidentes, además un aire desesperanzador en la jornada democrática. Esto ya era normal.

Sin embargo, Acefalia no lo superaba fácil; recordaba que en el estado de cosas actuales, la excepción se volvía normal. Todo anunciaba un ejercicio liberal de representación democrática, bueno tanto como lo permitían los distintos mecanismos de control, mecanismos del proceso como tal, los doctos sobre el tema y la elite educadora (un discurso suena a lo lejos). El encierro hacía que la idea recorriera, a pesar de los distractores; algo sigue recorriendo la cabeza sin tomar forma. En ese momento eran impulsos eléctricos que daban imágenes y palabras  dentro del cuerpo.

La confusión se hacía más presente, mientras la noche avanzaba dilatando el tiempo. Acefalia no entendía como un candidato que en los anteriores años había demostrado ser estratégico frente a la clase política; tenía un equipo el cual se podía calificar de envidiable; reduciendo a la oposición y calmando bríos con violencia donde los medios no podían  (o no querían) entrar y gran diplomacia frente a las cámaras.

Ahora este candidato que tiene a su disposición todo el parapeto económico y político, es decir, que puede ejercer el poder desde su gran capital a más de un flanco, había tenido una pobre actuación, dejando al candidato peor que el en ventaja; de todos modos ninguno de los dos era buena opción, la diferencia radicaba en la intensidad de la hediondez a muerte; el candidato de la actuación pobre se había conformado con un resultado que dejaba mucho que desear para sus condiciones. Por eso Acefalia se preguntaba: ¿qué paso con el estratega que en público y en secreto tiene más de un admirador? ¿dónde está la Maquinaria al servicio de la candidatura? 

Se sentía agotado, recordó las campañas, mientras se recostaba en la cama, en ese momento un televisor en el cuarto continuo anuncia resignación. Ahora todos eran expertos. Acefalia hizo una fuerte respiración en medio de libros hechos a un lado con su brazo, para poder recostarse, en todo momento el computador seguía encendido.

II


                                         Se echó mientras el ordenador seguía prendido. Acefalia miraba al techo y hacía más lenta la velocidad del aire que salía de sus pulmones, entonces comenzó a buscar algo de calma en ese ejercicio, con el fin de poder escuchar que era eso que se dibujaba, cuál era el sentido de las imágenes que parecían presentarse con tanto desorden.

Su cuerpo se puso algo frío, y  la serenidad iba en aumento, entonces lo atropellaron una serie de imágenes terribles que llegaron a su cabeza.  Aquel mandatario había entregado su puesto, su torpeza, las alianzas que eran inconvenientes para abonar electorado; la pelea declarada con el contendor que había sido ganador en esta ocasión, y el contraste con la falta de protagonismo propio.

Todo esto parecía acorde con una de tantas reuniones secretas en un bello cuarto con muebles clásicos, de colores claros con algo de dorado, y a la vez colores que combinaba con estos muebles en toda la decoración de aquel cuarto de reuniones (lámparas bellas que dibujaban pequeños espirales que terminaban en flores, pinturas de paisajes y una o dos de algún hecho histórico que se podían calificar de repudiable; contrastaban con un bello marco tallado a mano y restaurado posteriormente) de pronto unas palabras de inconformidad y gente poderosa que discute. 

Ahí se había acordado todo. Todo parecía acorde al escenario planteado. El presidente tenía que entregar su puesto. Un respiro fuerte se escuchó, Acefalia espero equivocarse y además de poder dormir rápido, el frio que sintió ahora lo hizo agarrar una cobija con su mano y llevarla a su cuerpo.


Anderson Hernández


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