XIII FORO PALABRA Y ACCIÓN. MAYO 5 DE 2021.
PONENCIA: DEMOCRACIA SUBALTERNA, PARO Y PENSAMIENTO DE
RUPTURA.
Miguel Ángel
Herrera Zgaib, PhD.
Profesor
asociado, Departamento de Ciencia Política
Universidad
Nacional de Colombia.
Cuando proyectamos este Foro,
las deliberaciones que comenzaron el lunes 3 de mayo, en el espacio de la
facultad de Derecho y Ciencia Política de la U. Nacional, no teníamos a la
vista el devenir de la protesta nacional y la coyuntura del paro que cumple su
quinto día. Sí teníamos en nuestro haber analítico explicativo una
caracterización de una coyuntura estratégica que rastreo desde los años
1999-2010, en lo que fue mi disertación doctoral.
Conviene no olvidar cómo en el acto público de sustentación lo reiteré,
ante más de 100 asistentes, quienes me honraron con su presencia. Fue objeto de
un comentario de uno de los jurados que lo sustentado era, por decir lo menos,
demasiado optimista sobre las potencialidades del hacer de los grupos y clases
subalternas de Colombia.
Hoy está claro, más que nunca, ¿qué tan adecuado fue mi diagnóstico? Éste
nada tenía que ver con futurología, ni emulaba con las “predicciones” de las
ciencias naturales, que, por lo demás, naturales son todas, incluidas las
humanas y sociales, pero no solamente eso. Ellas, cada una, tienen sus
especificidades, porque, además, incluyen tanto carga histórica como
ideológica.
No por eso eché para atrás, en la sustentación, lo que había afirmado y
probado “tendencialmente” en mis hallazgos consignados en el trabajo doctoral.
Hace años que, en materia de epistemología, soy cuidadoso en no confundir
“condiciones” y “determinaciones” en materia de saberes sociales.
Porque lo aprendí de la vida misma, propia y ajena; y de la lectura de
Carlos Marx, y Antonio Gramsci, entre otros, a quienes estudié y estudio con
rigor, en medio de las limitaciones existentes, personales y de la sociedad en
la que vivo, sin que, por lo demás, mi pensar estos asuntos se haya acabado y
concluido.
Como los asistentes lo supieron ese mismo día de la disertación, mi trabajo
doctoral fue aprobado, y recomendada su publicación. Después de más de un año,
presentada ante el Comité de publicaciones fue autorizada su publicación
oficial en la colección Gerardo Molina. Así que el público tendrá la
oportunidad de juzgar lo que yo califico como pensamiento de ruptura; porque la
disertación que tomo como base de esta ponencia está elaborada y prueba la
ciencia política desde la perspectiva de los grupos y clases subalternas.
Es una operación que entraña una refundación de la ciencia política clásica
burguesa, que arranca de la sociología política elaborada por Max Weber. La
refundación de este saber moderno, que arrancó con Maquiavelo, lo reelaboró con
el nombre de ciencia política Antonio Gramsci, lo cual nunca hizo Weber, quien
continuó hasta su muerte siendo un sociólogo. Tampoco lo hizo su discípulo
estadounidense más connotado, Talcott Parsons, quien está en la fundamentación
de la ciencia política norteamericana, la de David Easton, Gabriel Almond,
Verba, Pye, y otros.
Esa obra fûr ewig, así la llamó Antonio Gramsci en su correspondencia con
su cuñada Tatiana Schucht, y la plasmó en los Cuadernos de la Cárcel, que son
sus borradores, a la manera de los Grudrisse de Marx, con la diferencia que
éstos se plasmaron en vida de éste, en un primer libro, de la Crítica de la
Economía Política, que en forma corriente conocemos como “El Capital”.
Con estos antecedentes, mi trabajo doctoral, cuya publicación anuncio,
pienso, clasifica en lo que Boaventura de Sousa Santos y otros llaman
epistemologías del sur, también por procedencia. ¿Por qué lo digo? Porque Antonio Gramsci es
un sardo, nacido en otro sur, por supuesto como lo soy yo, guardadas distancias,
nacido en el Girardot geográfico. Ninguno renunciamos en ningún caso a la
interlocución, la transversalidad y la interseccionalidad, sin exclusiones, ni
antes ni ahora, desde los lugares de nuestra procedencia.
Quienes tendrán la oportunidad de
leer mi escrito de disertación podrán convalidarlo o no, en ese horizonte,
teórico científico, epistemológico. El enfoque que adopto, que reviso, Gramsci
lo denomina Filosofía de la Praxis, porque así lo derivó y aprehendió de su
lectura crítica de Antonio Labriola, a quien nunca conoció en persona.
A dicho enfoque yo lo denomino pensamiento de ruptura, nombre que, claro,
tiene antecedentes. Las referencias a las rupturas epistemológicas en las
escuelas de la epistemología francesa, con Gastón Bachelard a la cabeza, y
luego Louis Althusser en el campo de los saberes sociales, en particular, al
referirse a Carlos Marx como el descubridor de un nuevo continente científico,
la historia. Antes, en términos filosóficos hay una trayectoria fecunda que nos
puede llevar, sin duda, hasta el mismo Epicuro, como lo rescató el doctor Marx,
cuando escribió su disertación para el examen de la Universidad de Jena.
