miércoles, 14 de abril de 2010

Escrito presentado a consideración de El Tiempo.com, por el coinvestigador del Grupo Presidencialismo y Participación, UNal/Unijus. Coautor del libro La Toma de la Participación de próxima aparición en la Universidad Nacional de Colombia


¿MOCKUS, PRESIDENTE?

Juan Carlos García*

En el último mes cuatro mediciones de la intención de voto han sido reveladas a través de los medios de comunicación. En todos los casos, las encuestas estuvieron precedidas de dos hechos coyunturales significativos que explican las tendencias e indican el poder mediático para las elecciones de mayo entrante.

En primer lugar, la consulta conservadora. Durante una semana el partido conservador no contó con un candidato sólido y victorioso en la consulta, hasta cuando en la misma se alzó Noemí Sanín derrotando a Andrés Felipe Arias. Luego se realizaron dos encuestas, y en ambas Sanín alcanzaba el segundo lugar, después de Juan Manuel Santos. El hecho produjo sorpresa manifiesta y entusiasmo desbordante en las mismas toldas del conservatismo que no contaban con tal nivel de audiencia, que en verdad no tienen ni pueden tener.

El segundo hecho coyuntural fue hace dos semanas con la escogencia de Sergio Fajardo como fórmula vicepresidencial de Antanas Mockus. Las dos encuestas que se conocieron en seguidilla le dan ahora un segundo lugar al partido verde, desplazando a Noemí Sanín a un tercer lugar, y conservando a Juan Manuel Santos en el primero con una tendencia a la baja. Ya en la misma campaña de Mockus se habla de “marea verde” y hasta de su paso a la segunda vuelta presidencial.

Que un antipolítico, un “outsider”, como Antanas Mockus sea, hasta ahora, la sorpresa electoral se explica y tiene su lógica política. No es sorpresa: es la consecuencia de reunir actos, imágenes y discursos.

Primero, la alianza uribista que gobernó Colombia durante 8 años está dividida y ya no se articula a partir del discurso de la seguridad democrática. Justamente, si Uribe ganó ambas elecciones presidenciales en la primera vuelta se debió, en gran medida, a que contó no sólo con la alianza suprapartidista que veía en él a un líder de autoridad, sino que articuló un significante de seguridad democrática. La alianza uribista construyó un enemigo ante el cual se definió y contra el cual gobernó declarándole la guerra total: las Farc. Hoy este enemigo no aparece como referente del uribismo fragmentado, y pese a que las Farc aún existen y no han sido derrotadas en la guerra de movimientos, no van a definir la contienda electoral.

Si Santos o Sanín o cualquier otro pretenden explotar lo que Uribe explotó, no saben leer la actual relación de fuerzas. Lo que las encuestas revelan es que no será a través de la seguridad democrática como se articule el discurso del futuro presidente de Colombia. Tal verdad no la reconoce ni el propio candidato del PDA.

Así pues, el bloque hegemónico del uribismo, no cuenta con un líder carismático que una, integre y cree identidad a las distintas fracciones del partido del orden: entre más división, más posibilidades tendrá Mockus-Fajardo de pasar a la segunda vuelta presidencial. Lo cierto es que sin Uribe no hay uribismo, y de recuerdos en política no se puede vivir. Aunque las distintas fracciones encuentren en Juan Manuel Santos al sucesor de Uribe, como aquel que encarne las banderas uribistas de la autoridad contra el “terrorismo”, el discurso de la seguridad democrática está agotado y hoy la primera preocupación de muchos electores no es la guerrilla, como la cuestión social no resuelta: el trabajo, la salud, la educación. Es decir, lo que no representa Uribe ni el uribismo. Santos la tiene difícil.

Un segundo argumento que explica por qué Mockus es la sorpresa electoral está en su simbología. Ya hemos referido que es un antipolítico que es tanto como decir un político no tradicional. Ni liberal, ni conservador, ni ex guerrillero, como lo pueden ser los demás candidatos opcionados. Por lo cual, a Mockus no se le puede asociar ningún caso de corrupción, escándalo político, ni clientelismo. No se le puede apostrofar haber sido samperista, pastranista, o uribista. Es la independencia relativa de las maquinarias, de los cenáculos y su hacer político está en el voto de opinión de mayoría juvenil y citadina, como lo es su formula vicepresidencial, también profesor, también ex Alcalde. Todo ello en términos éticos cuenta a la hora de una elección, cuando ella no está signada por la guerra. Pareciera que Mockus puede articular un nuevo significante vacío, una expresión, un imaginario, que aún no se hace visible, pero que requiere para darle unidad a su propuesta política que vaya más allá del academicismo, del voto de opinión de las grandes ciudades y de la juventud.

Mockus es un hombre de símbolos. De representaciones, de prácticas discursivas. Pero también es un pegadogo autoritario. Lo fue como rector de la Universidad Nacional y después como Alcalde de Bogotá. Lo que buscaría el electorado no es tanto eliminar la autoridad de la figura presidencial como reconocerla en otros espacios, no sólo en el de la guerra. Si Mockus es Presidente la autoridad se desplazaría de la coacción armada que representa la seguridad democrática a la coacción pedagógica de la cultura ciudadana.

Estas dos lógicas discursivas, una seguridad democrática que no es viable como eslogan de campaña y un imaginario antipolítico de autoridad pegagógica, hacen que Antanas Mockus y Sergio Fajardo encarnen una figura alterna con posibilidades reales de ocupar la primera magistratura de Colombia. Para seguir con dicha tendencia de crecimiento que se advierte en las encuestas, en los medios y en la calle, Mockus tiene que articular un discurso más social, inclusivo, y en buena medida debe distanciarse de todo lo que signifique uribismo y seguridad democrática. Para ello no debe asociarse con ninguno de los otros candidatos antes de la primera vuelta. Y en la segunda apostarle a un acuerdo programático con el PDA y otras fuerzas alternas.

Mockus no es el más democrático de los hombres, pues las decisiones políticas que tomó como Rector de la Universidad Nacional y como Alcalde de Bogotá en los dos periodos, no fueron decisiones colectivas sobre lo colectivo, participativas y redistributivas. Mockus es un político decisionista con matices liberales, rasgos deliberativos y representativos, pero al final un pegagogo autoritario. Hoy es más que los candidatos uribistas, y eso la ciudadanía lo está entendiendo a fuerza de actos, imágenes y discursos. Entre más noticias significativas produzca, la dupla Mockus-Fajardo puede marcar una ruptura histórica frente al bipartidismo, frente al uribismo y, en concreto, frente a la guerra.

Mockus, está con posibilidades de pasar a la segunda vuelta presidencial, pero para ganar la presidencia debe ser un hombre osado y astuto, un hombre nacional, no un Alcalde, no un Rector.

*Profesor de la Universidad Nacional de Colombia. Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación. jcgarcialo@unal.edu.co

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