domingo, 4 de agosto de 2013

EL DEBATE DE LA PAZ EN COLOMBIA

LA IZQUIERDA,  LA DEMOCRACIA  Y LAS FARC-EP

Miguel A. Herrera Zgaib
Profesor asociado, C. Política, Unal.
Proyecto Historia política y social de los Grupos y Clases subalternas.
Presid.y.partic@gmail.com

Preliminares

“La protesta social no puede ser criminalizada.” Eduardo Montealegre, Fiscal General

                                                   Al  reinicio de los diálogos de paz en La Habana, que giran en torno al segundo punto de la agenda pactada el año pasado, luego que se produjo el fusilamiento de Alfonso Cano, según denuncia de la Iglesia Católica del Valle del Cauca, y ahora que se incorporó Pablo Catatumbo a las conversaciones, - a riesgo de ser ultimado en el cerco en su teatro de operaciones -, Iván Márquez, desde el palacio de Convenciones, acompañado por Jesús Santrich, anuncio el interés concreto en ser parte del proceso electoral  mediante un procedimiento especial, que le asigne curules para Congreso, lo mismo que en concejos, y  asambleas, a su debido tiempo.
                                              
Izquierda  y Farc-Ep

Unos días antes, agrupamientos de izquierda de diversos matices, con la notoria ausencia del PDA,  hicieron un Llamamiento a l@s demócratas de Colombia, señalando en su primer punto: 


Nuestra voluntad de trabajar conjuntamente, con criterios de convergencia, respeto e inclusión, desde ya y hacia el mediano y largo plazo, en los propósitos y tareas que permitan la construcción de la democracia desde las dinámicas sociales, los diálogos por la paz y los procesos electorales.

De su lectura se desprende que la nueva convergencia, que se dispone, en parte, a corregir el fracaso del intento anterior, simbolizado en los logros y errores del PDA, tomando en cuenta las protestas sociales, los diálogos de La Habana, y las próximas elecciones para empezar.

En el segundo punto se intenta un deslinde de campos con el bloque dominante, y sus dos principales expresiones, “santismo” y “uribismo”, interpelando a los grupos y clases subalternas de Colombia, que no solo resisten sino exigen respuestas inmediatas a través de la protesta social, de hecho y de derecho, contra las acciones de los grandes capitalistas del campo y la ciudad.

En una palabra se ofrece y se brinda solidaridad y participación con las luchas de las multitudes movilizadas de modo heterogéneo y por separado. Las cuales, en buena parte, se espera confluirán en el paro del 19 de agosto, que probará su disposición de lucha en el curso de lo que hemos caracterizado como la revolución democrática global y local, en el tiempo de las revoluciones proletarias, que  Carlos Marx comenzó a analizar y animar a partir de la experiencia revolucionaria francesa de 1848, que instaura de modo provisional la República social  con el respaldo obrero, cuyos participantes sufrieron fusilamientos masivos y ostracismo en las insufribles prisiones de Panamá por su osadía.
Estos son los apartes del llamamiento al respecto:

Nuestro compromiso de solidaridad y participación con las luchas que desarrollan diferentes sectores sociales y regionales que resisten y sufren las consecuencias de políticas del Estado en favor de la concentración del gran capital y de la tierra, con las cuales se golpean los intereses de trabajadores, campesinos, indígenas y afro-descendientes, de mineros artesanales, de trabajadores del carbón y del petroleo, de cafeteros, cañeros, transportadores, del magisterio y en general de las capas medias y pobres de la población.

En materia de formas de lucha de los subalternos frente al actual estado de cosas, en el marco de la dominación capitalista que comanda y decide el bloque que hegemoniza el capital financiero, y cuyo vocero principal es el presidente Juan Manuel Santos, con el contrapunto abiertamente reaccionario del ex Álvaro Uribe Vélez.

El reclamo es por la solución política a la guerra que enfrenta a sectores estratégicos del “pueblo colombiano”. Para conseguir una solución se reclama y demanda “justicia social”. La cual, a fuerza, cuando menos tendría que leerse en la clave constitucional del artículo 13, que promueve, dice con la fuerza y recursos del Estado, que “la igualdad sea real y efectiva”.

En particular se demanda la participación informada y activa del pueblo. Al respecto, en este punto, el pronunciamiento de las Farc-Ep, de su vocero Iván Márquez, cuando reclaman: “un diario impreso, una revista, una emisora y un canal de televisión de cobertura nacional”, viene como anillo al dedo.

