Otros aspectos de la
reforma
Parte II
“Ese es el gran reto de
cualquier Estado, satisfacer esas necesidades. Buscar cómo podemos hacer rendir
más los recursos, cómo podemos hacer más por los pobres, cómo podemos hacer más
para mejorar el país.” J.M. Santos, ET,
4/08/14, p. 3.
El proyecto de la reforma, radicado el pasado miércoles, también toca
con recortarle poderes políticos a la rama jurisdiccional del poder público, en
concreto, su facultad nominadora, que se transformó de choque de trenes, en
carrusel de auto-nombramiento hasta el hastío de una ciudadanía, que poco se
beneficia de su intercambio de prebendas de todo tipo, por las alturas.
Adicionalmente se propone una instancia constituida por el
Tribunal de Aforados, que le fije responsabilidades a los togados, cuando
quiera que se requiera por sus actuaciones no ajustadas a la ley y a la
constitución en materia penal, disciplinaria y fiscal. Todo lo cual a la fecha
no es posible. Quedaron bajo su resorte, igualmente, las instituciones de
control del Estado.
La mermelada para los congresistas se aumenta en la medida en
que el proyecto levanta para ellos las inhabilidades, siempre que renuncien a
su curul, con la pérdida del “derecho” de regresar al congreso. El pretexto es
dizque conculcar, terminar con la permanencia en el congreso hasta su
jubilación, como ocurre con buena parte de los llamados “padres de la patria”.
Nadie ronda a la justicia colombiana, y eso hace tentador el
ejercicio de un gobierno de los jueces, en lugar de resultar los garantes de
las reglas del juego democrático liberal, bajo los parámetros clásicos de la
supercorte estadounidense. Lo cual en tiempos de globalización se ha ido
cayendo a pedazos, en particular cuando tuvo que decidir sobre el máximo
litigio electoral del año 2000.
El presidente estaba interesado en ampliar el periodo
presidencial, y hacer algo similar con otras instancias del poder ejecutivo
regional y local. En lugar de la reelección, establecer un periodo de 5 años.
Pero ello no prosperó y se mantiene intacto el periodo, entre otras, recordando
que hubo un tiempo de experimentación que se extiende hasta el siglo XIX, hasta
estabilizarse la fórmula del cuatrenio.
La unificación de periodos no se incluyó en el actual
proyecto que deberá cumplir cuatro debates para diciembre de este año, si
quiere tener un futuro promisorio. Pero, por fuera, el presidente Santos dijo a
los alcaldes que su promesa de campaña es deuda, insiste en que “vamos a
presentar una reforma en ese sentido al Congreso”. Dicho lo cual, queda claro,
que la reforma política tiene desde ya, un antes, lo que hizo por decreto con
el ejecutivo, unificándolo y especializándolo más, y un después, con sus
arandelas, como la unificación de periodos de alcaldes, gobernadores y
presidente.
Las instituciones de control están en la mira, y en
particular la Procuraduría, en la que el actual funcionario se ha enseñoreado,
aplicando sus competencias en detrimento del libre juego democrático
cuando quiera que le conviene en las rencillas interpartidistas, y con las
fuerzas de la oposición no reaccionaria, como en el sonado caso del Alcalde
mayor de Bogotá.
La procuraduría no tendrá más reelección, y el presidente
escogerá la terna, y el congreso votará en pleno por un determinado candidato.
Lo cual, por supuesto, acrecienta los poderes del presidente, que no tendrá
control de esta singular institución colombiana, que proviene de los tiempos
coloniales, dicen los estudiosos nacionales.
A los contralores se les seleccionará de un concurso público de méritos,
coordinado por el legislativo, pero su elección la tendrá, igualmente, el
congreso.
Otro tanto pasa con la Contraloría, cuya directora al
terminar su mandato buscó refugio en Italia;
y en parte, algo pasa con la Fiscalía, que en verdad corresponde a la
rama jurisdiccional, donde la implementación del sistema acusatorio en materia
penal va a marchas forzadas, y define preferencias, a discreción del dictado
del ejecutivo de turno.
Se elimina el Consejo superior de la judicatura, el lugar
donde se armó la trinca en la que los magistrados se reciclan hasta su
jubilación, con la oportunidad de incluir a familiares y amigotes sin ninguna
consideración distinta al beneficio del nepotismo rampante de los operadores de la justicia.
Por fin, hay un intento de hacer práctica la promesa de la
silla vacía, después de su inicio con la ausencia de Marulanda en la
inauguración del tercer intento de negociación de paz con las Farc-ep. Se plantea, por fin, con alguna claridad la
sanción para los partidos de congresistas corruptos, porque aquellos perderán
la curul. Se introdujo también una modificación con respecto a la elección de
senado, para que no queden departamentos sin representación, como en efecto
viene ocurriendo.
En lo electoral fenecerá también la fórmula del voto
preferente, con lo cual prosperó la operación avispa, una de las últimas
travesuras del estadista liberal, que le cabía el país en la cabeza, López
Michelsen, con lo cual pudo neutralizar en parte la emergencia histórica de una
tercera fuerza, distinta al bipartidismo, en el tiempo de la primera
constituyente exitosa del siglo XX, que le dio existencia a la Constitución de
1991, aquejada por estos días de una enfermedad cuasi mortal.
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