A esta operación de conocimiento
científico materialista, que toma en consideración la práctica social, y la
praxis que abreva en ella, la califico como pensamiento de ruptura, en los
ejercicios formativos de las clases que comparto a lo largo de estos años. De
lo cual hice una primera exposición en la primera parte de un libro ya
publicado en la colección Gerardo Molina, “Antonio Gramsci y el pensamiento de
ruptura”. Se trata, en suma, de rastrear el pensamiento revolucionario en sus
fundamentos, todo en consonancia con el materialismo práxico.
Al que se refirió de manera sucinta, a la vez que esclarecedora, Marx en
sus “olvidadas” Tesis sobre Feuerbach
(1845) que rescató Federico Engels, y publicó como un anexo a su escrito
publicado muchos años después: Ludwig
Feuerbach y el Fin de la Filosofía Clásica Alemana.
Para pensar la crisis actual y el rumbo de su desenlace en Colombia
En el presente Foro, tenemos la ocasión propicia, con todo y su dramatismo
a la vista, para el desenlace de una crisis de hegemonía que afecta al bloque
de clase dominante en Colombia. Así, se ofrece la oportunidad de aprender lo
útil de lo allí consignado, que, entonces se nutrió de un espacio colectivo, el
de mis clases, durante cuando menos diez años de docencia, investigación y
extensión.
Ahora, esto es, después, a partir del año 2010, la crisis de hegemonía
siguió su marcha hasta hoy, pero tuvo estaciones significativas no definitivas.
La primera se concreta al final del año 2016. Porque se firman después de
cuatro años de deliberaciones unos acuerdos de paz, que antes sufren el
resultado “desconcertante” del plebiscito, porque una precaria mayoría de
votantes le dijo no. Tal mecanismo no tenía fuerza vinculante para las partes,
esto es, el gobierno, las Farc-Ep y la ciudadanía toda.
Por esta razón, el presidente Santos sometió el acuerdo de paz al refrendo
por parte del poder legislativo, en cuyo trámite le fueron introducidas
modificaciones, en especial, la del bloque dirigido por el Centro Democrático,
que yo defino como el Bloque de la Guerra, defensor y exponente de la paz
reaccionaria, es decir, la que reclama para hacerla efectiva la rendición del
enemigo/adversario.
El poder legislativo, sus mayorías, dieron aprobación al acuerdo de paz
reformado, y sancionaron su validez. Este texto es el que se proclamó y firmó
en el Teatro Colón, en acto público con presencia de los acompañantes
internacionales que estuvieron en todas las deliberaciones.
Bajo estas condiciones, la realidad de la paz y el posconflicto abre la
puerta a un nuevo momento en el desenlace de la crisis de hegemonía, la disputa
de ésta, ya no en el escenario de la sociedad política, donde no hubo
vencedores ni vencidos, sino en el terreno de los llamados “organismos
privados”, en los que y a través de los cuales se cumplen de forma preferente
la función de hegemonía, es decir, de dirección del conjunto de la sociedad en
condiciones de libertad individual y colectiva.
La relación entre una y otra, esto es, la sociedad política y la sociedad
civil, son las superestructuras complejas, y Gramsci las abarca con el concepto
de Estado integral o Estado ampliado. Se dice ampliado, porque el estado
moderno, después de la primera guerra mundial se amplía al ámbito de la
sociedad civil en materia económica y social, con su intervencionismo
generalizado que se amplía y consolida para conjurar la depresión económica del
año 1929, con todo lo que implica.
En síntesis, cuando advertí en mi disertación de lo que caractericé como el
desenlace de una crisis de hegemonía que afecta al bloque de clase dominante en
Colombia, definía un campo de disputa estratégica modificado por el cambio en
las relaciones de fuerza, durante la guerra de movimientos que con
interrupciones se realizó a partir de 1999-2002, cuando la negociación de paz
se interrumpió de modo intempestivo por una de las partes, el presidente
Pastrana, cuando tenía delante un compromiso vinculante, los Acuerdos de San Francisco
de la Sombra.
Allí se incorporaban reformas sociales, políticas y económicas que tocaban
lo fundamental del orden político dominante, a partir del año 1991. Las que
entrañaban en positivo, avances en lo dispuesto para el quehacer del Estado
colombiano, como lo dice todavía, el artículo 13, promover que la igualdad sea
real y efectiva. El pretexto del secuestro del presidente de la comisión de
D.H. del senado, Eduardo Gechem Turbay, sirvió para desatar la orden
presidencial de desocupar el territorio sede de las deliberaciones, San Vicente
del Caguán, en un plazo perentorio de 72 horas.
Es tal el devenir de una situación que definí como de coyuntura
estratégica, y de transformación del proceso de guerra de movimientos que le
dio paso en 1999, a otra modalidad de en el grupo de investigación como propia
de una coyuntura estratégica específica en el marco de una crisis orgánica de
larga duración. Para precisarlo más, se trata de un antagonismo histórico que
presenta dos polos adversarios en su dinámica: el bloque de la guerra, y el
bloque de la paz, que enfrenta en la sociedad civil las medidas de la reacción
política y sus aliados de derecha que impiden que la de Colombia sea una real
transición democrática, después de treinta años de vigencia maltrecha de la
Constitución de 1991.
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