viernes, 12 de agosto de 2011

Darío Botero escribe regularmente sobre la actualidad nacional. Esta vez propone el voto en blanco como antídoto que habilite de una vez a Colombia con una real democracia, que él entiende como democracia directa. Todo lo cual contrasta con una buena cantidad de los aspirantes que constituyen algo más de 83.000 a ser elegidos en Octubre 30. Parece conveniente añadir a la inteligente reflexión de Botero, que incluye un apartado sobre Antioquia, cuna de la para-política, que se cuente también válidamente la abstención, que persuada de la necesidad de cambiar la "dirigencia" de Colombia en toda la línea. N de la R.


VOTO EN BLANCO Y CORRUPCION

Darío Botero Pérez


Candidatos bandidos

La corrupción de los politiqueros ha alcanzado expresiones extremas que confirman la impostura y falsedad propias de la llamada “democracia representativa”.

Ante el descrédito creciente y, posiblemente, absoluto y definitivo de quienes aspiran a ocupar los cargos de elección popular para enriquecerse abusando del poder político que les deleguen sus electores; los más avisados de tales canallas impostores han pretendido buscar su enriquecimiento personal aprovechando el asco ciudadano por las lacras que siempre han engañado a las mayorías buenas, incautas e ingenuas.

Como los aspirantes inscritos siguen siendo, casi todos, miembros de la parapolítica que les ha permitido acceder al ejercicio de los cargos públicos sin tener los méritos ni cumplir los requisitos legales para ocuparlos; las “clases emergentes” (como se les conoce genéricamente en Colombia, pero está extendido a demasiados países víctimas de las recetas neoliberales orientadas a hacerlos fracasar para declararlos “parias”) están más desenmascaradas cada día, de modo que su desprestigio crece a medida que queda claro que la dictadura de Uribe Vélez ha representado el desgobierno más corrupto, perverso, vendepatria, embaucador y perseguidor del pueblo que haya existido en Colombia.

Semejante diagnóstico no ha pasado desapercibido para los politiqueros profesionales desplazados por los paras, de modo que no han tenido inconveniente en apropiarse del mejor recurso que les quedaba a los ciudadanos para frustrar las aspiraciones de todos los candidatos con antecedentes delictivos o con lazos con delincuentes.

Mediante la mayoría de “votos en blanco”, todos ellos perderían su derecho a postularse. En consecuencia, tendría que repetirse el proceso electoral con nuevos postulantes. Sin embargo, nada impediría que los capos acudiesen a otros testaferros para no soltar el control del poder político, económico y social regional.

Así podrían aspirar a recuperar el poder nacional que conquistaron paulatinamente con personajes como Belisario Betancur y Ernesto Samper, y que consolidaron con Uribe Vélez, ejerciéndolo sin tapujos durante sus aterradores ocho años de dictadura abierta y cínicamente saqueadora y asesina.

Por fortuna, por su habilidad de maestro del engaño, Juan Manuel Santos les arrebató su hegemonía, frustrando al gurú que se cree imprescindible pero a quien sólo le quedó el recurso de quejarse y lamentarse porque lo engañó el zorro converso, y apenas ahora ha logrado entenderlo, a medida que la justicia persigue a sus huestes de bandidos.

Bandidos no candidatos

En una insólita y absolutamente macondiana expresión de oportunismo, cierto número de grupúsculos de politiqueros redomados, clientelistas y corruptos, han inscrito como su candidato al “voto en blanco”.

Sin duda, con su argucia atraerán la simpatía de tantos electores hartos de que los engañen y resueltos a castigar a los cínicos que insisten en hacerlo contando con el voto popular, así sea el cautivo, amedrentado o pagado con favores.

Quienes se ven obligados a votar debido a su compromiso “clientelista” con los “politiqueros”, pueden aprovechar la presunta intimidad que ofrece la “cabina de votación” para marcar el voto en blanco. Así engañarían a su cacique electoral, contribuyendo a forzar la repetición de las elecciones.

Pero también contribuirían a que los avispados que inscribieron, en un acto abiertamente corrupto, el “voto en blanco” como su candidato, reciban los fondos de reposición por cada “voto en blanco” marcado por el elector, harto de politiqueros pero nuevamente víctima de sus trapacerías.

Semejante leguleyada, presuntamente genial pero que la justicia no podrá dejar de condenar, es otra burla más contra la ciudadanía. Es propia de la absurda “democracia representativa”.