Claro está, se requiere que sea atendido de inmediato, si se quiere sacar a los debates, deliberaciones acerca de la paz y la guerra, del enclaustramiento, el encierro en que se encuentran hasta hoy. A pesar de los limitadísimos esfuerzos que hacen el PNUD y el Centro de Pensamiento de la Universidad Nacional por divulgar, y encauzar las reflexiones y propuestas de Colombia. No es posible una efectiva negociación de paz en Colombia sin una verdadera democracia, que arranca por la deliberación misma, sin censuras ni exclusiones. Ello no ha ocurrido hasta hoy, pues el país político mantiene el control y la vigilancia sobre este proceso, circunscrito a las delegaciones concentradas en el cuasi-ghetto de La Habana.

Este es el tenor literal del Llamamiento en el punto ya comentado:

Nuestro pleno apoyo a la búsqueda de una solución política para la paz con justicia social y a las conversaciones que se adelantan en la Habana entre el Gobierno y las Farc. Nuestra solicitud de que ellas se extiendan a los demás sectores de la insurgencia e incluyan la participación informada y activa del pueblo y nuestro llamado a neutralizar a quienes de manera abierta o encubierta pretenden obstaculizar los diálogos de paz y condenar al pueblo colombiano al sinfín de  crueles consecuencias de la guerra.

Un cuarto punto se focaliza en atender a la crisis de la administración de Gustavo Petro, en Bogotá, reclamando democracia y atención prioritaria a la situación social para enfrentarla con las pretensiones de imponer el modelo neoliberal de ciudad, que estaría en cabeza de Miguel Gómez, y quienes lo secundan en el proceso de revocatoria, que ha prosperado hasta ahora, en materia de firmas; y que aún puede ser objeto de dos recursos, reposición y apelación, que el alcalde tendrá que decidir.

Pero, al mismo tiempo esta convergencia guarda silencio sobre los errores cometidos, y las faltas en la ejecución urgente y adecuada de los recursos disponibles para atender a los serios problemas de movilidad y seguridad ciudadana, de una parte; y de otra, brindar una adecuada asistencia social a los más necesitados: tercera edad, niños e infantes, en materia de salud, vivienda y calidad educativa, que no puede reducirse a construcción y reparación de infraestructura.

Esto es lo que consigna el documento en comento:

Nuestro respaldo a la gestión de la administración de Bogotá en beneficio de lo social y la democracia, frente a quienes pretenden, por vías como la revocatoria o la sanción disciplinaria, impulsar un modelo de ciudad para la globalización neoliberal y recuperar para la voracidad del sector financiero y para la politiquería, el manejo de los recursos del distrito.

Presente y porvenir de la democracia                     

Los dos últimos puntos resumen en forma y sustancia lo que buscan los grupos y movimientos que firman el llamamiento, que coincide con el tiempo en que aún se discute, y cuando está próximo a conocerse el conjunto de acuerdos que suscriban guerrilla y gobierno en materia de participación política.

Primero que todo, queda claro que el llamamiento abarca todas las expresiones de la izquierda,  la democracia y el centro político dispuestas a configurar un gobierno alternativo, al que favorece y consolida el capital transnacional y la gran propiedad agraria, ganadera y minera. Este gobierno es definido de modo general  como orientado a la construcción de una sociedad democrática y justa. Así se puede comprobar en la siguiente lectura del punto 5:

Nuestro compromiso para llevar a feliz término una amplia coalición electoral en el 2014, con todas las expresiones políticas y sociales de la izquierda, la democracia y el centro, que mediante un programa para un gobierno alternativo, convoque a todas las corrientes de la opinión dispuestas a iniciar desde el poder, la construcción de una sociedad justa y democrática.

De lo antes consignado, es más que explícito que la convergencia es de carácter electoral, para empezar, y no se atreven a enunciar ningún otro tipo de acción. Por el contrario, se guarda “escandaloso” silencio sobre el paro que se viene anunciando para el 19 de agosto próximo, con la excepción de la siguiente mención: “Todo lo anterior ligado al respaldo de las luchas que libran y librarán distintos sectores de nuestro pueblo”, sin que se precise cómo será, porque estas luchas se están librando en la actualidad en diferentes lugares de Colombia.

Por último, se establece, se propone un mecanismo para participar y escoger candidatos a cámara y senado, con específicos acuerdos regionales en la integración de listas en el primer caso;  y reclamando una participación unificado para elegir senadores. Y en cuanto a la presidencia se propone, como lo han propuesto otros sectores de la derecha, realizar una consulta, en este caso abierta, por los sectores alternativos.

