jueves, 27 de octubre de 2011

En la rebelión que ha venido ocurriendo en el norte de Africa, la derrota del proyecto de Muamar GADAFI adquirió los caracteres de una tragedia humana que toca al final de él y su familia. Una nación con inmensas reservas petroleras, y constituida por abigarrado conjunto de tribus, no sólo tentó la imaginación, las extravagancias de una familia, sino que desaforó los apetitos económicos y las más secretas e inauditas alianzas con las potencias europeas.

En particular, está la Gran Bretaña de la "tercera vía", que con Tony Blair sacó no solo "tajadas" para la London School of Economics and Political Science, institución intelectual bandera del laborismo, sino para otros menesteres, con la CIA y el M16 después del atentado de Lockerville. Así lo prueban las siguientes crónicas. N d la R.

Noam Chomsky: “La intervención humanitaria no tiene traducción en los regímenes amigos: No ha habido reacción alguna cuando la dictadura de Arabia Saudí utilizó la fuerza masiva para aplastar cualquier signo de protesta. Otro tanto en Kuwait, donde unas pequeñas manifestaciones fueron aplastadas al instante. Y en Bahrein, cuando las fuerzas armadas dirigidas por Arabia Saudí intervinieron para proteger al monarca de la minoría sunita de las demandas de reformas por parte de la población chií reprimida. Bahrein es un caso particularmente sensible, ya que alberga la Sexta Flota de EE.UU.”.

En Libia tampoco el almuerzo será gratis

revuelta_gorkarabela.jpg

Los servicios secretos británicos le enviaban prisioneros para que los interrogue, las compañías petroleras occidentales pujaban por que cada vez quería más impuestos, el asesor de Tony Blair dijo que su país iba a ser una nueva Noruega, los países de la OTAN lo armaron hasta los dientes y lo desarmaron de un porrazo (era la nueva estrella de Oriente brillando en Occidente), ex miembros de Al Qaeda (patrocinados por la OTAN) participaron en su derrocamiento. La historia de Muamar Gadafi que nunca te contaron.

A fines de septiembre, luego de más de dos meses de asedio a Trípoli y cuando ya nadie en el norte de África ponía en duda el triunfo de los rebeldes frente al ejército gadafista, se descubrían ante cientos de rostros consternados las fosas con más de 1.200 cadáveres cerca de la prisión Abu Salim, el lugar favorito del dictador Gadafi para albergar a sus opositores políticos. Por primera vez en Libia y en el mundo se exponía en vivo y en directo el horror del régimen. En 1996 hubo en esa cárcel una masacre de presos que según los activistas de derechos humanos terminó con más de 2.000 muertos.

El suceso de Abu Salim es uno más en toda la era Gadafi y simboliza su forma de gobernar: para el pueblo pan y circo, para sus enemigos la ley y el garrote. Error. En Libia no existe ley, solo garrote, y un libro que nunca llegó a madurar. Cuando Gadafi se hizo del poder en 1969 abolió la antigua Constitución y hasta ahorita están esperando la nueva. Desde ese entonces Libia se ha gobernado por el Libro Verde, una mezcla del Corán con el Libro Rojo.

Como gobernante Gadafi ha sido excéntrico, cruel e impecable, pero no original. Él hay muchos como en el cercano, lejano y mediano Oriente. Sin dejarnos de indignar ante un régimen que utilizó la barbarie como forma de negociación política, los flancos polémicos de la intervención en Libia son evidentes.

El Nobel de Economía Milton Friedman popularizó una frase que viene a cuento: “No hay almuerzo gratis” (“No free lunch”). Pensar solamente que la coalición ha sido motivada por los buenos propósitos a la hora de intervenir en Libia, podría parecer ingenuo.

Dudas vienen, dudas van
Sin embargo, la suspicacia per se no es un argumento. ¿Qué razones hay para dudar de que las potencias han actuado solo de buena fe? Aunque el Chavo no lo recomiende, a veces es rendidor contestar una pregunta con varias otras:

– Si el ataque contra Libia se produjo para evitar que continúe el trágico derramamiento de sangre de civiles absolutamente inocentes, ¿por qué se permitió que los rebeldes a quienes apoyó la coalición masacraran también a civiles partidarios de Gadafi?

