martes, 29 de noviembre de 2011

Petro, un gobierno de mayoría simple

Juan Carlos García

Grupo de Investigación Presidencialismo y Participación

Universidad Nacional de Colombia

El 30 de octubre no voté por Petro. Hace tiempo (¿10 años?) no es de mis querencias, pero tampoco de mis odios. Frente al tarjetón me puse a pensar: mejor no voto en blanco, como creía. Luego dije: voy a votar por las bases. Se necesita la izquierda, así sea derrotada. Y voté por el PDA, ni si quiera por Suárez, que habla mucho. Sé que no íbamos a superar el 2%. Para el Concejo sí fue lo que decidí, o casi: pensaba un voto en blanco, y al final terminé anulando la primera equis con una segunda. Para las JAL, como no vivo en esa localidad del sur en el que hace mucho estudié el bachillerato, voté en blanco. Así fue que estuve en tres acciones. Todas ellas útiles, libres, pienso ahora.

Mirando lo que arrojó la algarabía de las elecciones en Bogotá. Petro le va a quedar muy difícil gobernar la ciudad, porque sumando los porcentajes y los votos de los otros candidatos progobiernistas (Peñalosa, Parody, Galán, Luna), el resultado es que tienen el 60% del electorado: eso cuenta, al menos para que se unan ahora. Petro solamente el 32%. Lo duplican en poder electoral, lo cual significa en el liberalismo político, legitimidad y en últimas gobierno. Petro tiene una mayoría simple, no las multitudes gobernando.

Lo del PDA se sabía, lo sabíamos. Los 32 mil quijotes que votamos por esta propuesta de hacerse al Palacio Liévano, lo hicimos no buscando a nuestra Dulcinea. Fue por tozudez, así Suárez no nos convenza: es muy técnico. Solo pensé en las bases. Es necesario que de las bases, esos 32 mil críticos, libres porque sabíamos de la derrota anunciada, se construya una propuesta democrática que sea oposición a Petro, a Santos (¿y al sistema habrá que decir?). Ah, y a los que se le sumarán al nuevo Alcalde en próximas horas o días.

Porque con ese 32% Petro no puede gobernar como él quisiera. Ganó, pero la ciudad está dividida, fracturada hace mucho. No por las obras públicas, sino por algo más profundo y menos visible: la ideología política. Un antagonismo puro, casi clasista de odios mutuos, por el presupuesto, los títulos y los honores.

Si recuerdo bien, fue el mismo porcentaje con el que ganó Samuel Moreno la tristemente célebre elección, recibiendo entonces el apoyo de Petro y claro, del PDA, y luego gobernando con el Partido de la U, los liberales, los conservadores, etc. Lo cual da a entender que hay una franja crítica de cerca del 30% que es independiente de los líderes tradicionales, presidentes o no y de sus feudos electorales. Que no es gobiernista, ni siquiera de izquierda, pero tampoco antisistema.

Interesante, pero repito: con un 32% no se gobierna a Bogotá, solo se la administra o por lo menos se lo intenta junto con el antagonismo está el odio en curso que avivó la crisis política de Samuel Moreno.

Petro, si quiere gobernar tendrá que pactar, entregar y finalmente cambiar mucho su discurso. "Democracia de multitudes", ha dicho con emoción progresista, recuerdo. El 32% no son multitudes, así miradas las cosas. Son algo más de 700 mil personas, y Bogotá, con el área metropolitana, se acerca a los ocho millones de habitantes si pensamos en la ciudad región, muchos de ellos críticos y opositores reales a Petro, al PDA y a todo lo que huela o parezca a izquierda.

Si quiere el nuevo Alcalde hacer realidad la "democracia de multitudes" y no quedarse en la retórica electoral, no podrá pactar, entregar o cambiar sus propuestas: será él, Petro con el 32% en la vanguardia de los cambios democráticos, profundos que parece realizará, según dice, según se cree. Pero se le olvidó decir que para esa “democracia de multitudes” es condición sine qua non modificar, cambiar, reformar las normas. No solo respetarlas o hacerlas cumplir. Porque la institucionalidad, la normatividad, de Bogotá no da para un gobierno democrático de las multitudes. Lo demás es populismo, y del peor.

Si el gobierno que se propone Petro construir es progresista, bajo el entendido de que va más allá del orden instituido, porque es incluyente y participativo, según dijo, tiene que modificar las normas, creando nuevas, democratizándolas. Los progresistas tienen, si ese es su deseo, que asumir la reflexión sobre las normas distritales: ¿son ellas justas o injustas? Por ahí empieza una propuesta de gobierno democrático y una posibilidad de buscar articular a las multitudes. Lo demás es estar con el discurso del 60% que apoyó a Peñalosa, Parody, Galán y Luna.

Petro solo va a administrar, y más si quiere ser Presidente de la República: tendrá que flexibilizar su discurso y sus actos; no estamos ante el M19 y sus acciones populares y populistas. Entre otras porque en Bogotá ya se dieron cuenta, miles, millones, y muchos voceros del establecimiento, que no quieren otros gobernantes, salvo los de su caletre. Para ilustrar dicha posición solo es leer el cruce de panegíricos vergonzantes que se dieron dos miembros del bloque en el poder en Bogotá, hoy desheredados, Enrique Santos Calderón y la capitana, María Eugenia Rojas, cuando se recordaron mentiras y verdades, ventiladas en el diario El Tiempo, para dicha de algunos pocos que no olvidan la historia.

Pero volvamos, la elección de Petro es el resultado de una política de mayoría simple, no son multitudes decidiendo un gobierno democrático en vísperas de la autonomía social. No estamos a las puertas de una revolución democrática, ni siquiera es una coyuntura revolucionaria a favor de los desheredados o contra los explotadores. A lo mejor ni siquiera es pluralidad, pero sí pluralismo o en su peor expresión: positivismo jurídico: que las normas no se modifiquen. Es posible pues ésta fue una elección que midió la fuerza electoral de unos contra otros, así estos o aquellos dijeran que no: no hay política de odios. La hay, y mucha.

Si la memoria no me falla, el nuevo Alcalde no habló, antes o ahora, del desmonte a la reforma de la ley 30. La "democracia de multitudes", imaginamos, creemos, empezaría por ahí: cuando el nuevo burgomaestre se oponga a dicha iniciativa presidencial de privatizar, flexibilizar y tecnologizar la educación pública. Hasta entonces, estaremos en la oposición.

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