domingo, 18 de abril de 2010

¿DE DÓNDE NOS SURGE LA IDEA DE CAMBIAR EL MUNDO?

Hederman Castro
castrohederman@yahoo.com

Proyecto @utonomista

I.-

…el ser/ente, en tanto ser/ente y lo que le pertenece en si. De ahí la necesidad de entrar en la reflexión/elucidación que se preocupa del ser/ente y se pregunta sobre lo que le pertenece en si y lo que le pertenece en tanto él es para nosotros, y la imposibilidad de separar la reflexión del ser y la reflexión de los entes, así como también es imposible separar la reflexión del ser y “teoría del conocimiento…... Aristóteles-Castoriadis

Me pregunto de dónde nos surge la idea de cambiar el mundo, de dónde la pregunta sobre la justicia, la equidad, la igualdad, la democracia y tantas categorías que suscribimos hoy incondicional y apasionadamente. Ante esta ingenua indagación, aparece en primer plano cierta continuidad, que pudiésemos denominar tradición, reproducción por excelencia de formas, modos de ser y hacer, cuyo funcionamiento, silencioso pero siniestramente eficaz, hace que nos repitamos, reproduzcamos, sin más.

Este peso de repetición y en clausura, por circunstancias aun desconocidas y ante la forzada condición de ser y estar o aparecer en el mundo se rompe por primera vez en Grecia, dando lugar al nacimiento de la filosofía y la política. Desde entonces un sinnúmero de selectos pensadores y hacedores, han dedicado sus mejores esfuerzos a responder preguntas elementales pero significativas como saber, quiénes somos, cómo estamos en el mundo, qué es, cómo es ese mundo que somos y queremos cambiar.

¿Qué sabemos?, ¿qué podemos hoy responder a la pregunta por el cosmos y sus habitantes individual y socialmente considerados? Preguntas raras en una formulación que resulta absurda ante las seguridades que investimos y presupuestos funcionales en el día a día con gran eficiencia. Por eso aparenta pretensioso preguntar por lo que somos sabiendo que sabemos ciertamente quienes somos, qué es el mundo que habitamos y del cual nos valemos y como prueba de ello obtenemos certeros resultados.

Sin embargo, las cosas no resultan tan claras cuando la exigencia de respuesta se estrecha, menos cuando vemos lo efímero del fruto a tan denodados propósitos de cambio del mundo, al cambio político, que nos es tan grave. Más aun, resulta desconcertante observar la natural indiferencia ante el devenir social y las maneras conservadoras de ser y hacer lo político.

Quizá sea esta la tendencia que tanto preocupó a Castoriadis y a Zuleta entre muchos, y la razón por la cual dedicaron sus vidas a la pedagogía militante en procura de una condición humana filosófica y política, pues comprendieron que la única potencia y posibilidad de cambio no se encuentra fuera de nosotros mismos, si no en la disposición aparentemente inocua que comienza con la reflexión y regresa a nosotros con nuevos y encarnados valores. Quizá sea este el motivo central que nos convoca en una época de activismo ciego, de delirante consumismo, de “ascenso de la insignificancia”.

Este estado de enajenación, de la insignificancia, del cual no podemos dar cuenta, hace improbable la posibilidad de una organización en una sociedad cada vez mas serializada. Por ello no es un problema político menor. ¿Cómo hacernos a un hábito de reflexión?, cómo construir un micro-espacio de pensamiento y acción conjuntos, que ofrezca respuesta y haga posible el cambio de ese mundo injusto, antidemocrático, desigual e inequitativo que afectamos y nos afecta. Este es el principal reto político y filosófico de los autonomistas, y de quien pretenda responder alternativa y libertariamente a las seguridades que nos ofrece e impone el régimen que nos domina y controla.

II.- ¿Qué igualdad?

El discurso de Castoriadis acerca de la pregunta, ¿Qué democracia?, recaba sobre la igualdad como núcleo esencial de la democracia y marco instituido de lo que la diversidad de los humanos, en su esencia histórica-social, requeriría para dar vida a la política en su sentido profundo, como actividad instituyente.

Parafraseando la pregunta qué democracia, podríamos formular otra pregunta, ¿qué igualdad?, como antesala de un recorrido histórico donde esta categoría aparece en dominios como el religioso, el económico, el jurídico, aun biológico. Sin embargo, cabe anotar que estas igualdades no se avienen al carácter de las sociedades libres, por el contrario, son sustento de dominación, de alienación y por tanto ajenas a la democracia que no puede serlo sin la existencia de la autonomía individual y colectiva.

Castoriadis trae a colación, en este recorrido, la identificación rousseniana entre soberano y príncipe, gobierno y administración en términos de hoy. Ésta alude a la desigualdad propia del estado de naturaleza, la que Rousseau no duda por ello en calificar de inalcanzable e ilusoria; por ello no se detiene en la igualdad ni cree en la democracia como condición de superación de las desigualdades.

Luego, Castoriadis trae a colación la “igualdad de condiciones” de Tocqueville a apropósito de haber sido ensalzado como el “padre” de la democracia moderna, por quienes creyeron ciegamente en el socialismo de Estado realmente existente, y abrieron los ojos ante la estruendosa caída del muro de Berlín.

Pero ante la igualdad de condiciones de Tocqueville, Castoriadis se pregunta por la igualdad política. Él observa que aquella no está dirigida a la concreción de los asuntos comunes si no a la protección de bienes de disfrute privados que nada tienen que ver con lo público. Este espacio queda a merced de grupos que se hacen al poder por encima de la sociedad. El gobierno queda en manos de camarillas emparapetadas en una representación más de carácter religioso que político. La ley promulgada se refiere a derechos defensivos o negativos, a lo sumo, cuyo ejercicio hace de la democracia un simple procedimiento, y no una posibilidad constituyente siempre abierta.

De manera sucinta, la democracia para Castoriadis, es el poder del pueblo y como tal, poder ilimitado que no admite limitación mas que la propia. Es un poder para definir los asuntos públicos, con la facultad absoluta de gobernar y darse su propia ley, pues no existe instancia superior al colectivo. Ni razón, ni dios, ni naturaleza, pueden dar validez al derecho que dicta el constituyente primario, que no admite representación alguna, ni tampoco se pliega a saber técnico, pues está hecho de su opuesto: la doxa del común. Así, a la pregunta de por qué se acoge tal o cual norma, es suficiente la respuesta, ¡porque así lo quiso el pueblo!

Ante tanta confusión, interpretaciones, distorsiones y pérdida de contenido y objetividad de las categorías políticas resulta significativo el trabajo teórico de este autor para la comprensión de la democracia como valor en búsqueda de la liberación humana, en su autovaloración y su autonomía. Sin embargo, como él mismo lo indica, la democracia es un régimen débil e improbable, cada vez más ante el avance del capitalismo, cuya significación central la seudo-racionalidad económica subordina la política al metal.

III.- Autonomía y micro-empresa experimental

En relación con la puesta en práctica de la autonomía, me propongo, impulsar la creación de una micro-empresa conformada por mujeres, madres cabeza de familia que habitan el sur-oriente de la ciudad.

Con ellas hemos tenido varias reuniones de aproximación, y nos encontramos a punto de concertar una red de distribución de alimentos, en alianza de conocimientos y comercial con el Topotoropo, empresa a la cual he estado vinculado desde su fundación.

El primer acto autonomista será la creación de normas regulatorias y, a partir de allí, buscando resolver simultáneamente los problemas concretos de ingreso de las participantes, podremos abordar cuestiones políticas. Amanecerá y veremos.





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