Hace un año Barack Obama se posesiono como Presidente de los Estados Unidos en medio del entusiasmo universal luego de los 8 años del gobierno Bush. La ilusión mediática establecida alrededor de Obama se había capitalizado. El 20 de enero de 2009 el mundo sería salvado por aquel hombre nacido en Hawái, para los demócratas, o nacido en Kenia, para aquellos detractores republicanos. El país sanearía sus problemas fiscales, la confianza en el sector financiero se recobraría, los inmigrantes tendrían mejores condiciones de vida, el sistema de salud cambiaria, se acabaría la invasión a Irak, se mejorarían las operaciones en Afganistán, Guantánamo se cerraría y hasta la ciudad de Chicago obtendría la sede para albergar los Juegos Olímpicos del 2016.
Es evidente que en los primeros meses de gobierno no es mucho lo que se puede hacer, pero luego de un año de posesionarse como presidente Obama ha brillado por su ausencia. El 9 de octubre del año anterior el comité Noruego decidió hacer reír al mundo entero otorgándole a Obama el Premio Nobel de la Paz haciendo de la obtención de este galardón su mayor logro, o más bien el único. “Por sus extraordinarios esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y cooperación entre los pueblos” citaba aquel anuncio del comité Noruego, en pocas palabras, por no tener la visión incendiaria del presidente Bush y no haber hecho nada en sus primeros meses de gobierno. De esta forma, Obama obtuvo injustamente un galardón que personajes como Gandhi o el papa Juan Pablo II no recibieron.
A estas alturas se hace visible la gran responsabilidad que tuvieron los medios de comunicación en la elección de Obama. Constantemente en 2007 y 2008 un tipo carismático de poca experiencia y quien hace 4 años era desconocido para muchos, aparecía en todos los canales de televisión, todos los diarios, y recibía los mejores halagos en una combinación de culpa y machismo. Obama de ascendencia africana fue la excusa perfecta para que muchos estadounidenses agobiados por sus culpas, de un pasado de racismo, hicieran algo para remediarlo. Del mismo modo el efecto mediático puso contra las cuerdas a Hillary Clinton, la candidata del Partido Demócrata más apta y de mejor experiencia para ocupar la presidencia de los Estados Unidos.
Hoy, 20 de enero de 2010, las “gracias” de los medios de comunicación colocan a los Estados Unidos en un estado de incertidumbre. A Obama, como a cualquier otro presidente, no se le puede pedir que un año cumpla con todo lo que prometió, pero tampoco que haga tan poco. A pesar de que se ha anunciado el fin de la recesión económica la crisis sigue afectando a los norteamericanos, la reforma inmigratoria está estancada, la reforma al sistema de salud avanza lentamente, se siguen enviando tropas a Irak, Afganistán es cada vez mas ingobernable, Guantánamo sigue abierta y hasta la ciudad de Chicago hizo el ridículo siendo la primera eliminada en la puja por los Juegos Olímpicos la cual ganaría Rio de Janeiro.
A las ya sumadas deficiencias de la administración Obama, el 2010 plantea un nuevo desafío internacional con la catástrofe en Haití. Y apenas un día antes de su aniversario como presidente, Obama recibe un duro golpe con la elección en Massachusetts del Republicano Scott Brown para ocupar el espacio dejado por Ted Kennedy en el Senado. Así pues la mentira se sigue desatando, Obama baja en popularidad y efectividad mientras que los medios que alguna vez le aclamaron hoy lo critican duramente (haciendo a un lado el estilo republicano claramente parcializado que realiza la cadena Fox News).
Mientras tanto Obama es objeto de controversia en América Latina. Además de la polémica suscitada por las bases militares estadounidenses en Colombia, algunos ya hablan de intervencionismo en Haití como lo señaló el presidente de Nicaragua Daniel Ortega, así como el gobierno venezolano a acusado paranoicamente a Washington de usar armas sísmicas al mejor estilo de la película “Conspiracy Theory”. Del mismo modo, los Estados Unidos nunca fijaron en este año de gobierno una clara posición sobre el golpe de Estado en Honduras.
Aprovechando el paso por Latinoamérica la coyuntura mantiene grandes tensiones y algunos cambios. En Colombia el presidente Uribe no resuelve su “encrucijada en el alma” dilatando el debate y las reglas de juego de cara a las elecciones de este año. En Venezuela los racionamientos aumentan y el Bolívar vale la mitad de que solía costar. Y en Chile la derecha ha llegado al poder con la elección de Sebastián Piñera planteando una nueva era para ese país a pesar del buen gobierno de Michelle Bachelet.
Jonathan Gamboa Melo
Politólogo. Universidad Nacional de Colombia
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