jueves, 20 de julio de 2017

ENTRE EL POS ACUERDO Y EL POS CONFLICTO:
UN 20 DE JULIO DESTEÑIDO Y EL PAPEL DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA.

miguel angel herrera zgaib
profesor asociado, C. Política, Unal
catedrático, Maestría E. Políticos, UJaveriana.

Este 20 de julio, en lugar de un despliegue de civilidad, propio de un tiempo de posacuerdo, tal pareciera, que en el inconsciente presidencial campea otra idea, la de posconflicto, de cara al ciclo electoral de 2018.

La angustia se agiganta a ojos vista de lo que ocurre en la vecina Venezuela, donde, a contrario, de lo que pensaba él, y el círculo oligárquico que mantiene sus negocios en la patria de Bolívar, la MUD no obtuvo los votos que necesitaba para poner al exproleto Maduro de patitas en la calle, luego de las protestas de más de 100 días.

La derecha, la reacción y las leyes

El mal ejemplo de demandar democracia, en casa del ahorcado ha traspasado las fronteras de la hermana república y ha transportado su virus al otro lado del río Pamplonita y el Táchira.

Como si fuera poco, el Fiscal Martínez Neira, dizque defensor del estado del posconflicto, ha perdido su pelea con uno de los precandidatos de izquierda, el senador Robledo del PDA/Moir, y tuvo que retirar su demanda por injuria y calumnia. Todo se derrumbó para el afamado jurista, y su bufete, ante los hechos exhibidos por su adversario en la Corte Suprema de Justicia.

Por otra parte, el chalán del capitalismo político colombiano, traicionado por JuamPa, se estrelló con un hijo de la oligarquía bogotana, el pseudo-homorista Daniel, el travieso hijo de otro Daniel, ese sí el verdadero escritor.

Don Álvaro quedó también expuesto, sin lugar a duda, como difamador, y con el riesgo de ser procesado por una explícita conducta delictiva al llamar sin prueba violador de niños a un contrincante regular en la prensa escrita, el hijo del humorista Daniel Samper Pizano.

Estas conductas son indiciarias de la corrupción política de la elite bipartidista oligárquica. Ellas marcan la actualidad de las posibilidades de ser gobierno nacional para un frente común de las fuerzas de izquierda y democráticas, sin exclusiones, que conseguirá el respaldo activo de los grupos y clases subalternas.

El palo sí está para cucharas. Los subalternos no solo quieren escuchar sino ser también intérpretes de la música de la paz democrática por cuenta propia. Y lo que no es menos importante: la Universidad pública, y la Nacional como joya de la corona cultural, esto es, como conciencia moral e intelectual de la maltrecha república que somos tienen la oportunidad de dar el ejemplo movilizador a todos los colombianos.

La estrella de la Ciudad Blanca

Esta es una manera diferente de que la Ciudad Blanca cumpla 150 años de existencia como pieza fundamental de la educación de la nación, y salga de la condición de simple notaria de la paz presente. La universidad de la nación, conviene recordarlo, tiene más años. Porque existió desde el año 1826. Cambió de nombre, reinaugurada por el radicalismo, que presidieron los generales Tomás Cipriano Mosquera, primero, y Santos Acosta.

El último general citado le cambió de nombre, llamándola Universidad Nacional en lugar de Central, como lo había hecho Francisco de Paula Santander en 1826, quien la creó junto con las otras dos sedes, la de Quito y la de Caracas, que mantuvieron sus nombres hasta la fecha, e inspirado en parte, por la influencia inglesa, y el rectorado intelectual de Jeremías Bentham.

Este utilitarista adquirió fama internacional en aquellos claustros, en su interés de transformar el sentido común de los subalternos, y, de modo particular, el de la clase obrera reformista que ganaba momento y protagonismo a través del movimiento cartista que combatía el predominio de la oligarquía terrateniente y rentista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario