domingo, 12 de agosto de 2012
No bastan las buenas intenciones
Encuentro ciudadano por la democracia
Pedimos la Palabra
(Glosas a la Declaración Final)
Por Alejandro Veramar
No es por aguarles la fiesta al colectivo de demócratas reunido en Medellín, pero el caudal de nobles propósitos que expresa la declaración final del encuentro, es eso simplemente: una especie de rogativa para que llueva justicia en Colombia. El primer problema de los demócratas es declararse “ajenos a la polarización”, como si ello fuese posible en una sociedad atravesada por viejos y profundos antagonismos.
No podemos echarle mermelada a un pan podrido, la cuestión primera es de quién es el trigo y dónde está la tierra para sembrarlo. Lo contrario es seguir fabulando con fraternidades imaginarias que no conducen siquiera a un abrazo real. Dicen que su objetivo es “recuperar” el sentido público, ético y representativo de la política, fuera de ser una frase sin contenido, pregunto: si recuperar es “volver a tomar o adquirir lo que antes se tenía”, ¿acaso alguien que se haya asomado a la historia reciente de Colombia puede afirmar que alguna vez existió dicho sentido?
No se trata tampoco, como menciona la declaración, de que una mente criminal se apoderó de lo público, sino más bien que un poder surgido del mercado electoral se comporta mafiosamente para preservar la política, en el sentido que la definiera el gran escritor Ambrose Bierce: “manejo de los intereses públicos en proyecto privado”. El dilema es que hacer política es Colombia es un asunto práctico, quien no participa de la red clientelista se ve conminado a la quiebra política o a ser una voz marginal. Por lo tanto, la verdadera disyuntiva ética es la democracia en la distribución del poder, pero eso implicaría una ruptura definitiva con el actual modelo político y sus agentes.
Por ejemplo, en relación con la parapolítica, no se trata tanto de que el Estado se lo tomaron unos delincuentes, sino que un Estado antidemocrático es de naturaleza criminal.
Pero quizá lo más contradictorio es el propósito de lograr que “el modelo económico incluya seria y coherentemente la política social y ambiental”. Es decir, pedirle al diablo que haga hostias, como si fuera posible bajo la lógica implacable del modelo neoliberal un objetivo distinto al ensanchamiento infinito de los intereses de una minoría. Ni siquiera tienen la osadía de reclamar un nuevo modelo económico.
Como el papel aguanta todo hay mucha palabrería: “difundir (?) los beneficios de la economía”, reconocer la existencia de “pueblos originarios que piensan, sienten y actúan distinto”, no dicen a quien, y se puede agregar que no a millones de colombianos en sus mismas condiciones sino tal vez a la clase dirigente económica y política. También claman por soluciones al “desarreglo institucional del Estado” como si las cosas en el Edificio Colombia fueran un problema de fachada (que todo cambie para que todo siga igual) y no de que la edificación amenaza ruina.
Por último, los demócratas reunidos afirman que se proponen consolidar “una plataforma de diálogo y acción política ciudadana”: la retórica al servicio de las ambiciones personales.
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