martes, 13 de mayo de 2014

LA PAZ ES EL FRUTO DE LA JUSTICIA

Por  D

A la paz no se accede por la literatura ni por la demagogia ni por la magia o el fervoroso deseo de encontrarla en la esquina ni por el elaborado programa político de un oligarca, demócrata, anarquista o  comunista.
La paz se adquiere por el justo comportamiento de los seres humanos. Justo en el sentido aristotélico, que en última instancia es el mismo sentido cristiano, el obrar moderado por el centro ni a izquierda ni a derecha.

El cuerpo social inclinado a derecha o inclinado a izquierda hace perder el equilibrio.  Pero está la pregunta, a izquierda de qué, a derecha de qué? Debe haber una región central, un punto intermedio que determine que aquello es de izquierda o derecha. 

Esa valuación deviene de las categorías, si así se las puede llamar, del bien y del mal, que en occidente fue transpuesto del ámbito ideológico al práctico mediante la religión cristiana, como muchos estudiosos lo han explicado. Por lo que la “izquierda política” la configuró la reacción a la moral cristiana, y a su vez, “la derecha política” la conformó los adeptos a esta moral. ¿Pero dónde está el eje central, la columna vertebral? Y parece ser, que ese centro no es otro que El DECÁLOGO.  Los Mandamientos que transmitió Moisés al pueblo de Israel. Leyes que no son patrimonio exclusivo de la iglesia cristiana y judía. 

Tales prohibiciones e imposiciones son el sustento y fundamento de toda la legislación humana, de lo que da testimonio las más antiguas leyes, los Vedas, Leyes de Hammurabi,  que sin importar ser de oriente o de occidente, prohibían mentir, robar, matar, adulterar, la traición, respetar a sus progenitores,  respetar a sus dioses, y los códigos se levantaron y perduran hasta la fecha, sin infringir estos preceptos.  Por lo que puede concluirse que la columna vertebral y centro del cuerpo social ideológicamente lo constituye El Decálogo, y que a partir de allí la filosofía y la historia, han formulado teorías y prácticas que alinean al conglomerado a izquierda o derecha de dicho centro. 
 
Se habla de izquierda frente a la derecha. Y el cuerpo social es uno sólo, por lo tanto no puede estar enfrentado contra sí mismo. Necesariamente, para ser congruente con el hecho que el cuerpo social es uno sólo, debe considerarse que la Derecha está al lado de la Izquierda, no frente una del otra, pues no son dos cuerpos que se enfrentan entre sí sino miembros de un mismo cuerpo que tienen distinto pensamiento y acción, claramente definidos y limitados en sus orígenes pero a medida que avanza la historia unos y otros van tomando elementos de su contradictor, hasta el actual momento histórico donde los postulados tanto de la Izquierda como de la Derecha son confusos y sus practicantes también. Hacia afuera manifiestan separación mientras en el interior sólo uno mismo es el espíritu en la Izquierda y en la Derecha, la toma del poder, por los privilegios y subvenciones económicas y sociales que  obtienen los individuos gobernantes.

La paz en la historia
 
De modo que observando la historia vemos que la Derecha se manifestó desde sus principios en occidente, en la antigua Grecia más poderosa,  por ser más diestra, y dueña no sólo del lado sino de la columna vertebral, se presenta no so sólo como el lado derecho, sino como el centro y lado derecho, ya que su legitimidad y ejercicio de poder  tenía inmersa el respeto a la Ley, a la moral mosaica, ejemplo, leyes draconianas,  leyes de Justiniano.
 
Luego la Derecha posterior a la desintegración del imperio romano mezclada al surgimiento y expansión del cristianismo hasta el Siglo de las Luces, fue una réplica perfecta de la moral cristiana.
 
La Revolución Francesa, mandó al traste el predominio de la Derecha cristiana, que había perseverado por más de 15 siglos, al bajar del pedestal a los reyes y su condición divina de gobernantes y hacedores de las leyes humanas,  hasta mandar  al Paredón los reyes de turno. Dando nacimiento a una Izquierda triunfante en la lucha, entronizándose con sangre y legitimándose gracias a un legislador humano, Napoleón, entre otros, quienes fundamentaron legalmente a esa izquierda opositora, la cual  antes de detentar el poder era considera la parte criminal,  anarquista, los atea.
 