En desarrollo de esta política electoral de unidad democrática, llamamos a realizar simultáneamente con las elecciones parlamentarias, una consulta abierta para escoger un candidato o candidata de los sectores alternativos a la Presidencia de la República, concertar un mecanismo que nos permita participar unificadamente en las elecciones de Senado y buscar acuerdos regionales para integrar las listas de Cámara de Representantes en cada uno de los departamentos. Todo lo anterior ligado al respaldo de las luchas que libran y librarán distintos sectores de nuestro pueblo.

Por su parte, las Farc-ep, desde La Habana ya han exigido una cuota de participación en la cámara y el senado. Lo cual supone, a no ser que se manifiesten en sentido contrario, que eventualmente se incluyan estas exigencias en las elecciones por venir. Para el efecto, que haya la debida provisión de fondos y garantías necesarias y suficientes.

A lo cual apunta, forzosamente, lo que la Corte constitucional resuelva en referencia con el Marco Jurídico para la Paz, que ha sido examinado en audiencia pública, con resultados favorables, tomando en consideración a los intervinientes que fueron escogidos por la misma Corte.

Sin embargo, posteriormente, se impetró una nueva demanda de inconstitucionalidad por un representante del uribismo, Rafael Guarín, y se hizo expreso el descontento de un sector de magistrados, censurando las filtraciones del ponente Jorge Pretelt, que indican que habría ponencia favorable y condicionada.

No hay duda que la llamada izquierda legal se mueve. Muestra de lo que aquí se afirma está en el listado que firma el llamamiento, y que en seguida se reproduce:

Movimiento progresistas, Vamos por los derechos, País común, Poder ciudadano, Partido comunista colombiano, Unión patriótica, Congreso de los pueblos, Poder y unidad popular, Movimiento por la constituyente popular, Presentes por el socialismo, Revolución de la esperanza, Polo al sur.

Izquierda, Derecha  y Democracia, ¿qué?

Entre los que firman, a la ausencia del PDA, se une otra, la de la Marcha Patriótica. Y, por supuesto, no queda fácil tampoco reconocer tampoco representaciones del sinuoso, vaporoso Centro, entre los firmantes del Llamamiento del 31 de julio de 2013, suscrito en Bogotá.

Tampoco queda claro, y habrá que hacerlo explícito, de qué modo se distingue la izquierda de la democracia. Si se tratara de nombres, uno podría decir, que en ninguno de los que figuran en el documento se incluye en su nombre la palabra democracia. Pero, seguro, todos, de un modo u otro hablan, refieren la democracia en sus documentos y acciones.

Por supuesto, en gracia de discusión, hay un agrupamiento, el principal del uribismo, el Centro Democrático, que no por nombre sería caracterizado por ninguno de ellos como democrático, y menos a darle cabida, aunque Uribe y Robledo, por ejemplo, hayan coincido circunstancialmente, en el apoyo a las luchas que libra el movimiento cafetero.

Tampoco el partido Liberal o el Conservador, hasta hoy se llaman de modo explícito demócratas a lo largo de su historia doblemente centenaria. No lo hizo nunca el gran caudillo y mártir, Jorge Eliécer Gaitán, quien animó la Unir, y el Liberalismo, y pare de contar. Menos ha ocurrido con el partido de Álvaro Gómez, Mariano Ospina, o Andrés Pastrana, cuya máxima audacia fue llamarse Social Conservador, y pronto retiraron esa comprometedora calificación de su divisa.

En cualquier caso, hay muestras inequívocas de que está en curso una revolución democrática que toca a las puertas de los gobiernos de todos los continentes, y un país como Colombia, aunque con notable retraso, también recibe su llamado, a la par con la negociación de la paz.  Esta revolución tiene como antagonista al polo de la guerra que es también local y global.

Pero, todo ocurre en otra época, donde el capitalismo es dominante y quiere ser hegemónico. El curso de la que Huntington llamó la tercera ola no llega aún a buen puerto. Son las multitudes las que han de conducir el barco a buen puerto. La crisis de la gobernabilidad ha dado paso, a trochas y mochas, a la exigencia del autogobierno democrático. El oído tiene que ser fino, y la acción inteligente, la verdad efectiva de la cosa, la guía de los “perplejos”. Se trata de asimilar bien lo aprendido y experimentado a 500 años de la escritura clandestina de “De principatibus” por un exiliado, Nicolás de Maquiavelo.




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