Pasada la cumbre de Unasur, que ahora conduce Rafael Correa, quien por segunda vez está al frente del máximo cargo de Ecuador, el asunto de las "bases estadounidenses" tiende a aclararse y a resolverse, aunque Colombia primero rechazó reunirse el 24 de agosto, en la cita de los ministros de defensa en Quito, para discutir su acuerdo militar con los Estados Unidos. En cambio, abre otra puerta, la cumbre extraordinaria de presidentes de Unasur, en Bariloche, con el auspicio de Cristina Fernández, el próximo 28 de agosto.
Por fin, el destape reeleccionista
"El país no necesita caudillos que se generan del convencimiento de que un hombre puede ser la fuente de solución de todos los problemas. César Gaviria, en: V Encuentro de la Jurisdicción Constitucional. Barrancabermeja, 11 agosto 2009.
En Colombia, no pocos son los que señalan el aplazamiento de la discusión sobre "las bases" como un triunfo personal del presidente Uribe, y la diplomacia colombiana que representa el comunicador Jaime Bermúdez luego del periplo "mudo" por Suramérica, que descontó a Ecuador y Venezuela de la visita. Ya en tierra colombiana, él oficializó su destape como candidato presidencial por tercera vez; y urgió aprobar el referendum a cómo de lugar con el pretexto que "lo importante son las políticas, la continuidad de la seguridad democrática, y la confianza inversionista".
El aplazamiento también obligó a que Obama, el flamante mandatario norteamericano, reiterara que las bases son colombianas. Ambos acordaron en secreto extender la cooperación militar para utilizar siete bases del país para acciones contra el narcotráfico y el terrorismo. Tal cooperación que hoy llaman Plan Colombia, según lo debatió el Congreso el pasado martes 11, se remonta jurídicamente a un acuerdo de 1952 que firmó Laureano Gómez, a quien derrocó el general Gustavo Rojas Pinilla, y sólo regresó a Colombia con el Frente nacional, después de los pactos de Sitges y Benidorm, hechos con Alberto Lleras Camargo bajo cobijo del dictador Francisco Franco.
Degeneración nacional y seguridad regional
"Seguramente es la unión la que nos falta para completar la obra de nuestra regeneración". Simón Bolívar. Carta de Jamaica, 6 de septiembre de 1815.
A todas éstas, el trompo de poner, del lado del gobierno colombiano y sus defensores, es la alegada soberanía del país. Cada uno de los presidentes de los países interpelados en la gira también contestaron respetar esta soberanía, pero que, por el contrario, de lo que quieren hablar es de la seguridad regional suramericana, ¿en cabeza de quién(es) residirá ésta de ahora en adelante?
Habida consideración, claro está, del reemplazo de la clausurada base de Manta que se multiplicará por siete en Colombia. Es éste un episodio de la denominada posguerra de movimientos sobre lo cual empezó a escribir Toni Negri, a raíz del golpe de estado que George W. Bush diera a la ONU cuando invadió a Irak con el pretexto que tenía armas nucleares.
Aparece en el horizonte de posguerra la relevancia actual de UNASUR. Ésta guarda parecido con la idea de Manuel Castells, quien teoriza el estado red con referencia inmediata a la UE. De ello habló en una conferencia patrocinada en los noventa por el expresidente brasileño y sociólogo de la dependencia, Fernando Henrique Cardoso .
Lo curioso es que en materia de seguridad, en la cual el presidente Uribe Vélez hizo curso intensivo por siete años insista en que aún necesita doce.Para lo cual, él espera que los reveses y escaramuzas del referendum los salve su mayoría del congreso, y que la Corte constitucional haga mutis por el foro de la financiación ilegal del trámite del referendum; y que se olvide por completo lo dicho cuando declaró exequible la reforma que permite la reelección por una vez; y de la burla a la voluntad del pueblo al "conciliar" sus congresistas a posteriori el texto del referendum.
No sobra recordar aquí, que en la presentación del libro La reelección presidencial inmediata, del Grupo Presidencialismo y Participación donde participó la presidente del Congreso, Nancy Patricia Rodríguez, quien calló al respecto en el foro posterior organizado por Fescol, afirmamos que el presidente iba con todo por la segunda reelección.
De otra parte, esta gira muda y el conflicto de la seguridad regional vienen como anillo al dedo para aumentar Uribe su respaldo electoral interno, galvanizando a los parlamentarios corporados y clientelizados con notarías incluidas para conseguir la opción de reelegirse . Y claro, obtener el espaldarazo externo del presidente imperial Barack Obama, que le baja los crespos al exministro de guerra Juan Manuel Santos, también sindicado por una causa penal, la muerte de un ecuatoriano, en un juzgado ordinario de Sucumbíos. Reunido con 50 congresistas, el presidente al defender el referendo oficializó su interés en la segunda reelección. Llevándose de calle la constitución, el presidencialismo de excepción requiere ampliar el mandato autoritario de Uribe por doce años al servicio de la posguerra de movimientos, global y regional.