– ¿Por qué la coalición que hace unos años tanto combatió al Al Qaeda apoya ahora a sus miembros en la guerra contra Gadafi?

– Si Gadafi era tan impresentable, ¿por qué hace solo unos meses los principales líderes de Europa se abrazaban, se tomaban fotos y cerraban grandes negocios con él?

– ¿De dónde provienen las armas de Gadafi? ¿Acaso de los mismos países que hoy lo bombardean?

– ¿Es cierto que lo primero que hizo Sarkozy una vez que Gadafi se reconcilió con Occidente fue venderle armas a Libia?

– ¿Por qué hubo tanta premura en la coalición en repartirse la obras de la reconstrucción cuando aún no habían terminado de controlar Trípoli?

– ¿El nuevo régimen que se establezca en Libia garantizará los niveles de desarrollo humano que se alcanzaron en ese país en los últimos años?

Las penurias del pueblo libio son evidentes y demuestran que la lucha en los países musulmanes no solo tiene que ver con la pobreza y la desigualdad sino también con la búsqueda de una mayor participación y transparencia. Democracia fue el grito que se gestó a inicios de año desde los más lejanos rincones del desierto hasta instalarse en la médula de Trípoli. Luego de muchos años los libios terminaron de hartarse de aquel excéntrico personaje que hizo de sus ánimos personales un régimen político.

Si por su excentricidad, su desacuerdo con leyes internacionales y su impenitente actitud represora se debía intervenir Libia hasta derrocar a su gobernante, entonces ahorita mismo deberían estar lloviendo bombas en, por lo menos, dos continentes enteros.

Los bombardeos en Libia no son broma. Como tampoco lo fue la irracional represión del dictador contra su pueblo. Las bombas no discriminan y las víctimas son en buena cuenta las mismas. Lo curioso es que gran parte de las armas de ambos mandos eran de la misma fábrica.

Los principales proveedores de armas a Libia son algunos de sus actuales agresores: Italia, Francia, Reino Unido y Alemania. También (y en buena medida) Rusia, aunque este país, a diferencia de los anteriores, se abstuvo de aprobar el bombardeo. Entre el 2005 y el 2009 Italia le vendió armas a Libia por un valor de 276 millones de euros.

Tiras, aflojas, rompes
Gadafi no nació ayer. Desde el año 1969, cuando derrocó al rey Idris (uno de los pocos golpes de Estado en los que la sangre no llegó el río), no se ha movido de su trono presidencial (aunque en los últimos años no ejerciera oficialmente ningún cargo público, lo que resultaba un eufemismo). Palabra exacta: un cargo presidencial con las características de trono.

Desde ese entonces su relación con las potencias europeas y con los Estados Unidos pasó por distintos (y hasta antagónicos) niveles. Desde la confrontación más agria y polvorosa hasta el apapacho más tierno. Muamar el Gadafi (en realidad hay más de 150 formas de escribir su nombre, elegimos la más convencional) empezó su gobierno inspirándose en las políticas del gobernante y líder egipcio Abdel Nasser, quien propugnaba la política del panarabismo —es decir, la unidad y soberanía de los países árabes—, y la lucha contra sus enemigos comunes.

Este Nasser tenía una mentalidad progresista para sus tiempos. Sería injusto no reconocer que Gadafi en un primer momento supo asimilar lo positivo del egipcio. Pero el mentor murió un año después de que su pupilo tomó el poder. El egipcio dejó una caricatura como sucesor.

Los setenta en Libia fueron el eco de la política diseñada por Nasser mezclada con el exotismo de Gadafi. Fueron los tiempos de las nacionalizaciones, no solo de las empresas petroleras sino de toda gran propiedad, lo que dejó fuera de la esfera del Estado solamente los pequeños negocios familiares. También, de la creación del Libro Verde y la guardia amazónica: un ejército de cientos de mujeres entrenadas y dedicadas exclusivamente a la seguridad de Gadafi.