Ese cambio de lateralidad, llegó a su cumbre por el marxismo y sus adeptos, a quienes no les bastó bajar del divino trono a los reyes, sino que pretendieron matar a Dios, desaparecerlo, provocaron las guerras civiles y sociales del siglo 20,  como la burguesía revolucionaría francesa generó las del siglo 19, en cuyo interior sólo reverberaba una lucha de intereses particulares por la toma del poder político, bajo la bandera primero del la izquierda liberal, y luego la izquierda marxista, que ajeno si existía o no Dios, (Peor error histórico del marxismo, negar su existencia),  el centro permanecía inerme.
 
Los precursores cristianos, la socialdemocracia  y luego la Teología de la Liberación, se ubicaron en el centro, extendiendo sus alas hacia ambos lados. La Derecha resurgía de las cenizas, ya no de reyes sino de presidentes cuyas constituciones se levantaban en nombre de Dios y del gobierno de los pueblos,  y una Izquierda marxista que anunciaba su entierro en el Muro de Berlín, dejando de pregonar la muerte de Dios, y sustituyéndola por la libertad de cultos.
 
El centro es sólo hueso, la ley de Dios, es la estructura orgánica que sostiene tanto la derecha como la izquierda, a ambos les pertenece y ningún grupo político puede subsistir sin él.
 
Pero los políticos de este tiempo ubican sus propuestas no más cerca ni más distantes de la Ley sino de sus propios intereses. El juego de las codicias es el verdadero interés de sus campañas políticas.  Y la corrupción hace jaque a  la columna vertebral que viene descomponiendo en todos sus estratos el conglomerado social. Aquello de hablar de centro Izquierda, o centro derecha, o extrema derecha o izquierda, son adjetivos útiles a sus intereses y no la manifestación de una ideología o postura política.

La paz según los medios masivos
 
Basta con observar el noticiero del quehacer políticos de los aspirantes a la presidencia de Colombia en este período, para concluir con profunda melancolía que no hay un candidato, que por su vida y obra  pueda decirse que es representante de la izquierda o de derecha, sino que son el auténtico prototipo de un representante de los políticos de la democracia decadente.
 
Leamos, por ejemplo la periodista María Isabel Rueda, en su artículo “Y a cañonazo limpio”,publicado en el diario El tiempo, del domingo 11 de mayo de 2014 : “ Es increíble que hace apenas cuatro años, Alvaro Uribe, Juan Manuel Santos, Pacho Santos, Oscar Iván Zuluaga, Marta Lucía Ramírez, Enrique Peñalosa, Luis Alfonso Hoyos, la actriz Lina Luna y el hacker Sepúlveda trabajaron todos bajo el mismo techo. Se encontraban diariamente en Palacio y, supongo, se saludaban con la efusión de colegas que jalan todos un proyecto político para el mismo lado.(…) Hoy todos esos protagonistas explotaron en átomos volando y se detestan (…) Que la política colombiana se haya degradado a tal punto, que la absoluta ausencias de debates presidenciales le abra la puerta a otro tipo de debates, la de los complots, las zancadillas, las calumnias, los chismes, los hackers, las chuzadas, las actrices.”
 
Igualmente, escribe  Mauricio Vargas, en el mismo diario: “Tres semanas de una contienda electoral, de bostezo, escasa de ideas y pobre en conceptos, el vacío de propuestas lo vino a llenar la porquería. Las dos principales campañas, la releccionista de Juan Manuel Santos y la de su principal competidor, el exministro Oscar Iván Zuluaga, se han lanzado al lodazal como las competidoras en biquini de esa horrenda lucha libre  femenina que tiene lugar entre el barro.”
 
No esperemos de uno de estos aspirantes la paz ni de ninguno que venga a profetizarla o prometerla, si antes no ha ocupado todos lo esfuerzos por derrocar la corrupción, reinstalar la moral mosaica, pero sobretodo, de hacer un lavado cerebral,  cardíaco y visceral que retire todo el lodo que impide pensar y sentir dialéctica, humilde y generosamente,  obrando y hablando con sincero respeto por la Ley de Dios. Pero temo que ese trabajo no lo logra sólo el hombre  ni en muchas décadas sino que se requiere la acción de Dios, a quien nada le es imposible.
 
La paz la obtendremos cuando  lo gobernantes tengan en su conciencia el imperativo categórico  de preocuparse y ocuparse en el bienestar de sus gobernados y a su vez, los gobernados en obedecer la  Ley. Es decir, avanzando por el centro.
 
En cualquier tipo de gobierno o modelo de organización social, la paz es el resultado de la justicia.
 
Nilo, mayo 11 de 2014


 

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