Desde otra perspectiva, lo claro es que los estados nación en Suramérica pierden soberanía frente a las lógicas de poder globales. Honduras y Colombia muestran a la inversa este aserto, aunque retóricamente se afirme lo contrario. La caracterización del orden internacional como imperialista o imperial se pone a prueba, una vez más. Si la soberanía predominante es global lo averigüaremos en nuestro propio pellejo. No queda duda que la presidencia imperial continúa con Barack Obama, y actúa en forma abierta en la Subregión andino amazónica. Aquí la comparsa la tienen el presidente de Colombia, y su homólogo del Perú, el aprista Alan García, quien mantiene una base militar naval estadounidense.
Una vez Obama responda la invitación de Unasur sobre la estrategia continental estadounidense, de la cual el impasse de Colombia es un componente indiciario, pero no el único, conviene que repasamos las acciones imperiales que arrancaron con el patrocinio de George W. Bush al fracasado golpe de estado en Venezuela. Éstas continuaron con la participación tecnológica de los Awacs de la base de Manta previos el bombardeo al campamento de Raúl Reyes, que produjo la muerte de 24 personas que dormían, fuera de una acción de combate, en Angostura (Ecuador).
Después vino el golpe de estado en Honduras, que el gobierno estadounidense no impidió, cuado tiene allí la base militar de Palmarejo. La saga imperial prosigue en Colombia convirtiéndola en la cabeza de playa de los intereses geoestratégicos de los Estados Unidos. La degeneración democrática es el precio a pagar por la cantada segunda reelección del presidente Álvaro Uribe Vélez, sin que el Congreso ni el Consejo de Estado de Colombia sepan siquiera nada del acuerdo de marras.
La voz de Brasil y la autonomía suramericana
Mientras Cuba cumple 50 años de la revolución, y sufre los rigores de la recesión y del bloqueo norteamericano que viola lo dispuesto por la Carta de la ONU, el presidente Lula hace malabares con la inteligencia y cálculo de la cancillería mejor provista de Latinoamérica para defender el proyecto Unasur. La diplomacia mexicana ya no cuenta, desde el TLC con Estados Unidos vive hipotecada a los intereses de su poderoso vecino.
Ahora México libra con el Plan Mérida una "lucha" contra el narcotráfico parecida a la de Colombia, mientras la denuncia hecha por los Zapatistas contra el neoliberalismo que arrasa el agro parece letra muerta. El presidente Calderón paga puntual por el desmonte del movimiento nacionalista y populista de Manuel López Obrador, objeto de un segundo fraude electoral, quien responsabiliza al PAN gobernante, porque primero lo padeció por Cuauthemoc Cárdenas, cuando el defraudador fue el PRI, otorgando el triunfo a Carlos Salinas de Gortari en 1988. Y no movilizaron a las multitudes para prevenir una masacre que multiplicara por miles la masacre pública de la Plaza de las Tres Culturas.
La voz del ex-obrero metalúrgico, Lula, ha señalado que el interlocutor principal de Unasur es el gobierno Obama, y no el presidente Uribe Vélez. El diálogo principal tiene que ser con él y no con Uribe, sin perjuicio de las demás conversaciones y diálogos como el que se anuncia para este 28 de agosto. El gobierno colombiano está dispuesto a asistir a esta cumbre de presidentes de la Unasur con una agenda que no esté restringida al asunto de las "bases norteamericanas, sino que haga el examen de toda la seguridad subcontinental con énfasis en lo que hacen en materia militar sus vecinos más enconados, Ecuador y Venezuela, donde también hay simpatizantes de las Farc y del Eln.
La sombra de Bolívar y Santander al revés
"Pacto Americano que formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas". Simón Bolívar.
Estamos ad portas de los doscientos años del grito de independencia de Colombia, que el presidente Uribe quiere monopolizar y resignificar. Aunque repita al revés la gran tragedia americana, que Bolívar buscó precaver. Después del triunfo de Sucre en Ayacucho, Bolívar proponía el primer pacto americano con el Congreso Anfictiónico a sellarse en Panamá en1826.
Era una forma de emular, republicana y pacífica, con la gran nación norteamericana, que federada después de la guerra contra Inglaterra, hundida la Confederación, se expandía ambiciosa y amenazante. Bolívar quiso contrarrestar la república imperial, su expansión sobre el resto de las nuevas repúblicas americanas. La tragedia la trató el historiador y excanciller de Colombia, Indalecio Liévano Aguirre en el ensayo Bolivarismo y Monroismo.