En la década de 1980, cuando ya el panarabismo había entrado en receso y muchos de los países que propugnaron el movimiento de países No Alineados decidieron alinearse más bien con la Unión Soviética, Gadafi se volvió promotor de lo que se conoce como terrorismo internacional. Se le vincula con el atentado de la organización palestina Abu Nidal en el aeropuerto de Roma y de Viena, así como de la voladura del avión de Pan Am en el que murieron más de 270 personas.

Durante el tiempo en que Gadafi fue como una especie de mecenas de la subversión internacional, tampoco la pasó piola. Por el contrario: su país y él mismo fueron víctimas de diversos atentados. En agosto de 1981 dos aviones estadounidenses atacaron a dos aviones libios dentro de su territorio. Eso ocurrió días antes de que fuese revelado un plan del jefe de operaciones de la CIA Max Hogel para el asesinato de Gadafi. En 1986 Estados Unidos atacó Libia con misiles, y ese ataque provocó la muerte de su hija. Todo ello acompañado de un tenaz bloqueo económico.

Primero le dieron de alta y luego le dan de baja


El atentado de Pan Am tuvo consecuencias paradójicas. El hecho significó el desprestigio del régimen gadafista, pero las negociaciones posteriores marcaron el punto de inflexión del líder Libio. Gadafi, contra todo pronóstico, viró. El temible Muamar el Gadafi fue cambiando de equipo de manera paulatina. Empezó con ciertas negociaciones con los países perjudicados en el atentado aquel. Poco a poco fue haciendo méritos hasta que un día de hace pocos años se convirtió en el super star de Occidente. Se retrató con Sarkozy, Berlusconi y Obama. Su proceso de “rehabilitación” patrocinado por Occidente había sido tan exitoso, que tuvo que ser dado de alta.

La pregunta actual es: ¿Por qué justo cuando vivían una luna de miel a Europa y los Estados Unidos les entraron apremios éticos con el dictador libio, a quien conocían perfectamente? Responde Zavalita Cruzado: ¿En qué momento se jodió Gadafi?

Uno de los argumentos de quienes sostienen que el aspecto económico nada tiene que ver en la intervención bélica hace referencia al giro de Gadafi. Si el dictador libio ya era socio de Occidente y le resultaba tan rendidor, ¿por qué separarse ahora?

La respuesta la podemos encontrar en los famosos wikileaks. El buen viento que parecía signar las relaciones entre Libia y Occidente era apenas una apariencia, pues mientras Gadafi se abrazaba y sonreía a diestra y siniestra con los principales líderes de la OTAN, adentro se comprimía mucha disconformidad. Las empresas petroleras no se sentían seguras en la Libia de Gadafi, se quejaban de un líder que nominalmente no tenía ningún cargo pero que en la práctica controlaba todo. Especialmente los grandes negocios. “En Libia el negocio es la política, y Gadafi controla ambos”, escribían preocupados los funcionarios estadounidenses en Libia. Y esa situación quedó reflejada en los cables que envió la Embajada estadounidense en Trípoli y que fueron filtrados por wikileaks.

Los otros pecados de Gadafi
Para el año 2003 Gadafi había renunciado ya a fabricar armas de destrucción masiva. Sí, las mismas que producen Estados Unidos y otros países de Occidente; pero algo debían de tener en especial éstas: o eran más armas o eran más destructivas, porque sus colegas de producción letal le ponían a Libia como condición que, si quería dejar de ser paria, debía dejar de fabricarlas. O tal vez simplemente no les gustaba la competencia.

Libia lo hizo, y a continuación una caravana de empresas petroleras se instaló en su territorio. Todos felices y contentos, hasta que al gobierno libio le pareció que estaban ganando mucho y dejando poco. Por eso los empezó a molestar con una suerte de impuesto a las sobreganancias. No hay necesidad de explicar mucho, porque aquí ya estamos bastante familiarizados con ese concepto.

Lo que le sacaba pica a la Embajada estadounidense no era solo la actitud del gobierno libio de hacer exigencias antes de culminar los contratos, sino el allanamiento de las empresas petroleras a las condiciones que les imponían. Es que los empresarios son todos parecidos: hacen cuentas y actúan según la relación costo-beneficio. Cuando la empresa italiana ENI firmó el contrato, a la Embajada le preocupó que las condiciones se hicieran cada vez más complicadas.

