¿Cuál es el heroismo de esta guerra fratricida, Antanas?
Miguel Angel Herrera Zgaib
Profesor asociado, UNAL, Bogotá
No parece que el colega de la Universidad Nacional, el profe Mockus, quien mostrara las nalgas en público para ponerle un silencio a los actos de violencia real resignificándolos con ejercicios de violencia simbólica en 1993, y quien fuera luego sustituyendo la simbolización por lanzar agua física a la cara del candidato liberal Serpa, visite y haya visitado la otra Colombia, donde la violencia directa, impune, se ejercita día y noche, para liquidar a l@s rivales.
Allí, por ejemplo, en la bota caucana, en el Caquetá, Putumayo, y el sur del Tolima hoy se escenifica la guerra, donde se descargan toneladas de bombas sobre "el enemigo", que no alcanza para nada el trato de adversario, que es una posibilidad inteligente de darle espacio a la democracia que nunca tuvimos. Sólo simulacros, placebos de democracia, el gobierno oligárquico con olores populistas
La tarea de la muerte y el arrasamiento se cumple con el sofisticado apoyo tecnológico del gobierno estadounidense; sin respetar siquiera las lindes de las casas vecinas. Peor aún, a uno de los dos candidatos punteros, esta actuación a Antanas no se le ocurre llamarlo también por su nombre: intervención extranjera.
Ahora, es necesario ponerle tatequieto a esta intervención cuando el mismísimo gobierno que preside Obama empieza a aceptar el rotundo fracaso de su guerra contra el narcotráfico en Colombia, y también en México, donde la bestialidad ya desborda la frontera del río Grande, y amenaza enceder las tierras de Arizona.
El fracaso de la estrategia de guerra es desplegada entre nosotros con el eufemismo de Plan Colombia, una guerra fallida contra el despliegue ilegal del capitalismo dentro y fuera de las lindes de la república imperial estadounidense. Lo único que queda es un insultante reguero de muertos y fosas comunes, que lo acompaña una identificable orquesta de sepulcros blanqueados.
¿Cuál es el heroismo de esta guerra, colega Mockus?
¿De qué modo contrastan los bombardeos de las F.A. con las bombas hechizas, y los campos minados que le oponen los antagonistas del gobierno de turno? ¿Cuál es la cosecha que se pretende recoger, después de todo? ¿Cuál es el heroismo y el humanismo de los falsos positivos y de las chuzadas? ¿El silencio de las fosas comunes?
Antanas, como pedagogo de multitudes es urgente que no renuncie al ateismo practicante contra el dios de la guerra, para que no resulte, como ahora, dándole la bienvenida al desierto de lo real concreto, donde usted inmola los restos de sus creencias anarquistas de antaño en el altar del dios Moloch, que no es otro que la república de la propiedad que aplasta el horizonte promisorio de lo común.
Si no toma en consideración estos consejos, poco o nada lo diferenciará de su aparente adversario, Juan Manuel Santos, un claro, eso sí, enemigo de la democracia verdadera. El delgado hilo de la legalidad irracional, a la postre, no hará la diferencia entre ambos. En el altar perverso de la guerra fratricida,de la que no parece distanciarse usted, terminará también consumido por la hoguera del odio, y perderá las elecciones que tanto desea ganar.
No desprecie la ola de revolución democrática, de la que la generación joven es la principal clorofila, que ha identificado ilusoriamente en usted, profesor, una posibilidad de cambio. Ojalá atienda lo que ya le indican las encuestas de opinión, y rectifique con valor el rumbo equivocado que ha tomado.
Miguel Angel Herrera Zgaib
Profesor asociado, UNAL, Bogotá
No parece que el colega de la Universidad Nacional, el profe Mockus, quien mostrara las nalgas en público para ponerle un silencio a los actos de violencia real resignificándolos con ejercicios de violencia simbólica en 1993, y quien fuera luego sustituyendo la simbolización por lanzar agua física a la cara del candidato liberal Serpa, visite y haya visitado la otra Colombia, donde la violencia directa, impune, se ejercita día y noche, para liquidar a l@s rivales.
Allí, por ejemplo, en la bota caucana, en el Caquetá, Putumayo, y el sur del Tolima hoy se escenifica la guerra, donde se descargan toneladas de bombas sobre "el enemigo", que no alcanza para nada el trato de adversario, que es una posibilidad inteligente de darle espacio a la democracia que nunca tuvimos. Sólo simulacros, placebos de democracia, el gobierno oligárquico con olores populistas
La tarea de la muerte y el arrasamiento se cumple con el sofisticado apoyo tecnológico del gobierno estadounidense; sin respetar siquiera las lindes de las casas vecinas. Peor aún, a uno de los dos candidatos punteros, esta actuación a Antanas no se le ocurre llamarlo también por su nombre: intervención extranjera.
Ahora, es necesario ponerle tatequieto a esta intervención cuando el mismísimo gobierno que preside Obama empieza a aceptar el rotundo fracaso de su guerra contra el narcotráfico en Colombia, y también en México, donde la bestialidad ya desborda la frontera del río Grande, y amenaza enceder las tierras de Arizona.
El fracaso de la estrategia de guerra es desplegada entre nosotros con el eufemismo de Plan Colombia, una guerra fallida contra el despliegue ilegal del capitalismo dentro y fuera de las lindes de la república imperial estadounidense. Lo único que queda es un insultante reguero de muertos y fosas comunes, que lo acompaña una identificable orquesta de sepulcros blanqueados.
¿Cuál es el heroismo de esta guerra, colega Mockus?
¿De qué modo contrastan los bombardeos de las F.A. con las bombas hechizas, y los campos minados que le oponen los antagonistas del gobierno de turno? ¿Cuál es la cosecha que se pretende recoger, después de todo? ¿Cuál es el heroismo y el humanismo de los falsos positivos y de las chuzadas? ¿El silencio de las fosas comunes?
Antanas, como pedagogo de multitudes es urgente que no renuncie al ateismo practicante contra el dios de la guerra, para que no resulte, como ahora, dándole la bienvenida al desierto de lo real concreto, donde usted inmola los restos de sus creencias anarquistas de antaño en el altar del dios Moloch, que no es otro que la república de la propiedad que aplasta el horizonte promisorio de lo común.
Si no toma en consideración estos consejos, poco o nada lo diferenciará de su aparente adversario, Juan Manuel Santos, un claro, eso sí, enemigo de la democracia verdadera. El delgado hilo de la legalidad irracional, a la postre, no hará la diferencia entre ambos. En el altar perverso de la guerra fratricida,de la que no parece distanciarse usted, terminará también consumido por la hoguera del odio, y perderá las elecciones que tanto desea ganar.
No desprecie la ola de revolución democrática, de la que la generación joven es la principal clorofila, que ha identificado ilusoriamente en usted, profesor, una posibilidad de cambio. Ojalá atienda lo que ya le indican las encuestas de opinión, y rectifique con valor el rumbo equivocado que ha tomado.
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