sábado, 15 de agosto de 2020

SERIE CRISIS ORGÁNICA. Parte IV
Miguel Angel Herrera Zgaib, Ph.D.

Paros, Pandemia y crisis de hegemonía.

A la salida del presidente Juan Manuel Santos, condecorado con el nobel de paz, entregado solo a él, ignorando su enemigo convertido ahora en adversario, Timochenko, líder de las Farc-ep, ambos estamparon en forma indeleble el carácter de la paz por venir, que no fue otra que la paz neoliberal.

Esta, por supuesto, no es la que reclaman y reclamaban los subalternos sociales e insurgentes, por la que luchó en armas la multitud subalterna movilizada y resistente por más de medio siglo.

Esta fuerza político militar, a cambio de la paz neoliberal, aceptó dejar “los fierros”, convertidos en su gran mayoría en el piso, martillado y corrugado por mujeres, de un nuevo museo capitalino. Obra polémica como la que más, de la artista colombiana laureada por sus instalaciones de protesta en el resto del circuito del arte de Occidente.

Era un acto, la paz neoliberal, para las disidencias, - tanto la abierta como la encubierta -, una traición inaceptable e incondicional. A contravía de todo, cuando no había garantía a la vista de un cumplimiento cierto de los seis puntos pactados entre las cúpulas antes enemigas.

El primero de todos es la vida y la lobertad de los insurgentes, pero el rosario de excombatientes asesinados no deja duda de un inconformismo más que fundado ahora enfrentada su lucha armada justiciera, y refundida en el olvido de los pasos perdidos.

El sentido último de esta paz quedó plasmado, de modo sarcástico, contrario a lo querido por la artista Doris Salcedo, en su monumento esculpido por las mujeres víctimas de la guerra social mantenida por la oligarquía bipartidista. Hasta hoy en día, sobrevino entonces el ejercicio reiterado, la cascada descarada, asesina de los incumplimientos.

Empezando con la contabilidad que no cesa de más de 200 asesinatos; seguido por la burla a la reforma agraria, y la asistencia miserabilista a los exguerrilleros que hicieron dejación de las armas en las ETCR regionales, donde ensayan con altibajos su reincorporación a cuentagotas.

El síntoma del Plebiscito y el ascenso de Petro.

Igual nota indiciaria de la paz que se pactaba, estuvo marcada por la advertencia a toda la nación, fue el previo torpedeo macartista al plebiscito con mentiras de la reacción política, y la pusilanimidad propagandística del gobierno Santos y su avanzadilla publicística.
Sin embargo, la multitud subalterna movilizada, convocada por mujeres, jóvenes, minorías y víctimas hizo la diferencia en la Plaza de Bolívar; y proveyó al gobierno Santos de la fórmula de desestimar el plebiscito y darle aprobación vía Congreso. Se rememoró con dolor el tiempo de una tragedia, aquella que signó la oración de la paz, pronunciada por Jorge E. Gaitán, en el mismo espacio público en febrero de 1948.

De ese modo se le dio curso a un conjunto de movilizaciones masivas por la paz, por la igualdad, contra los asesinatos políticos y contra el modelo de producción extractivista que depreda la naturaleza y empobrece a las comunidades. Y la movilización no cesa desde entonces, contra viento y marea, y sin aceptar la salvaje retórica del miedo asesino.

Hay tres hitos en este movimiento ascendente. Primero fue la extraordinaria votación por el candidato de la Colombia Humana, Gustavo Petro, quien perdió con más de 8 millones de votos limpios, frente a los más de 10 millones de su rival, Iván Duque, que de acuerdo a lo hasta ahora documentado resultó ganador mediante un fraude electoral.

Este fraude tiene como focos principales a los departamentos de la Costa Atlántica, los Santanderes y Antioquia, que se sepa hasta hoy. Todo lo cual estuvo precedido de una fallida intentona de magnicidio contra Gustavo Petro en Cúcuta, cuando se dirigía a la plaza para pronunciar su discurso de campaña, contrariando la voluntad del burgomaestre peón de brega del CD y su candidato Iván Duque.

El segundo hito lo marcó el cuasi triunfo de la consulta anticorrupción que catapultó a la Alianza Verde, agrupación de centro que lidera el partido Verde; y se convirtió a la postre en la carta de triunfo para Claudia López, elegida con una ventaja cercana a los 100.000 votos para la alcaldía de Bogotá, y en otros triunfos electorales importantes en alcaldías y gobernaciones.

Colocó a la Alianza Verde como la fuerza de centro más importante en materia electoral, hasta el punto que, sin más espera, la alcaldesa proclamó de nuevo la candidatura presidencial del pusilánime Sergio Fajardo, comparsa voluntaria o involuntaria en la derrota fraudulenta de su rival Gustavo Petro.

El tercero es la oleada de movilizaciones de la multitud subalterna, en la heterogeneidad de componentes, que desconcierta a todas las ortodoxias políticas y discursivas. Ese comienzo de partido movimiento desembocó en el paro y la movilización de noviembre 21 de 2019.

La onda de la rebeldía propositiva alcanza a extenderse hasta el mes de diciembre, hasta darle forma a un variopinto comité de paro, donde la direccional sindical sobrepasada, quiere mantener el control, y aquel se divide. Afectando el proceso de la movilización, en volumen y continuidad por las actuaciones sectarias, y las mezquindades económico-corporativas de diverso signo partidista.

Para enero de este año 2020 se intentó una nueva movilización, con mucha menor participación, a cargo de uno de los dos sectores de la división: y en la jornada de febrero 20,21, hubo el intento de convocatoria de Fecode y el magisterio que tampoco logró reanimar al conjunto del movimiento.

Esta movilización recordó la necesidad de recuperar lo aprendido, e interpelar con urgencia e inteligencia a los sectores bajo y medio de la clase media que se había unido simbólicamente a la desobediencia civil y la rebeldía con las operaciones cacerola, primero, y musical después, en la progresión que llevaba esta guerra de posiciones librada en las trincheras de la sociedad civil de las grandes ciudades de Colombia.

(Continua)

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