“Libia es un lugar excepcionalmente difícil para las petroleras internacionales, que tienen que afrontar numerosos y bizantinos problemas y cuyos márgenes de beneficios son comparativamente menores. La situación empeorará en los próximos años”, señala uno de los cables redactaos a finales del 2007 según www.publico.es.

Dicho y hecho: el asunto se agravó dos años más tarde, cuando el gobierno libio reunió a las principales petroleras para exigirles —perdón, para solicitares— un apoyo económico voluntario, parte del cual se iba a destinar a reparar a las víctimas de los atentados. Los petroleros, por supuesto, emitieron un unánime “no, esta vez no”. Pero trascendió que algunas empresas, como Gazprom de Rusia, se habían chantado hace ya tiempo.

El plan de privatizaciones que anunció pocos años atrás Gadafi generó mucho entusiasmo, pero en los pasillos los funcionarios de los Estados Unidos no ocultaban su escepticismo debido a que en Libia se pedía que los nuevos dueños mantuvieran a las mismas personas en el trabajo: “Esto a menudo hace que sea poco atractivo para un inversor extranjero, en la medida en que la productividad de las empresas públicas libias es infame y tienen exceso de personal como consecuencia de las generosas leyes laborales” (wikileak difundido por www.publico.es).

Es cierto que nada de eso nos puede llevar a afirmar que los desaguisados económicos han sido el motivo principal del apoyo a los rebeldes y la intervención militar; sin embargo, sí prueba que tal luna de miel no existía del todo y que, aun cuando la diplomacia tenía un buen rostro, existía una latente y creciente disconformidad.

Lo que también está clarísimo es que las empresas de los países de la OTAN van a estar en mucho mejores condiciones y con mucho más trabajo (y dinero) con el Consejo Nacional de Transición (CNT) que en la era Gadafi. Es decir, había un Gadafi bueno y un Gadafi malo, pero lo mejor era no tener a Gadafi.

De momento, y desde antes de que termine la insurgencia, ya se frotaban las manos. El presidente del CNT, Mustafa Abdel Jalil, declaró de manera explícita que en la reconstrucción van a favorecer a los interventores: “Lo gestionaremos de acuerdo con el apoyo que nos han brindado”. En otras palabras: que estén tranquilos, que el almuerzo de ninguna manera va a ser gratis.

Sin embargo, al interior del nuevo Gobierno también existen contradicciones. Uno de sus miembros aboga por que la ONU gestione el país en todo el proceso de reconstrucción, lo que favorecería a los países de la OTAN. La mayoría prefiere que sean los propios libios quienes se encarguen de ello. Pero igual, como hemos visto, los contactos están ya bien avanzados.

Pero no todos los intereses pecuniarios en el conflicto libio se reducen al crudo. Uno de los proyectos de Gadafi consistía en unificar países africanos y árabes con una moneda común: el dinar de oro. Esta idea, que se venía incubando desde hace tiempo, produjo reacciones contrarias en los países occidentales. El presidente Sarkozy dijo que con esa medida Libia estaba amenazando el sistema financiero mundial. En un contexto de crisis económica global que tiende a agravarse, la moderación (a la fuerza) del norte del África podía ser fácilmente una necesidad perentoria. Sin duda, la caída del régimen de Gadafi ofrece mejores oportunidades.

La pregunta actual es: ¿Por qué justo cuando vivían una luna de miel a Europa y los Estados Unidos les entraron apremios éticos con el dictador libio, a quien conocían perfectamente? Responde Zavalita Cruzado: ¿En qué momento se jodió Gadafi?

11.jpg

Los tiempos de la intervención humanitaria
A Gadafi lo llegaron a masticar pero nunca a pasar. Era un elemento indigesto a quien al primer as de bastos le bajaron el dedo. Los tiempos han cambiado y existen una serie de candados internacionales como para que la comunidad internacional pueda deshacerse así nomás de algún presidente indeseable. La penúltima incursión en Irak tuvo la cobertura de la agresión e invasión a Kuwait y la última, mucho más cuestionada, la de la guerra contra el terrorismo global (luego se descubriría que muchos de los argumentos fueron falaces y fabricados).

