EL SEGUNDO ANIVERSARIO DEL ACUERDO FINAL, 2016-2018. Parte II
Cómo evaluar los
resultados del posconflicto
Para poder
evaluar los resultados del periodo de dos años, 2017-18, al implementar la paz
pactada y ratificada por los Acuerdos de La Habana y Bogotá, a raíz del No del
Plebiscito, y la siguiente elección de Iván Duque, el candidato del Centro
Democrático, en la segunda vuelta presidencial de 2018. Recordemos algo de
historia, y los acuerdos, porque éstos son la matriz que mide su éxito o
fracaso. Tomemos como referencia hechos significativos, en particular, la
reglamentación de la JEP, las curules para la ex insurgencia, y el curso de la
cuestión campesina.
Esta es una evaluación
provisional y parcial, ausculta, revela de manera indiciaria, tendencial a lo
sumo el devenir de la crisis de hegemonía de la que esta paz neoliberal es
parte integral. A la vez, ésta es el “fruto prohibido” por no querido, de la
emergencia sostenida de la democracia subalterna, porque ella viene acompañada
por una cadena de demandas concretas, de satisfacción de intereses históricos
de igualdad social y lucha contra la pobreza.
A ella se viene respondiendo de manera episódica, sostenida
con el reencauche del régimen para-presidencial que la resiste, prolongándose
con la victoria de la reacción uribista, que ahora busca resolver de una vez
por todas la disputa hegemónica, sin dizque hacer trizas el acuerdo de paz
neoliberal, pactado bajo el comando circunstancial de la oligarquía bogotana, y
el respaldo de la presidencia imperial de Obama.
Aquella fracción de la clase dominante y gobernante por dos
periodos seguidos se autodefine con Santos como cultora del centro extremo, de
inspiración británica, implementando una trasnochada tercera vía, nutrida por
el binomio Blair/Giddens.
Iván Duque y su coalición reaccionaria, la suceden, y suben
de nuevo las talanqueras para la igualdad social, real y efectiva de los
colombianos, en las que abreva la paz subalterna, opuesta a la paz neoliberal,
primero, y desde antes, a la paz reaccionaria de Uribe Vélez, y su discípulo,
Iván Duque.
Porque la igualdad social es una promesa incumplida,
sintetizada a lo largo de la historia nacional subalterna, desde los finales de
la dominación española, 1780/1781 hasta los acuerdo de San Francisco de la
Sombra, por el bloque dominante, en sus diferentes versiones, y de manera
particular desde cuando selló la paz con el M19 y otros destacamentos
guerrilleros menores, que unidos con la democracia cívica local.
Estos grupos
subalternos, en su diversidad, lograron convertirse en oposición política de
éxito relativo en lo electoral antes, en la elección de delegados, y durante el
curso de la asamblea constituyente de 1990/91. Enfrentando entonces a la
representación del bloque bipartidista dominante, que lideró el liberalismo que
condujo Alfonso López Michelsen y su operación avispa en lo electoral, secundado por los conservadores Pastrana y
Gómez.
Ahora, ante el tortuoso devenir de una nueva dejación de
armas, esta vez la que correspondió a las Farc-Ep, la más numerosa e influyente
insurgencia subalterna rural colombiana, el posconflicto se juzga en el
horizonte de una paz estable y duradera.
Esta es de suyo una paz fragmentada, en cualquier caso; más
aún sigue afectada por la interrupción de la negociación con el Eln; a la que
se suman el estado de guerra permanente contra la disidencia del Epl,
localizado principalmente, en la región del Catatumbo, y la rebeldía activa de
las disidencias de la Farc, con Gentil Duarte a la cabeza, un contigente de dos
mil efectivos con mandos medios y superiores que se separaron de los recientes
acuerdos de La Habana, y su cumplimiento
incierto, y no garantizado efectivamente, por la “entrega” anticipada de las armas.
Volvamos a los
acuerdos. Estos son: 1. Reforma rural integral, 2. Participación política, 3. Cese
al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas. Este
acuerdo incluyó garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones
criminales, incluidas las sucesoras del paramilitarismo y sus redes de apoyo,
4. Solución al problema de las drogas ilícitas, 5. Víctimas, con centro en
resarcimiento de las víctimas como centro del acuerdo.
El sexto punto
establece los instrumentos necesarios para darle curso a los anteriores proveídos:
Mecanismos de implementación y
verificación, a cargo de la comisión de seguimiento, impulso y verificación
a la implementación del acuerdo final; con la adición de otro mecanismo de acompañamiento,
que tiene la activa presencia de la comunidad internacional apoyada por la
experticia del Instituto Kroc.
(continua)
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