domingo, 23 de julio de 2017

PREPARANDO EL XIII SEMINARIO ANTONIO GRAMSCI

CONVERSACIÓN CON LUIS I. SANDOVAL: A PROPÓSITO DE "LA ÉTICA HECHA TRIZAS".

miguel angel herrera zgaib
Profesor asociado, Ciencia Política, Unal. Director Grupo Presidencialismo y participación
Catedrático Maestría Estudios Políticos, U. Javeriana

Entre Kant y Marx

Luis, muy valiosa la articulación de tus tres reflexiones acerca de la corrupción en América Latina y Colombia. Primero una pequeña observación, el erario es de suyo público. En lo fundamental de tu análisis está, pienso, la necesidad de distinguir entre corrupción ética y política.

Tal parece que en el caso de varias comunidades políticas de América Latina, en particular, las gobernadas por proyectos de izquierda entre 1999-2010, y en Brasil, entre los años 2003-2010, con Lula, a quien te refieres en particular, la crisis no solo alcanza a la sociedad política, el estado en su sentido estrecho, y en este caso, hablamos de corrupción política, y este es el caso de Brasil, Venezuela, y por supuesto, Colombia.

Pero, además, hiciste también la corrupción "etica", que no es necesariamente igual a corrupción moral, que se refiere, de modo puntual a los individuos que viven la insociable sociabilidad de los seres humanos bajo el orden burgués, como lo teorizó Kant, a quien citas.

En particular, a propósito de Kant y Marx, existe un excelente trabajo del académico japonés Konji Karatani, "Transcrítica". Ví que él está invitado a unos paneles en Cali, para el mes de septiembre, acerca de Marx y El Capital. Estará alternando con David Harvey y Luis Tapia, entre otros.

De la Transcrítica al Pensamiento de Ruptura

Pero, volviendo a la nuez del asunto, si se trata de corrupción ética, como lo propones, pienso que es útil trazar una distinción útil, para decir que está ocurre de modo predominante en el campo de la superestructura denominada sociedad civil, por el pensamiento de Gramsci, donde se pone a prueba la praxis de la dirección, el consenso de quienes dominan, o aspiran a conquistar el estado en su sentido amplio, o integral. Es decir, a gobernar la sociedad política, y orientar la sociedad civil, en el papel de pedagogo colectivo.

Los subalternos, en casi todos los casos, ganaron el gobierno, pero en alianza con fuerzas de derecha, que exigieron sus consabidas "cuotas de poder". Talvez éste no fue el caso de Ecuador, y tampoco el de Bolivia, por lo que sus procesos de gobierno y de construcción hegemónica marchan con mejores augurios.

El caso de Venezuela es ejemplar, porque Hugo Chávez ganó su primera presidencia con el apoyo de la multitud subalterna, movilizada contra la hambruna del gobierno adeco de Carlos Andrés Pérez, quien seguía distribuyendo la renta petrolera entre las minorías bipartidista que votaban, y se "embriagaban de oro negro", según la escala de privilegios.

El devenir de la crisis ética y moral

La candidatura Chávez, después de su golpe armado fallido, y su salida de la cárcel, por el indulto del presidente copeyano, arrastró también a sectores de la clase media, afectados por los arreglos neo liberales, y a la expectativa de la derrama petrolera, ahora a cargo del nuevo ocupante de la silla de Bolívar.

Pero, pronto sobrevino la separación de esta clase media, a través del golpe que lo derrocó con apoyo de un segmento de las FFAA, partes de la burguesía industrial y comercial, y la clase media afiliada con lo que quedó de los acuerdos de Punto Fijo, y que hoy tiene expresión cabal en la MUD, con otros proyectos menores, y dos jóvenes liderazgos de la derecha y la reacción, Henrique y Leopoldo.

Así las cosas, y sin petróleo a buenos precios, la corrupción se hizo transversal, no solo política sino ética, y empatanó el liderazgo de Chávez en su última presidencia, y la del sucesor que escogió, Nicolás Maduro, sujeto a la "máxima" del tapen, tapen. Una que aquí se practicó con intenso descaro y cinismo criminales en la segunda presidencia de Uribe , y con su sucesor, Juampa, delegándola en sus Fiscales.

Dos desenlaces parciales y sintomáticos

En Brasil, produjo la caída de Dilma, y ahora el empapelamiento de Lula, el líder obrero, que consiguió fama global, y bienes de curso extralegal, cuando menos, que enriquecieron su pecunio.

Y en Venezuela, con la emergencia de la Boliburguesía, que llaman los detractores del proyecto de Chávez y el PSUV, el bloque dominante y los subalternos que lo sostienen están enfrentando una crisis de hegemonía, con la consiguiente guerra de posiciones democrática, que , por supuesto, no ha sido reemplazada por una insurrección.

Veremos qué pasa en esta semana decisiva, que se asemeja a los 10 días que estremecieron al mundo, pero, al parecer, con los visos de una cruda farsa democrática. Para descubrir si la decadencia ética le da el paso al proyecto reaccionario y de derecha, o se produce, en efecto, un viraje revolucionario, en contravía del canto de sirena del neoliberalismo, que se escucha desde los Estados Unidos hasta la Patagonia.

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