La intervención en Libia estuvo más bien amparada en un fundamento novedoso pero muy rentable llamado “intervención humanitaria”. El contexto de la frase nos remite a un escenario de conmiseración y solidaridad, pero su aplicación dista mucho de ello.

Alejandro Tudela, analista internacional y ex canciller de un régimen por cierto nada democrático como el fujimorista, advierte, no sin razón, de los peligros de su uso y abuso: “Este argumento no está basado en conceptos absolutamente objetivos como soberanía del Estado, sino subjetivos, sujetos a interpretación, y representan riesgos para la paz mundial, porque son muy peligrosos. Está emergiendo una nueva norma de derecho consuetudinario a nivel internacional: la intervención humanitaria sin una resolución del Consejo de Seguridad, lo que debilita el orden de la carta de Naciones Unidas. Se está regresando a un mundo más incierto”.

Los amigos del libio
Mientras por un lado se atizaban las tensiones de las que dan cuenta los wikileaks, por el otro se reforzaban relaciones de distinto tipo. La conexión de Libia con Occidente fue hace pocos años mucho más que entendederas comerciales. Llegó a niveles de promiscuidad, en los que estuvieron comprometidos la CIA, el Servicio Secreto Británico (MI6) y las administraciones de Bush y Tony Blair.

Según los documentos encontrados en los últimos días y que han sido publicados por medios como The Independent y el Wall Street Journal, el MI6 firmó una especie de TLC policiaco con Libia, que llegó al extremo de enviar prisioneros al reino de Gadafi para que le hagan el cachuelo de sacarles información, en virtud de su alta tecnología para los interrogatorios. Por su parte, ellos les pasaban el dato sobre la actividad de los opositores al Gobierno libio en el extranjero.

Estamos hablando de hace solo algunos años. Cuando iniciaron esta relación, la CIA, el MI6 y el mundo conocían muy bien las atrocidades en las que estaba metido el líder libio, no obstante lo cual no tenían el menor empacho en colaborar activamente con él. No haría falta hurgar mucho para llegar al concepto de complicidad.

En este episodio el ex director del MI6, sir Mark Allen, tuvo un papel protagónico: facilitó los primeros contactos para la reconversión de Gadafi y, para saltearse las leyes británicas de trato a los prisioneros, los envió a las salas especiales de Libia. El interlocutor de Allen fue Musa Kusa, el ex canciller libio que desertó hace algunos meses. A Kusa se le conocía como el liquidador del Coronel, y estuvo directamente implicado en el atentado de Pan Am. Era el anfitrión principal de los servicios secretos británicos. No en vano su primer destino cuando decidió abandonar a Gadafi en pleno conflicto fue Londres. La actual Administración inglesa de Gordon Brown ha señalado que se investigarán a fondo los lazos que se gestaron durante el gobierno de Tony Blair, en un reconocimiento implícito de tan cuestionadas relaciones.

Los amigos de Al Qaeda
Las justificaciones bélicas europeas hacen agua por los lados menos sospechados. Si bien Gadafi reemplazó a Bin Laden en los odios y las pesquisas occidentales, eso no significa que ambos hayan tenido una relación estrecha. Todo lo contrario.

Muamar Gadafi era enemigo declarado de Al Qaeda, igual o más que aquéllos que declararon a Bin Laden como peligro público a nivel mundial y que iniciaron una cacería que acabó con su muerte, hace pocos meses. Resulta que ex integrantes de Al Qaeda pertenecen a una de las facciones rebeldes que actualmente controlan el país.

Es el caso de Abdul Hakim Belhadj, líder principal del LIFG (grupo de combate islámico libio), jefe del Consejo Militar Trípoli y uno de los principales comandantes de la resistencia Libia, actualmente en el poder. Belhadj fue arrestado en el 2004 durante la guerra contra el terrorismo emprendida por el presidente estadounidense George Bush tras el 11 de septiembre.

Al año siguiente se lo envió a Libia en nombre de las buenas relaciones que mantenía Gadafi con el mundo occidental y sus servicios secretos, pues Belhadj era parte de la Jihad librada en su contra. El islamismo de Gadafi no es ultramontano sino todo lo contrario: es demasiado liberal para los talibanes. Según Alejandro Tudela, el Libro Verde de Gadafi vendría a ser al Islam como la teología de la liberación al catolicismo.

