LOS
CONFLICTOS HISPANOAMERICANOS
Giovanni Mora Lemus
Nuestra convulsionada realidad sociopolítica ha estado marcada por
varios hechos en las últimas semanas, que es necesario registrar en la propia carrera
de los acontecimientos. Después de una feroz persecución judicial fue puesto en
libertad el líder del Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil, en un sonado caso,
que a juicio de los expertos es otro capítulo de la judialización de la
política. Sin embargo, esto no quiere decir que Lula haya sido absuelto, porque
el proceso sigue y las tensiones con el gobierno de Bolsonaro serán más agudas.
De otro lado, en las últimas elecciones generales de España irrumpió con
más fuerza el partido político Vox. Santiago Abascal un hijo rebelde del
Partido Popular es el líder de esta agrupación política; su ideología es de
extrema derecha que en el contexto español no es otra cosa que “más
franquismo”. Así es, Francisco Franco sigue estando presente en la cultura
política del país ibérico.
¡Viva España! Fue el saludo triunfante que hizo Abascal frente a sus
seguidores que lo ovacionaban a rabiar. 52 diputados tendrá este partido en el
congreso, respaldados por más de 3,6 millones de votos. El camino para poder remontar
a este proyecto político que se está tomando a España es la concertación entre
el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) Y Unidas Podemos (UP), cosa antes y
ahora difícil de conseguir.
El
mismo domingo 10 de noviembre
Cuando se conocían los vientos de cambio hacia la derecha en España, los
latinoamericanos fuimos testigos de otro golpe
de estado blando, tecnicismo al que nos hemos familiarizado con Zelaya en
Honduras, Rousseff en Brasil y Lugo en Paraguay. Las fuerzas reaccionarias de
Bolivia encabezadas por los candidatos perdedores en las elecciones de octubre
pasado; Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho, en contubernio con las Fuerzas
Armadas pusieron contra las cuerdas a Morales y García Linera. Ambos
renunciaron con una pistola en la cabeza.
Al principio los opositores exigían que se realizara una segunda vuelta,
pues según ellos, hubo fraude electoral y la distancia entre Morales y Mesa era
de menos de diez puntos porcentuales. Sin embargo, la situación cambió y se
pasó a exigir la renuncia del indígena-presidente. La violencia apareció como
recurso, las casas de los militantes del Movimiento al Socialismo (MAS) fueron
quemadas por hordas de gente dispuestas a matar; así las cosas, la salida del
presidente y su comitiva hacia México se hizo en cuestión de días.
Los logros de los gobiernos del MAS son incuestionables: la reducción de
la pobreza y la lucha contra la desigualdad social y el racismo son elementos
que ningún analista puede soslayar, el empoderamiento de los subalternos es un
elemento clave para entender la actual crisis del país andino-amazónico. Ellos
sí han logrado quebrar la dominación. Por
supuesto, un error grave fue buscar un cuarto período en cabeza del mismo
binomio Morales-García Linera, de ahí se agarraron los golpistas para
desconocer los resultados días antes de las elecciones.
El autoproclamado Juan Guaidó dijo que la “renuncia” del indígena, lo
había hecho sentir un “fresquito de libertad”, y aprovechó la coyuntura para
alentar las marchas del sábado 16 de noviembre en Venezuela. El “demócrata” latinoamericano
sí que cree en los golpes cívico-militares amparados por la OEA y el
tristemente célebre José Almagro. ¡Ahora sí que peló el cobre Juanito!
La estrategia se repite, una señora de nombre Jeanine Áñez se
autoproclamó presidenta encargada
del país, desconociendo a la Asamblea Legislativa Plurinacional que es
controlada por el MAS; nombró un nuevo gabinete ministerial, removió a los
funcionarios diplomáticos y expulsó a los médicos cubanos presentes en
diferentes misiones. Sin embargo, los subalternos continúan su larga marcha, hay
movilizaciones por todo el país, y el golpe de Estado aún no se ha consumado…
Nos
duele Bolivia
Nos duelen los caídos de estos días. Conviene recordar cómo era el país
suramericano a mediados del siglo pasado, cuando era imposible pensar que el
movimiento indígena se transformaría en una fuerza subalterna.
En un pasaje del libro Entre la
Libertad y el miedo, German Arciniegas citaba a Foster Hailey, del New York
Times, que visitó en junio de 1951 las minas. El periodista escribió:
“En las minas de plata y estaño de Pulacayo, en el departamento de
Potosí, la roca de donde se extrae el metal es tan ardiente que quema al
tocarla. Los indios, con solo taparrabos y botas de caucho, pican en la
preciosa roca que tanto vale en el mundo industrial de nuestros días. La
temperatura alcanza a unos 50 grados. La humedad oscila entre 90 y 95 por
ciento. El polvo llena el aire y los pulmones. El bióxido de carbono forma
burbujas en el agua helada que cae del techo y rueda por las paredes del
socavón.
Durante ocho horas al día, o más, seis días a la semana, 3 a 4 mil
hombres, mujeres y niños, entre los 10 y 35 años, tajan la roca, la sacan a la
superficie y la escogen para despacharla a las fundiciones mundiales. Por este
trabajo reciben jornales en que el más alto, para los hombres, llega a 135
bolivianos al día. (La cotización normal del boliviano es alrededor de 200 por
un dólar). Estos mineros son los mejores pagados en Bolivia.
Cuando el trabajo del día se termina, dejan el asfixiante calor de los socavones
para alojarse en casas de piedra desnuda. Afuera, en la atmosfera diáfana, a
una altura de 15 mil pies, la temperatura es de unos diez grados en el día. Y
por las noches corre un frío helado. Los alimentos son pobres y hacen falta
vitaminas…se estima que el 60 por ciento de los mineros tienen tuberculosis. La
mitad son sifilíticos. La mitad de los niños que nacen mueren dentro del primer
año”.
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