El fracaso de la Anfictionía, que haría de Colombia "la reina de las naciones y la madre de las repúblicas" vuelve a naufragar con la labor de zapa contra Unasur que realiza el actual presidente de Estados Unidos. El pretexto es su seguridad nacional, que es la del capitalismo global en crisis. En procura, - lo recordó Chávez en su carta -, del oro negro, nuestro petróleo; el oro azul, las grandes reservas acuíferas; el oro verde, nuestra amazonia.
La imaginería historiográfica, nos retrotrae el espectro del general Santander, ahora en clave de farsa no de tragedia. El hombre de las leyes contrastaba con Bolívar el guerrero dictador, objeto además de un atentado. Santander borró la sentencia: "prefiero el título de ciudadano al de libertador". Nos tocó padecer la farsa, porque la encarnación de Santander se disfraza del "estado de opinión", cuando valiéndose de una interpelación neopopulista confunde la abstracción mediática de pueblo con democracia, y multiplica año por año las ganancias del capital financiero en medio de la crisis.
Quebrantar de nuevo las leyes en provecho propio con el pretexto de beneficiar la nación; agitando el miedo al narcoterrorismo para votar la seguridad autoritaria, ejercida en forma plena con la abierta incorporación del pretor imperial. El fantasma de Santander no respeta los derechos fundamentales, ni siquiera del expresidente de la Corte Suprema de Justicia; y autoriza la impunidad para las conductas criminales de los contratistas extranjeros de la guerra, como la de los militares norteamericanos de la base de Tolemaida en Melgar.
Bolívar fue un dictador según la acepción de la magistratura de la república romana, limitada por la ley que no podía cambiar, y por el tiempo. Además, la suya era una dictadura en la tradición de los tribunos plebeyos, de los Gracos, por la defensa de los muchos oprimidos y pobres. Bolívar contrarió la ley de hierro de la oligarquía criolla, que empotrada en el congreso se abrogó la potestad legislativa y sacrificó a la naciente república.
Los herederos y sucesores de aquella oligarquía, en la Colombia del siglo XX , los denunció Jorge Eliécer Gaitán, distinguiendo el país nacional y el país político, y fue asesinado en el intento. Por menos también fue asesinado Galán en 1989, cuando hacía las paces con el país político, y luchaba contra el narcotráfico y sus aliados. Pronto se cumplirán 20 años de impunidad, junto al rosario de magnicidios de fin de siglo, emulando con la anterior tradición estadounidense, donde murieron dos Kennedy, Malcom X y Martín Luther King.
Mirar desde el Polo Sur
¿Qué somos general? ¿los servidores modestos de una idea que nos calienta el corazón? José Martí, en: Carta a Máximo Gómez.
"Un proyecto de paz, justicia social, de unión solidaria, de democracia participativa con y para las mayorías...un proyecto independiente guiado por liderazgos legítimos de los humildes de hoy". Hugo Chávez, apartes de la Carta a Unasur.
El católico presidente Rafael Correa, líder de la revolución ciudadana en el Ecuador, en abierto antagonismo con la política intervencionista de Uribe y el gobierno estadounidense denunció al iniciar su segundo mandato, que " no sólo hay enemigos nacionales, sino internacionales, pues la oligarquía conoce que los pueblos de América Latina despertaron y el imperio sabe que se le va de las manos esta región".
Él cumplió la promesa de cerrar la base de Manta. En el ínterim derrocaron al presidente Manuel Zelaya, quien intentaba una consulta para impulsar luego una asamblea constituyente que enfrentara la constitución pétrea de Honduras, y la presencia militar estadounidense. Con asombro, este episodio lo calificó el joven constitucionalista Rodrigo Uprimny como un "zelayazo", y nos permite aclarar que constitución no es igual a democracia, que es la pesadilla liberal vivida con el fascismo y el nazismo. Mucho menos cuando se trata de constituciones como la vigente en Honduras, y la nuestra de 1886, que pretenden impedir que la ciudadanía, sin mediaciones, pueda reformar o cambiarlas radicalmente cuando el verdadero poder constituyente sin coacciones, ni clientelismo lo estime necesario y conveniente.
Con el caso de Honduras presente, y el acuerdo secreto militar entre Bogotá y Washington es entendible que Correa advierta a tod@s: "Retoñan ahora acciones brutales, como los golpes de estado en Honduras, campañas difamatorias contra el gobierno ecuatoriano como la de Colombia que parecen culebrones".
No deja de sorprender que Obama hable de hipocresía suramericana, cuando hay ejecutivos que reclaman por la pasiva complicidad de Estados Unidos en Honduras, donde éste tiene una base militar, y donde armó y apoyó la invasión de Guatemala que derrocó al presidente Jacobo Arbenz, a manos del coronel Castillo Armas.
