A pesar de poseer regímenes autoritarios de similar arrogancia, Colombia y Venezuela viven con una población dividida como en aquella Alemania de buena parte del siglo XX. Las desigualdades sociales nos hacen pensar en la necesidad de la igualdad, mientras en Venezuela, la extrema intervención estatal hace pensar y clamar la libertad. A pesar de la mutua persecución entre Colombia y Venezuela se empieza a creer en un utópico equilibrio entre Libertad e Igualdad.
A pesar de poseer modelos económicos diferentes, tanto en Colombia como en Venezuela la independencia de los poderes se desvanece, la intervención en los medios de comunicación es constante (ya sea mediante la persuasión al sector privado o mediante el apoderamiento de los mismos) gracias a su amplia visibilidad y “carisma”. Mientras Uribe resuelve su “encrucijada en el alma” para aspirar a un tercer periodo, Chávez busca la forma de también manipular la constitución para permanecer en el poder hasta que su resistencia física se lo permita, al estilo Fidel Castro.
A 20 años de que en Europa el sentido común se impusiera sobre el totalitarismo y las injusticias del socialismo, en Latinoamérica las divisiones sociales, marcadas por las injusticias del capitalismo, emergen en medio de dos gobiernos que promueven un amplio gasto militar, un constante irrespeto institucional y constitucional, y un constante llamado a la intolerancia. Mientras persista ese afán por permanecer en el poder, también nos llegara tarde esa crisis institucional que trae la monotonía en la democracia. Colombia se acerca a un tercer mandato con cara de renuncia, al estilo Fujimori en el Perú del 2000; y Venezuela se asemeja cada día mas a esa Rumania de Ceauşescu marcada por un amplio culto a la personalidad y unas duras condiciones de vida que forjaron el único derrocamiento violento de un régimen socialista que termino con la muerte de su líder en 1989.
Al no trascender de lo ideológico, el imaginario colectivo seguirá guiado por aquellos gobernantes como Uribe y Chávez que aun hablan de los fantasmas del comunismo y las amenazas del imperio, respectivamente. Y gracias a su discurso y manejo mediático han contribuido a la satanización de la oposición sumergiéndonos en una débil democracia de caudillismos y sin partidos políticos. Viviremos entonces con esa sensación de que allá, en Venezuela, algo anda mal y del mismo modo allí se vivirá con la idea de que aquí algo malo también sucede, pero con el deseo mutuo de la ciudadanía de que aquellas diferencias se puedan superar para dar paso a una vecindad en donde prime el sentido común y se abra paso la Libertad.
Jonathan Gamboa Melo
Politólogo - Universidad Nacional de Colombia