Demuestra que ésta no tiene relación con la verdadera democracia, o Democracia Directa (DD), que consiste en la participación libre del ciudadano en la discusión y solución de los asuntos públicos que lo afecten.

O sea, sólo la Democracia Directa merece denominarse democracia, como lo están confirmando los pueblos que –desdeñando y denunciando a los políticos profesionales acostumbrados a suplantarlos mediante medidas arbitrarias y corruptas que sólo benefician a esos políticos y a los potentados que los mandan y les trazan sus agendas- se han tomado las plazas de la libertad, las calles y los parques, en un ejercicio de soberanía popular, inédito y creciente, que nos marca el camino a todos los que nos negamos a seguir siendo engañados y rechazamos precipitar el fin del Mundo que los potentados y sus sirvientes promueven por todas partes y a todos los niveles.


Llegó la hora de enmendar las canalladas del consumismo. Es una tarea que nos compete a todos, en un plano de igualdad, libertad y respeto que rompa con los abusos de autoridad propios de los sicópatas, enfermos por ejercer el poder para abusar de los demás y destruir la biosfera sin responder ante nadie, como emperadorcillos y dictadorzuelos que se creen dioses pero no pasan de ser meros demonios putrefactos.

Digresión británico paisa

Siempre me ha dolido el destino de doña Lina Moreno, la esposa de Álvaro Uribe Vélez. Y no dejo de admirarla. ¡Ha evitado tanto crimen! Pero sigue restregándose las manos, como lady Macbeth, aterrada por la venganza evidente del demonio Pedro Juan Moreno, decidido a castigar a su Duncan, traidor de todos y asesino de tantos.

Entre sus víctimas se incluye el “cafecito”, ese politiquero carismático y desabrochado, Alberto Díaz Muñoz, el bellanita cuyo oportuno asesinato a principios de la década de los 1990 sigue impune, y cuyos votos llevaron al primo William Vélez al Congreso, a costa de una viuda y algunos huérfanos, arruinados e impotentes.

Ese crimen basta para castigar a la plana mayor del “Sector Democrático”, el grupúsculo político que crearon Mario Uribe Escobar y Álvaro Uribe Vélez cuando rompieron cobijas con Bernardo Guerra Serna, el tradicional cacique liberal de Antioquia.

Incidentalmente, dado que Uribe se defiende de cargos por asesinato -que nadie le ha imputado todavía- para eludir las acusaciones que sí le han imputado, acudiendo a su famoso recurso de “contestar lo que no se le pregunta y en negar algo distinto de lo que se le imputa”, como acertadamente lo señala Antonio Caballero en su artículo “La simonía”, publicado en Semana del 8 de agosto, sería bueno que nos explicase ¿por qué dejó de beber?

La pregunta es pertinente porque es (o fue) tan dipsómano como su clon Andrés Felipe Arias, el ex ministrito que repartió los subsidios de Agro Ingreso Seguro (AIS) haciendo simonía con los dineros de los contribuyentes, buscando, según lo afirma Caballero, porque es evidente, remplazar al ex dictador apropiándose de los votos cautivos por los caciques terratenientes.

Se sabe que son politiqueros tradicionalmente bandidos, como lo recuerda el debate de “Nacho” Vives con Enrique Peñalosa (el papá del candidato a alcalde de Bogotá apoyado por Uribe), durante la presidencia de Lleras Restrepo. O, para no ir tan lejos, los abusos de los Araújos y demás vampiros de la patria -incluida la ex reina Valerie Domínguez, que quiere pasar por tonta para eludir los castigos- ilustran esa horrible condición de quienes hoy son los aliados, cuando no los grandes protagonistas de la parapolítica.


Pero el gurú nos quiere convencer de que sus “auténticos y evidentes delitos” son “falsos positivos”. Definitivamente, el ladrón juzga por su condición. Por fortuna, la condición de los furibistas no es la mayoritaria en nuestros compatriotas, inclusive ni en los que logró engañar pero eran ajenos a los paracos que se consideran los dueños de sus conciencias y sus voluntades.


Ahora pueden rectificar su grave error y exigir castigo para los bandidos. Es un acto de decencia que cada uno resuelve consultando su conciencia, teniendo en cuenta que, como lo dijo algún poeta, “detrás del rostro no hay amparo para nadie”.


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