Aquel era el tiempo de las "repúblicas bananeras", que aunque banalizado por el comercio y el cómico Woody Allen no abandona el escenario centroamericano, y peor aún quiere instaurarlas en otras regiones so pretexto de la guerra global contra el narco-terrorismo.Hoy se trata de mirar desde el Polo Sur, en lugar de alinearnos con el hegemon del Norte y sus aliados, y construir una alternativa democrática regional viable en la convulsa arena global es un imperativo de la hora.
Guerra de movimientos regional
"Estamos llamados a asumir mejores conflictos, a reconocerlos y contenerlos...sólo un pueblo escéptico maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz". Estanislao Zuleta.
"...el problema ya no consiste en limitarse a decir "no a la guerra": consiste en articular cada comportamiento y cada reivindicación del movimiento a una batalla contra la guerra, aún cuando ésta se presenta como legitimación cotidiana y ubicua de la política imperial. Antonio Negri. La posguerra de los movimientos. Fundación Andreu Nin, octubre de 2003.
Es la hora para Colombia de resolver un triple entuerto: la reelección, la intervención extranjera y la guerra. Esta es la triple causa que exige defender y promover la democracia radical en ciernes. A ella han de dirigirse todos los esfuerzos de las multitudes democráticas movilizadas.
Ajustar cuentas con el neo-populismo reaccionario que venimos padeciendo en Colombia, bajo el chantaje del terror y el miedo, con la falsa promesa de acabar con el narcotráfico, en lugar de atacar con firmeza los flagelos dos veces centenarios de la pobreza, la miseria, y los privilegios, es el entuerto que hemos de desatar en la presente coyuntura en que se hacen sonar los tambores de guerra para engatusar a los de abajo, los muchos en Suramérica, los pobres, los trabajadores materiales e inmateriales, los nuevos movimientos sociales.
El horizonte de esta lucha académica por la verdad, es a la vez una acción ética y política concomitante, que requiere de una urgente conducción de las fuerzas de la izquierda nacional entrampadas en la minucia de los cálculos electorales, y las mieles derivadas de los negocios que es tentación permanente cuando se participa del gobierno.
Del PDA y la oposición verdadera
No es posible confundir gobierno con la realidad de ser poder efectivo, transformador, esto es, potencia constituyente democrática. Así lo tiene que entender con urgencia el alcalde del PDA en Bogotá, el gobernador de Nariño, y los parlamentarios, quienes pretenden comportarse, no pocas veces, como la oligarquía que enajena la más promisoria organización de la izquierda colombiana. Para que no se cumplan los "opinionados" pronósticos de William Ospina, un diestro narrador de un pasado borroso, plagado de ignominia y heroismo, pero un poco romo en el entendimiento de la coyuntura.
Conviene mirar a nuestros vecinos, con otros ojos. Aprender y construir con ellos en materia de soluciones válidas a los problemas fundamentales que nos asfixian, más allá de los presidente de turno. Algunos llaman a esta ola democrática radical, despectivamente, el socialismo del siglo XXI, y la condenan como un mal ejemplo.
Otros, y yo me cuento entre ellos, entendemos, que la diversidad de repertorios democráticos ensayados por los de abajo, las multitudes de Nicaragua hasta el Brasil, desde Venezuela hasta Bolivia, en verdad, mueve a ciudadanos y presidentes. Todos tratan de realizar a los cincuenta años de la revolución cubana, y a los doscientos del comienzo de la independencia suramericana, las premisas básicas de una verdadera revolución democrática: la igualdad social sin usar la violencia interna, la represión, la tortura y la desaparición para los opositores, y sin permitir la injerencia extranjera, su imposición y explotación de nuestras riquezas comunes.
La tarea de la hora es conseguir la revolución integral, social y política, respetando las libertades públicas, sin rehuir al conflicto social, ideológico, político y económico que materializar tales designios implica, recordando las palabras del colombiano Estanislao Zuleta, como lo ha hecho el propio Chávez ahora.
Todo lo cual significa, a no dudarlo, cambiar la guerra de movimientos por una guerra de posiciones en el sentido gramsciano, que se libra a todos los niveles de la naciente sociedad civil subcontinental. Es la respuesta que ofrecemos a la guerra de movimientos que libra el capital en los escenarios del mundo, y en Sur y Centroamérica, de modo preferente.
Tod@s estamos notificados de ello, y no es el tiempo para pasar de agache, o hacer mutis por el foro. La democracia no está en cuarentena, es necesario fortalecerla con el músculo, la dignidad y la inventiva ciudadana sin exclusión.
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