En el 2010 Abdul Hakim Belhadj fue amnistiado por Gadafi no sin antes hacer que él y sus compañeros firmaran una larga confesión en la que daban por terminada la guerra contra Gadafi. El propósito les duró poco tiempo, porque a inicios de este año Belhadj se convirtió en uno de los principales líderes rebeldes.

Actualmente muchos de los que se encuentran en el poder en Trípoli son islamistas extremos, ex miembros del Al Qaeda. La crítica a la instrumentalización de movimientos extremistas que se les hizo a Estados Unidos y las potencias europeas en el caso de los dictadores latinoamericanos como Pinochet o del mismo Bin Laden en Afganistán parece no ser cosa del pasado, ni, mucho menos, lección aprendida. Se trata de un perverso “uso y costumbre” nunca desterrado. Uno de los riesgos actuales es que la contradicción que existe entre los grupos islamistas radicales y el CNT se agudice y desencadene otra guerra civil: OTAN copyright.

La advertencia del periodista Pepe Escobar es desalentadora: “Por lo menos 600 salafistas que combatieron en la resistencia suní iraquí contra EE.UU. fueron liberados de la prisión Abu Salim por los rebeldes. Es fácil imaginarlos aprovechando el saqueo generalizado de Kalashnikovs y de misiles antiaéreos soviéticos Sam-7 lanzados desde el hombro para reforzar su propia milicia islamista de la línea dura siguiendo sus propios planes, su propia guerra de guerrillas”.

Doblez
El doble rasero de la intervención de la OTAN es muy bien resumido por Noam Chomsky: “La intervención humanitaria no tiene traducción en los regímenes amigos: No ha habido reacción alguna cuando la dictadura de Arabia Saudí utilizó la fuerza masiva para aplastar cualquier signo de protesta. Otro tanto en Kuwait, donde unas pequeñas manifestaciones fueron aplastadas al instante. Y en Bahrein, cuando las fuerzas armadas dirigidas por Arabia Saudí intervinieron para proteger al monarca de la minoría sunita de las demandas de reformas por parte de la población chií reprimida. Bahrein es un caso particularmente sensible, ya que alberga la Sexta Flota de EE.UU.”.

El analista internacional Farid Kahhat concuerda que en la intervención militar subyace el tema del petróleo, pero no por codicia sino para garantizar su flujo: “Los objetivos de las potencias occidentales en Medio Oriente se resumen en la necesidad de garantizar la estabilidad política de la región, el acceso a sus recursos energéticos y rutas comerciales, y su cooperación en temas migratorios y de seguridad”.

A pesar de ello, el internacionalista peruano es partidario de una intervención humanitaria en Libia, pues los crímenes contra la población no deben ser avalados por la comunidad internacional: “Tampoco discuto la hipocresía que supone enarbolar un discurso de respaldo a la democracia mientras se tolera que autoritarismos aliados repriman a quienes exigen reformas democráticas. Pero de ello no deriva que, por simetría, Estados Unidos debería también ser cómplice de una represión aun mayor contra la población civil de Libia”.

El problema no es que la comunidad internacional intervenga, sino la forma y el fondo de ello. El tema es hoy el día siguiente. Si nos atenemos a los antecedentes, tendríamos serios motivos para preocuparnos por el futuro de Libia y de toda esa convulsionada zona. ¿Cuándo fue la última vez que tuvo éxito una intervención extranjera por esos lares? ¿Tendremos que remontarnos al Antiguo Testamento? La constante más bien ha sido que después de ellas sobreviene una catástrofe similar o peor que la anterior.

Ha pasado ya más de medio año desde que se inició el conflicto y los tiempos de paz no se avizoran. En estos momentos Gadafi está corrido pero vivo y coleteando. Las masacres a civiles ahora se escuchan menos (¿se silencian más?). De lo poco que se conoce, los batallones de la CNT ex rebeldes están cometiendo innumerables abusos contra la población civil, contra quienes se cree que han estado apoyando a Gadafi. La Unión Africana ha denunciado que están matando de manera indiscriminada a ciudadanos negros, sindicándolos como hombres de Gadafi, pues el ex dictador libio empleó dentro de su contingente a muchos mercenarios provenientes de lugares aledaños a Libia.

