Paz-Guerra-Negociación
Manuel Humberto Restrepo Dominguez.
La Paz: En Colombia la idea de construir un país en paz resulta legítima, legal y viable y será el proceso de conversaciones, entre el Estado y una parte de la Insurgencia, el encargado de mantener viva la esperanza de resolver por vía de la negociación política el conflicto armado. El objetivo es que en condiciones de paz, la movilización social ocupe los espacios que deja la guerra, que se fortalezcan en sus capacidades de tal manera para que las luchas sociales se sobrepongan a las luchas armadas y se avance en la erradicación de todas las violencias.
Como garantías del proceso existen tres condiciones esenciales para que así sea: Hay voluntad política de las partes; respaldo social de buena parte de la población, especialmente de los más representativos movimientos sociales y grupos políticos (Congreso de los Pueblos; Marcha Patriótica; Minga de resistencia Indígena; Colectivos de Mujeres; Campesinos; Estudiantes; sindicatos; partidos de Izquierda; Mesa de la Unidad Nacional) y; confianza para adelantar las conversaciones. El propósito es concluir esta fase de conflicto armado extendido durante medio siglo y en colectivo construir una paz estable y duradera.
Los Actores: Las FARC por ahora, -y quizá mas adelante el ELN-, han indicado su disposición de llevar el desarrollo del conflicto a un ámbito de dialogo con el ánimo de abandonar la lucha armada y transformar la capacidad de su fuerza en una herramienta política. El Gobierno del presidente J.M. Santos ha señalado la misma disposición en representación del Estado (Poder Judicial: Cortes de justicia, Fiscalía; Poder Legislativo: Congreso; y Poder Ejecutivo a través de sus ministros). Los imaginarios en pocos días han empezado a cambiar, aunque no se trata de reducir el ánimo a optimismos o pesimismos, múltiples voces se suman a favor de la paz. La apuesta final es la de construir una nueva Colombia en colectivo.
El contenido de la paz todavía resulta impreciso, no se puede diseñar apriori, porque los artefactos de la cultura como la paz o los derechos no son formulas preestablecidas que se apliquen a las acciones políticas o sociales. La paz será resultado de significados y prácticas que involucran a seres humanos concretos con deseos, necesidades e intereses, que pertenecen a determinados contextos. La paz pasa por percepciones, a emociones y razones, que de manera compleja tejan un sentido, un significado y unos contenidos para la paz. La paz no saldrá de la mesa de conversaciones, de esta podrá salir un acuerdo de cierre del conflicto y una agenda sobre la que la sociedad y el estado reformulen el pacto de convivencia social y política y se comience a materializar mediante hondas transformaciones políticas, sociales y económicas la paz esperada.
La guerra: La situación de guerra ha obstaculizado las prácticas y valores favorables a la paz, ha negado las oposiciones políticas y colocado las diferencias en el plano de amigos o enemigos, de aliados o eliminados. La situación de guerra permanente ha llevado a la confundir los tiempos, a borrar las líneas de identificación del dolor propio de cada generación, a suprimir la ética y la democracia real. Son decenas de miles los episodios sucedidos en medio siglo que tienden a fragmentar la guerra en casos separados. Sabemos más del conflicto por su degradación, que por sus conquistas en materia de derechos. Sabemos de las huellas de dolor provocado y de los odios engendrados.
Sabemos que hay relaciones directas entre la guerra y la inequitativa posesión de las riquezas, entre la guerra y la imposición de una cultura sobre otras, pero se dificulta distinguir cuales son las causas y cuáles son las consecuencias. Sabemos también que la guerra permite ocultar los sistemas de corrupción, de apropiación de los bienes públicos, de impunidad en la aplicación de justicia y sabemos que las causas que han servido de justificación para mantener las luchas con expresión en las armas aun permanecen y en la construcción de la paz deberán ser eliminadas para cerrar definitivamente este capítulo de guerra.
La negociación: Lo que va a la negociación entre los actores armados del conflicto, son modos de entender el poder, la democracia, la organización social y al ser humano como tal. Cada parte del conflicto tiene intereses políticos y sociales definidos, que deberán ceder ante los intereses de la nación, que superan los enunciados del temario definido. Hablar de tierras, no es solo hablar de parcelas, es hablar de biodiversidad, de riquezas naturales, de la concepción sobre territorios y culturas, de los recursos mineros y energéticos, de las aguas, de los sistemas de propiedad, de los modelos de desarrollo agropecuario, forestal, agroindustrial y de los varios millones de desterrados despojados de sus tierras y territorios.
Pensar la paz como desmovilización simple o como un acuerdo para producir empleo, solamente cambiaria de fase al conflicto. La paz no es solo reconciliación entre los actores en armas, pasa por reinterpretar el poder y la política, revalidar una ética social que convoque la búsqueda de un sentido general de vida humana, que conduzca a construcciones colectivas sobre la forma de vivir y soñar, observando que hay que reconstruir lo público como realidad y la participación de los excluidos como factor de poder.
Los partidos de hoy, altamente cuestionados, deben ceder el paso a las movilizaciones sociales para restaurar la política y reinventar la democracia, para que la paz duradera y el fin de otras violencias, no se convierta en un asunto normativo. Si todo un país ha vivido en guerra es el momento en el que a todos nos corresponde vincularnos a la construcción de paz. Es buen momento para estar dispuestos a mantener en ejercicio los derechos de rebeldía y resistencia que potencien las luchas sociales contra toda dominación, opresión o explotación, como garantía para avanzar en el camino hacia la paz estable y duradera, que debió comenzar hace medio siglo.
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