La Libia que no te contaron
Es que existen en Libia muchas personas que aún quieren a Gadafi. Y no necesariamente por un reconocimiento histórico o por clientelismo, una relación muy común entre dictadores y dictados. El caso de Libia es peculiar y, según algunos entendidos, uno de sus aspectos positivos terminó siendo la base de la revuelta. Esa conciencia de democracia y libertades tiene que ver con un nivel de educación muy superior al de sus pares regionales.

¿Cómo imagina Libia? ¿Como un pobrísimo país desértico en el que existe una disparidad abismal de una casta rica-riquísima y un pueblo pobre-pobrísimo? Es probable que se tenga esa idea, si hacemos un símil con las rebeliones que la precedieron. Pero no. El caso de Libia es distinto.

A pesar de la gran desigualdad entre ricos y pobres, se trata del país con el más alto índice de desarrollo humano del África y con mucha mayor inversión en programas sociales e infraestructura que varios países emergentes. La esperanza de vida al nacer es 75 años, su tasa de alfabetización es 89%. Su nivel de ingreso está catalogado como mediano-alto. La educación es gratuita y tiene un efectivo sistema de salud.

Nada de esto debería ser patente de corso para acabar con cualquier tipo de oposición. Sin embargo, hay que tenerlo muy presente a la hora de construir el régimen que relevará a la familia Gadafi. Si continúan el modelo de los países amigos de la OTAN en la región y nos fijamos en sus índices de desarrollo humano, es probable que dentro de algún tiempo los mismos que hoy celebran su caída mañana extrañen a su último león del desierto.

Solo basta revisar lo ocurrido en Afganistán e Irak para encontrar realidades devastadas por una guerra que solamente multiplicó los problemas. En Irak hasta el momento nadie sabe del paradero de los 20.000 millones de dólares que la Administración de Bush había llevado para la reconstrucción.

Es que la administración posguerra del país o el ejército interventor ha sido un desastre en el que la corrupción campea y la inoperancia brilla. De acuerdo con el informe de una comisión de investigación del Congreso estadounidense, en los últimos diez años Estados Unidos ha desperdiciado entre 31.000 y 60.000 millones de dólares en las guerras de Irak y Afganistán en los proyectos que encargó mayormente a empresas privadas. Según este mismo informe, la intervención de las empresas privadas aumenta el riesgo de malversaciones, pero sin su concurso sería imposible realizarla.

Las cifras de la guerra de Irak y Afganistán son elocuentes. Gasto económico, 3,2 billones de dólares. Vidas, 225.000 personas, de las cuales 7.000 son soldados norteamericanos.

Es singular, por otro lado, la manera en que hasta hace poco se miraba a Libia más allá de la dramaturgia y del apapacho. El Fondo Monetario Internacional (FMI) elogió recientemente a Libia por su política macroeconómica y su exitoso programa de reformas. Por su parte, Anthony Gidden, asesor de Tony Blair, afirmó en un artículo que publicó en The Guardian: “¿Un real progreso sería posible solo cuando Gadafi deje el poder?

Yo, más bien, tiendo a pensar lo contrario. Si es sincero respecto a los cambios, tal como yo pienso, podría contribuir a silenciar el conflicto que podría surgir con la modernización. Mi futuro ideal para Libia, dentro de dos o tres décadas, sería una Noruega del África del Norte: próspera, igualitaria y que mire hacia el futuro. No es fácil alcanzar eso, pero tampoco es imposible”. De Riplay.

Que la comunidad internacional permanezca impasible ante una matanza indiscriminada en la que se perpetran crímenes de lesa humanidad no es una opción, pero tampoco lo es una intervención armada internacional cuestionada en su génesis y desprestigiada en sus efectos. Debe buscarse soluciones intermedias en las que prime la buena fe de los países para con el pueblo afectado y no los intereses económicos.

Lo más turbador de estas guerras globales es que el principal argumento de las coaliciones termina siendo el más endeble: en nombre de la democracia y la libertad. Que mejor nos cuenten una de vaqueros. Y es que pareciera que los cow boys no han desparecido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario